Los alborozados ojos de Kira titilaron tras sentir el impacto de esa boca profesional contra la suya, y aunque hubiese podido romper el contacto, alejarse de súbito y propiciarle una cachetada por semejante abuso, no logró hacerlo, en realidad… no quiso hacerlo.
Y es que el sabor de sus labios era tan bueno, tan mentolado, tan increíblemente adictivo, que no hubo modo de que quisiese escapar del hechizo al que repentinamente había sido arrastrado.
¿Iba en contra de sus propios principios? Sí: en negrita y subrayado.
¿Iba a detenerse? ¡Ni que estuviese loca! Ese hombre, aunque le pesara reconocerlo, era la fantasía erótica de cualquier mujer, sobre todo la de una que jamás había sido besada de tal modo, como si ella fuese la única gota de agua en el desierto.
Rodeó con agilidad su cuello y lo pegó contra sí, alzándose sobre sus puntillas para así poder estar medianamente a su altura… y se dejó llevar, como pluma en el viento, como melodía que recorre las calles de invierno en pleno apogeo. Se dejó llevar porque simplemente, nunca, ningún beso, con otro hombre, había sido tan bueno.
El sabor permeaba sus sentidos, la arrastraba a un callejón sin salida, la envolvía y seducía con su propia esencia.
Jack todavía no era consciente de lo que hacía; quizás sí, pero el hecho de tener que enfrentarlo y detenerse, tan pronto, solo sería un castigo, una agonía, pues no quería desprenderse esa boca dulce, de esa lengua filosa, no, no quería. Permanecería pegado a ella al menos durante unos buenos minutos más, esperando, con un poco de suerte, que fuese suficiente.
Con dureza y avaricia, la siguió explorando, conquistando, y mientras sentía el pecho de ella vibrar contra el suyo, no se detuvo, por el contrario, aumentó la intensidad del contacto y se hizo firmemente de sus caderas para entonces arrastrarla al único sofá en donde sabía sus cuerpos podían entregarse sin medida.
Sus lenguas, a medida que se desplazaban, se movían en una danza sin secuencia, sus lenguas batallaban, se anudaban, y pequeños mordiscos también eran protagonistas del encuentro.
Las ganas de desnudarse, de sentir la piel del otro, aunque estuvieron cerca… muy cerca, fueron interrumpidas por el súbito sonido de la alerta de un nuevo mensaje de texto en el móvil de ella.
Jack soltó a la mujer que ahora parecía una masa moldeaba de su propio antojo y la miró con severidad. Kira notó las chispas en la profundidad de esa mirada azul, y antes de que pudiese decir algo, él se le adelantó.
— No quiero insultarla, señorita Raleigh, pero… esto fue un error, no debió ocurrir. ¿Lo entiende? — le dijo con neutralidad. Ella parpadeó, y aunque intentó responder, no pudo, tenía la boca seca. El beso… su ahora repentina actitud ante los hechos en los que ambos estuvieron implícitos, la había dejado perpleja — No se quede callada, le pregunte si lo entiende.
— Sí… — logró decir, al fin, sintiendo como el fuego que hace un momento habían compartido, se reducía a tan solo cenizas.
— Bien — asintió él, mesándose el cabello con ansiedad —. Yo debo irme, tengo asuntos que…
— No tiene que inventarse asuntos de ningún tipo para salir huyendo de aquí, señor Akerman — ahora era ella la que se expresaba con seriedad, indiferencia, porque si había algo que la caracterizaba muy bien, es que sabía manejar el lenguaje corporal bastante rápido, aunque por dentro todo de ella estuviese revolucionado — Ya usted lo ha dicho, esto no debió ni debe volver a ocurrir.
— Me alegra que tenga las cosas claras y no quiera sacar provecho de esto.
— ¿Provecho?
Enarcó una ceja y él suspiró.
— Ya sabe, no se haga, escalar a una posición más alta de la que ocupa — dijo —. Usted trabaja para mí y nada más, debe mantener las distancias porque no conseguirá sacar nada provechoso de esto.
