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5. ¡Esto no debió ni debe volver a ocurrir!

Los alborozados ojos de Kira titilaron tras sentir el impacto de esa boca profesional contra la suya, y aunque hubiese podido romper el contacto, alejarse de súbito y propiciarle una cachetada por semejante abuso, no logró hacerlo, en realidad… no quiso hacerlo.

Y es que el sabor de sus labios era tan bueno, tan mentolado, tan increíblemente adictivo, que no hubo modo de que quisiese escapar del hechizo al que repentinamente había sido arrastrado.

¿Iba en contra de sus propios principios? Sí: en negrita y subrayado.

¿Iba a detenerse? ¡Ni que estuviese loca! Ese hombre, aunque le pesara reconocerlo, era la fantasía erótica de cualquier mujer, sobre todo la de una que jamás había sido besada de tal modo, como si ella fuese la única gota de agua en el desierto.

Rodeó con agilidad su cuello y lo pegó contra sí, alzándose sobre sus puntillas para así poder estar medianamente a su altura… y se dejó llevar, como pluma en el viento, como melodía que recorre las calles de invierno en pleno apogeo. Se dejó llevar porque simplemente, nunca, ningún beso, con otro hombre, había sido tan bueno.

El sabor permeaba sus sentidos, la arrastraba a un callejón sin salida, la envolvía y seducía con su propia esencia.

Jack todavía no era consciente de lo que hacía; quizás sí, pero el hecho de tener que enfrentarlo y detenerse, tan pronto, solo sería un castigo, una agonía, pues no quería desprenderse esa boca dulce, de esa lengua filosa, no, no quería. Permanecería pegado a ella al menos durante unos buenos minutos más, esperando, con un poco de suerte, que fuese suficiente.

Con dureza y avaricia, la siguió explorando, conquistando, y mientras sentía el pecho de ella vibrar contra el suyo, no se detuvo, por el contrario, aumentó la intensidad del contacto y se hizo firmemente de sus caderas para entonces arrastrarla al único sofá en donde sabía sus cuerpos podían entregarse sin medida.

Sus lenguas, a medida que se desplazaban, se movían en una danza sin secuencia, sus lenguas batallaban, se anudaban, y pequeños mordiscos también eran protagonistas del encuentro.

Las ganas de desnudarse, de sentir la piel del otro, aunque estuvieron cerca… muy cerca, fueron interrumpidas por el súbito sonido de la alerta de un nuevo mensaje de texto en el móvil de ella.

Jack soltó a la mujer que ahora parecía una masa moldeaba de su propio antojo y la miró con severidad. Kira notó las chispas en la profundidad de esa mirada azul, y antes de que pudiese decir algo, él se le adelantó.

— No quiero insultarla, señorita Raleigh, pero… esto fue un error, no debió ocurrir. ¿Lo entiende? — le dijo con neutralidad. Ella parpadeó, y aunque intentó responder, no pudo, tenía la boca seca. El beso… su ahora repentina actitud ante los hechos en los que ambos estuvieron implícitos, la había dejado perpleja — No se quede callada, le pregunte si lo entiende.

— Sí… — logró decir, al fin, sintiendo como el fuego que hace un momento habían compartido, se reducía a tan solo cenizas.

— Bien — asintió él, mesándose el cabello con ansiedad —. Yo debo irme, tengo asuntos que…

— No tiene que inventarse asuntos de ningún tipo para salir huyendo de aquí, señor Akerman — ahora era ella la que se expresaba con seriedad, indiferencia, porque si había algo que la caracterizaba muy bien, es que sabía manejar el lenguaje corporal bastante rápido, aunque por dentro todo de ella estuviese revolucionado — Ya usted lo ha dicho, esto no debió ni debe volver a ocurrir.

— Me alegra que tenga las cosas claras y no quiera sacar provecho de esto.

— ¿Provecho?

Enarcó una ceja y él suspiró.