— ¿Con qué? ¿Con un simple beso? — replicó ella en tono de burla y se cruzó de brazos, hastiada. ¡Era un cretino! — Lamento si las mujeres que lo rodean consiguen tanto de usted con tan… poco, señor Akerman, pero para su completa tranquilidad, yo no busco nada.
— No busca nada pero bien que se dejó besar por mí, ¿no le parece irónico? — arguyó con insolencia.
— Qué bueno que reconoce que fue usted quien me besó.
— Y a usted no le molestó participar.
— ¿Y qué quería que hiciera? — le preguntó con tranquilidad, para sorpresa de Jack — Somos adultos, sabemos lo que hacemos, así como también sabremos olvidarlo.
— Olvidar… — musitó él, dando un paso al frente — es eso lo que usted debería hacer, olvidarse de todo esto y mantenerse profesional. ¿Podrá hacerlo?
Ella sonrió con arrogancia., mientras él contenía esa necesidad que seguía bullendo en su interior por querer tomarla de la nuca, volver a besarla, y dar rienda suelta a lo que iban a empezar.
— Es lo que mejor se me da, señor Akerman.
— Bien — zanjó y salió de allí, cerrando la puerta con gesto imperturbable.
— ¿Está todo bien, señor? — le preguntó Kiliam tan pronto lo vio subirse al auto con gesto ofuscado.
Jack asintió y sacó el móvil del bolsillo de su chaqueta, marcó un número que conocía bastante bien y solo tuvo que esperar dos tonos para que le contestaran.
— ¿Estás despierta? — preguntó sin tanto preámbulo, con la garganta seca y una erección de mil demonios que sabía Kira Raleigh era la única culpable de haberla despertado.
— Jack… sabes que para ti siempre lo estoy, a cualquier hora— murmuró la mujer del otro lado de la línea con voz seductora, y con una simple seña a su hombre de seguridad, este supo a donde dirigirse.
¿Cómo diablos pudo hacer algo así? ¿Es que era un adolescente que no sabía cómo controlarse? Y ella… agh, descarada. Sacudió la cabeza; molesto consigo mismo, con sus arrebatos. La osadía y el temple de esa mujer lo ponían en una cuerda floja y sobre la que no se quería tambalear, por eso, lo más sensato que podía hacer, era sacarse de la mente lo recién ocurrido, y bajo todo pronostico, hacer cualquier cosa que lo mantuviese alejado del torbellino que comenzaba a representar esa mujer en su vida.
Kira se dejó caer en el sofá y se llevó intuitivamente los dedos hasta los labios, repasando, de pronto con los ojos cerrados, la huella que había dejado el cálido roce de Jack sobre ellos.
¡Era una locura! Pensó al recargarse contra el respaldo, y se mesó el cabello en un intento por airearse un poco. Lo que había sucedido allí, entre ellos; la adrenalina, las inevitables ganas de más, definitivamente no debió ocurrir, era insensato e irresponsable, algo que debía olvidar desde la raíz. Sin embargo, también sabía que no podía solo borrarlo de su memoria, sobre todo porque nunca se había sentido tan deseada en los brazos de ningún hombre… hasta que conoció a Jack.
Su móvil volvió a sonar y la sacó de la burbuja erótica en la que todavía flotaba. Sonrió al ver que era una videollamada de su hermana Lana y contesto.
— ¿Te dieron el trabajo? ¡Quiero saberlo todo! ¡Busqué al tipo que probablemente sea tu jefe en este momento en internet! ¡¿Y qué crees?! ¡Está que se cae de bueno! ¡Dime que ya lo conociste! ¡Por favor, por favor, por favor!
Kira soltó una carcajada.
— Sí… — musitó, mordiéndose el interior de la mejilla, evocando el beso compartido, y que aún latía en sus labios.
— ¿Es un “sí” de ya lo conociste o que se cae de bueno?
— Las dos cosas — aceptó sin remedio.
— ¡OMG, KIRA! — chilló la adolescente — ¡Lo sabía! ¡Cuéntamelo todo! ¿Es tan imponente como luce en las fotos?
— Lo es.
— ¿Está casado? En internet no dice nada, de hecho, muy poco se le ha visto con mujeres. ¿Bateará para el otro bando?
— Ya deja a tu hermana en paz, Lana — apareció su abuela en la pantalla, con el entrecejo fruncido, vislumbrándola — Hola, cariño. ¿Cómo estás?
— ¡Abuelaaaa! — se quejó la menor de las tres — Kira estaba contándome sobre su nuevo jefe. ¿Es más atractivo que el idiota de Hunter?
Hunter era su ex esposo.
La sonrisa se le borró en seguida. Odiaba recordarlo.
— Jovencita imprudente… oh, cariño, esos ojitos— musitó la mujer mayor con pena y un silencio se hizo entre las tres — ¡Ves lo que provocas!
— Lo siento, Ki, ¿estás bien? No quería mencionarlo…
Ella suspiró y se obligó a sonreír.
— No es eso, es solo que… no quiero volver a cometer los mismos errores.
— ¿De qué errores hablas, cariño?
— Bueno, primero, conseguí el trabajo.
— Querida, pero eso es una buena noticia — se alegró la mujer.
— Sí, pero así mismo lo estoy estropeando — musitó, nublada. Sabia que todo el asunto de Jack no era simplemente... "un beso"
— ¿Por qué lo dices?
— Mi jefe es… insoportable, parece que no me tolera la mayor parte del día, pero después — bajó la mirada y no pudo evitar sonreír, confundida.
— ¿Después... qué? — quiso saber su hermana, intrigada.
— Me besa — confesó, no podía quedarse con eso guardado. Tenía que sacarlo de su interior o iba a explotar.
Las dos se quedaron perplejas, y aunque la menor se llevó las manos a la boca para contener la alegría, su abuela la miró con gesto preocupado.
— Cariño, ve con cuidado, mezclar las cosas no es bueno — le dijo la mujer, sabia. Conocía a Kira y era consciente de su coraje, de sus increíbles ganas por salir adelante, pero también era una joven con un corazón enorme, que amaba con entrega absoluta o simplemente no amaba. Ella era así, todo o nada. Temía que saliese lastimada otra vez por un hombre que no supiera valorarla, y sobre todo, que pusiese en riesgo el cargo laboral por el que tanto había estado esperando.
— Lo sé, abuela, y precisamente por eso hemos quedado en olvidarlo — dijo con tono firme —. Es algo que no puede volver a repetirse. Tengo que irme, ¿vale? Mañana debo madrugar. Las llamo después.
Cuando se metió a la cama, un mensaje iluminó la pantalla. Era otra vez su hermana.
“Dime por favor como fue el beso y prometo no molestarte más. Plis, plis, plis”
Ella negó con la cabeza y tecleó una respuesta rápida.
“Fue… intenso. Solo quédate con eso”
Conciliar el sueño le costó alrededor de dos horas en las que no dejo de dar vueltas en la cama y rememorar la escena ocurrida con el insoportable y arrogante de Akerman, mientras tanto, en el lado ostentoso de Nueva York; con la boca femenina recorriendo sus pectorales de forma profesional, Jack sabía que lo que estaba haciendo no solo no iba a funcionar, sino que simplemente no quería hacerlo, no quería continuar.
— Lo siento, Becca, pero… — intentó decir, pero solo apartó delicadamente a la mujer y tomó la chaqueta de su traje antes de salir de allí, agobiado, sintiéndose un increíble y total estúpido.
¡¿Qué carajos me hiciste, Kira Raleigh?! Pensó con malestar. Pero lo averiguaría, claro que si, y entonces, lo aniquilaría desde la raíz.