— Ya sabe, no se haga, escalar a una posición más alta de la que ocupa — dijo —. Usted trabaja para mí y nada más, debe mantener las distancias porque no conseguirá sacar nada provechoso de esto.

— ¿Con qué? ¿Con un simple beso? — replicó ella en tono de burla y se cruzó de brazos, hastiada. ¡Era un cretino! — Lamento si las mujeres que lo rodean consiguen tanto de usted con tan… poco, señor Akerman, pero para su completa tranquilidad, yo no busco nada.

— No busca nada pero bien que se dejó besar por mí, ¿no le parece irónico? — arguyó con insolencia.

— Qué bueno que reconoce que fue usted quien me besó.

— Y a usted no le molestó participar.

— ¿Y qué quería que hiciera? — le preguntó con tranquilidad, para sorpresa de Jack — Somos adultos, sabemos lo que hacemos, así como también sabremos olvidarlo.

— Olvidar… — musitó él, dando un paso al frente — es eso lo que usted debería hacer, olvidarse de todo esto y mantenerse profesional. ¿Podrá hacerlo?

Ella sonrió con arrogancia., mientras él contenía esa necesidad que seguía bullendo en su interior por querer tomarla de la nuca, volver a besarla, y dar rienda suelta a lo que iban a empezar.

— Es lo que mejor se me da, señor Akerman.

— Bien — zanjó y salió de allí, cerrando la puerta con gesto imperturbable.

— ¿Está todo bien, señor? — le preguntó Kiliam tan pronto lo vio subirse al auto con gesto ofuscado.

Jack asintió y sacó el móvil del bolsillo de su chaqueta, marcó un número que conocía bastante bien y solo tuvo que esperar dos tonos para que le contestaran.

— ¿Estás despierta? — preguntó sin tanto preámbulo, con la garganta seca y una erección de mil demonios que sabía Kira Raleigh era la única culpable de haberla despertado.

— Jack… sabes que para ti siempre lo estoy, a cualquier hora— murmuró la mujer del otro lado de la línea con voz seductora, y con una simple seña a su hombre de seguridad, este supo a donde dirigirse.

¿Cómo diablos pudo hacer algo así? ¿Es que era un adolescente que no sabía cómo controlarse? Y ella… agh, descarada. Sacudió la cabeza; molesto consigo mismo, con sus arrebatos. La osadía y el temple de esa mujer lo ponían en una cuerda floja y sobre la que no se quería tambalear, por eso, lo más sensato que podía hacer, era sacarse de la mente lo recién ocurrido, y bajo todo pronostico, hacer cualquier cosa que lo mantuviese alejado del torbellino que comenzaba a representar esa mujer en su vida.

Kira se dejó caer en el sofá y se llevó intuitivamente los dedos hasta los labios, repasando, de pronto con los ojos cerrados, la huella que había dejado el cálido roce de Jack sobre ellos.

¡Era una locura! Pensó al recargarse contra el respaldo, y se mesó el cabello en un intento por airearse un poco. Lo que había sucedido allí, entre ellos; la adrenalina, las inevitables ganas de más, definitivamente no debió ocurrir, era insensato e irresponsable, algo que debía olvidar desde la raíz. Sin embargo, también sabía que no podía solo borrarlo de su memoria, sobre todo porque nunca se había sentido tan deseada en los brazos de ningún hombre… hasta que conoció a Jack.

Su móvil volvió a sonar y la sacó de la burbuja erótica en la que todavía flotaba. Sonrió al ver que era una videollamada de su hermana Lana y contesto.

— ¿Te dieron el trabajo? ¡Quiero saberlo todo! ¡Busqué al tipo que probablemente sea tu jefe en este momento en internet! ¡¿Y qué crees?! ¡Está que se cae de bueno! ¡Dime que ya lo conociste! ¡Por favor, por favor, por favor!

Kira soltó una carcajada.

— Sí… — musitó, mordiéndose el interior de la mejilla, evocando el beso compartido, y que aún latía en sus labios.