Lo intentó, de verdad que sí, pero no pudo, y eso era lo que lo tenía rabioso e inquieto esa mañana.El beso que había compartido con Kira era algo que simplemente no podía sacarse de la cabeza; lo que resultaba un peligro, porque cuando se involucraba de más, ya sabía cómo acababa, y daba lo mismo de quien se tratase, él solo sabía destruir y alejar a las personas de su lado antes de que ellas gozaran de la oportunidad para hacerlo antes.En el piso habitual del grupo Akerman, las puertas del ascensor se abrieron al mismo tiempo que escuchaba una risa femenina, y como si todas sus alertas se hubiesen disparado de súbito, a través de una enorme pared de cristal que lo delimitaba con el comedor, la vio.Estaba rellenando un termo de café mientras mantenía una muy divertida conversación con dos jóvenes que, además de saber que pertenecían al departamento de finanzas, parecían muy interesados en ella.Los celos que jamás llegaría a admitir en voz alta porque le parecían de lo más absurdo
Durante toda la reunión, el estoicismo de Kira lo hizo sentir inquieto, en descontrol. Ella se desenvolvía con absoluta tranquilidad y profesionalismo, como si de verdad nada hubiese ocurrido entre ellos. Incluso, hubo un momento en el que hizo reír a los inversionistas con un chiste bastante apropiado y estos asintieron entre sí, como si se dijesen con la mirada que esta chica tenía potencial. Y sí, maldición, lo tenía, pero además de eso, gozaba de un poder natural para capturar miradas, porque si bien la suya no la había podido apartar de sus caderas, el resto tampoco, y eso, aunque odiaba reconocerlo, era una afrenta personal que le fastidiaba. Para el final de la presentación, Miller también participó con un par de ideas que reforzaron la estrategia de Kira, y a las que Jack aprobó como buenas; también ella, aunque creía que necesitaban un poco más de propósito y se lo hizo saber de manera amable, cosa que a Miller no le gustó y e intercambiaron un par de diferencias verbales cu
Jack sujetó la cabeza de Kira y la reclamó con decisión.Ella se permitió saborearlo con todo el ardor que le exigía su cuerpo en ese momento y se dejó arrastrar a palpas contra el escritorio. Objetos cayeron y papeles volaron. Gimió de gusto, de placer. Jamás había sido besada de esa forma tan intensa, tan pasional… tan urgente.El beso de Jack era más de lo que hubiese esperado de un hombre. Era simplemente primitivo, ardiente y decisivo. Era todo aquello de lo que quería gozar.Con agilidad, Jack la subió sobre el escritorio, le elevó la falda y se acomodó en medio de sus piernas mientras se hacía de la cremallera de su pantalón. Le hubiese encantado desvestirse completamente y desvestirla, pero no había tiempo y tampoco estaban en el lugar más adecuado para ello.Kira no podía pensar con claridad; parecía haber comenzado a perder toda perspectiva de la realidad. Él tampoco podía, pues un sentimiento primitivo se había apoderado de él y no tenía intención de dejarlo en paz, no hast
Por supuesto que había una mujer en su vida. ¿Qué creía? ¿Qué un hombre cómo él no frecuentaba con nadie más?La tal Becca era una mujer despampanante, esbelta y con curvas pequeñas, casi rayaba la perfección la condenada. Su juicio se había nublado por un segundo y tuvo que tomar una profunda inhalación discretamente.Lo que acababa de compartir con ese hombre había sido solo sexo, sí, sexo y nada más, algo sin importancia, algo que, definitivamente, no podía volver a repetirse, así que debía tomar decisión inteligente y evitar, a toda costa, que estuviese basada en las emociones.— Gracias por permitirme usar su baño, señor Akerman, con permiso — logró decir, buscando lucir relajada e indiferente ante la situación.Jack asintió mientras la mujer enganchada a su cuello la miraba con una sonrisa de suficiencia.Salió de allí con el corazón latiéndole a toda máquina; aunque lo ocultase muy bien. Solo quería llegar a casa, refugiarse en ese cálido espacio y olvidar todo aquello que cons