— ¿Es un “sí” de ya lo conociste o que se cae de bueno?

— Las dos cosas — aceptó sin remedio.

— ¡OMG, KIRA! — chilló la adolescente — ¡Lo sabía! ¡Cuéntamelo todo! ¿Es tan imponente como luce en las fotos?

— Lo es.

— ¿Está casado? En internet no dice nada, de hecho, muy poco se le ha visto con mujeres. ¿Bateará para el otro bando?

— Ya deja a tu hermana en paz, Lana — apareció su abuela en la pantalla, con el entrecejo fruncido, vislumbrándola — Hola, cariño. ¿Cómo estás?

— ¡Abuelaaaa! — se quejó la menor de las tres — Kira estaba contándome sobre su nuevo jefe. ¿Es más atractivo que el idiota de Hunter?

Hunter era su ex esposo.

La sonrisa se le borró en seguida. Odiaba recordarlo.

— Jovencita imprudente… oh, cariño, esos ojitos— musitó la mujer mayor con pena y un silencio se hizo entre las tres — ¡Ves lo que provocas!

— Lo siento, Ki, ¿estás bien? No quería mencionarlo…

Ella suspiró y se obligó a sonreír.

— No es eso, es solo que… no quiero volver a cometer los mismos errores.

— ¿De qué errores hablas, cariño?

— Bueno, primero, conseguí el trabajo.

— Querida, pero eso es una buena noticia — se alegró la mujer.

— Sí, pero así mismo lo estoy estropeando — musitó, nublada. Sabia que todo el asunto de Jack no era simplemente... "un beso"

— ¿Por qué lo dices?

— Mi jefe es… insoportable, parece que no me tolera la mayor parte del día, pero después — bajó la mirada y no pudo evitar sonreír, confundida.

— ¿Después... qué? — quiso saber su hermana, intrigada.

— Me besa — confesó, no podía quedarse con eso guardado. Tenía que sacarlo de su interior o iba a explotar.

Las dos se quedaron perplejas, y aunque la menor se llevó las manos a la boca para contener la alegría, su abuela la miró con gesto preocupado.

— Cariño, ve con cuidado, mezclar las cosas no es bueno — le dijo la mujer, sabia. Conocía a Kira y era consciente de su coraje, de sus increíbles ganas por salir adelante, pero también era una joven con un corazón enorme, que amaba con entrega absoluta o simplemente no amaba. Ella era así, todo o nada. Temía que saliese lastimada otra vez por un hombre que no supiera valorarla, y sobre todo, que pusiese en riesgo el cargo laboral por el que tanto había estado esperando.

— Lo sé, abuela, y precisamente por eso hemos quedado en olvidarlo — dijo con tono firme —. Es algo que no puede volver a repetirse. Tengo que irme, ¿vale? Mañana debo madrugar. Las llamo después.

Cuando se metió a la cama, un mensaje iluminó la pantalla. Era otra vez su hermana.

“Dime por favor como fue el beso y prometo no molestarte más. Plis, plis, plis”

Ella negó con la cabeza y tecleó una respuesta rápida.

“Fue… intenso. Solo quédate con eso”

Conciliar el sueño le costó alrededor de dos horas en las que no dejo de dar vueltas en la cama y rememorar la escena ocurrida con el insoportable y arrogante de Akerman, mientras tanto, en el lado ostentoso de Nueva York; con la boca femenina recorriendo sus pectorales de forma profesional, Jack sabía que lo que estaba haciendo no solo no iba a funcionar, sino que simplemente no quería hacerlo, no quería continuar.

— Lo siento, Becca, pero… — intentó decir, pero solo apartó delicadamente a la mujer y tomó la chaqueta de su traje antes de salir de allí, agobiado, sintiéndose un increíble y total estúpido.

¡¿Qué carajos me hiciste, Kira Raleigh?! Pensó con malestar. Pero lo averiguaría, claro que si, y entonces, lo aniquilaría desde la raíz.

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