Se había quedado tonteando un rato con el móvil cuando vio la hora y saltó como un resorte.Escoger un vestido formal no supuso un problema, al contrario, no era de las chicas que se complicaban tanto, y en menos de una hora, no solo estaba lista, sino que también el auto había llegado por ella y una notificación en su teléfono le hizo saber que el chofer no era el único en acompañarla durante su trayecto a la reunión.Jack se sentía más ansioso que de costumbre, y esa sensación no hizo más que intensificarse cuando vio a Kira atravesar las puertas de cristales de su edificio.Esa noche iba enfundada en un entallado vestido rojo capaz de acaparar todas las miradas, pequeños pendientes dorados y el cabello atado en una coleta alta eran parte de su atuendo.Perfecta. No pudo evitar reconocer.— Señor Akerman, buenas noches, no sabía que compartiríamos el taxi — su femenina voz lo inquietó. Era como escuchar algo dulce y adictivo… y eso que él no era de ningún tipo de adicciones que no f
— Lo que he querido decir es… — Jack se aclaró la garganta y de inmediato pensó en lo impulsivo y gran idiota que había sido. ¿Cómo que no, Jack? ¿Cómo diablos qué no? No tienes derecho a nada que la concierne, a su vida privada, a nada de ella… sobre todo porque es tu asesora y nada más. Jodido imbécil. Se dijo, furiosísimo — La señorita Raleigh debe estar exhausta y seguro querrá descansar, además, mañana le espera una larga e intensa jornada laboral.Kira lo fulminó con aquellos ojos amielados que parecían querer convertirse en dagas muy filosas para así poder aniquilarlo silenciosamente. ¿Cómo se atrevía? ¿Exhausta? ¿Intensa jornada laboral? Ja, faltaba más.— De hecho, señor Akerman, mañana es sábado y agotada, no estoy — una pequeña sonrisa afloró de la boca femenina y regresó la vista al hombre. Jack se tensó en su sitio — Señor Lancaster, ¿le parece si el primer trago lo invito yo?Jack apretó los puños con impotencia y deseó que la tierra se lo tragara para así no tener que p
Minutos antes… — Por favor, mujer, aceptaste una cita — se burló Lancaster. — Exacto, una cita, no que me besara, mucho menos que me propusiera llevarme a la cama. — Es lo que quieren todas las mujeres. Ella esbozó una sonrisa sin alegría, resignada. Bravo, un patán más. — Yo no soy cualquier mujer. — Por supuesto que no, sé que eres diferente, vales un anillo de compromiso en tu dedo, pero eso no quita que estés lo suficiente buena para llevarte a la cama la primera cita — se acercó a ella —. Sé que quieres esto tanto como yo. — Se equivoca — tomó su bolso y dejó un billete sobre la barra —. Para que no crea que por un par de Cosmopolitan le debo una noche en el hotel más exclusivo de Manhattan. Empujó cuerpos que bailaban y buscó salir de allí cuando, de pronto, un leve mareo hizo que se aferrara al antebrazo de un camarero para no caer. Sudor frío perló su frente y un latigazo de escalofrío recorrió su espina dorsal. — Señorita, ¿se encuentra bien? Ella negó y se llevó las
La noche anterior, después de velar el sueño de Kira hasta que el alba rayó en el horizonte de Manhattan, Jack tomó una ducha y decidió salir a trotar — lo necesitaba para despejar su mente —, pero, antes, dejó órdenes específicas a sus empleados para cuando la señorita que dormía en su cama despertara. Su sorpresa fue llegar, entrando las seis, y descubrir que ella ya no estaba. Sabor amargo se arremolinó en su boca cuando una de las mujeres del servicio le entregó una pequeña nota. “No debió pasar” Kira. Jack negó con la cabeza y se secó con una toalla el sudor. ¿No debió pasar qué, mujer? ¿Qué evitara que el idiota de Lancaster te hiciera cosas de las que hoy te sentirías aborrecida? ¿Qué te trajera a mi pent-house, cuidara de ti, incluso sujetara tu cabello a mitad de la madrugada porque casi te ahogas en tu propio vómito y, no conforme con todo eso… luchara contra la urgente necesidad de hacerte el amor como nunca antes nadie te lo había hecho solo porque no estabas del todo c