— Lo que he querido decir es… — Jack se aclaró la garganta y de inmediato pensó en lo impulsivo y gran idiota que había sido. ¿Cómo que no, Jack? ¿Cómo diablos qué no? No tienes derecho a nada que la concierne, a su vida privada, a nada de ella… sobre todo porque es tu asesora y nada más. Jodido imbécil. Se dijo, furiosísimo — La señorita Raleigh debe estar exhausta y seguro querrá descansar, además, mañana le espera una larga e intensa jornada laboral.Kira lo fulminó con aquellos ojos amielados que parecían querer convertirse en dagas muy filosas para así poder aniquilarlo silenciosamente. ¿Cómo se atrevía? ¿Exhausta? ¿Intensa jornada laboral? Ja, faltaba más.— De hecho, señor Akerman, mañana es sábado y agotada, no estoy — una pequeña sonrisa afloró de la boca femenina y regresó la vista al hombre. Jack se tensó en su sitio — Señor Lancaster, ¿le parece si el primer trago lo invito yo?Jack apretó los puños con impotencia y deseó que la tierra se lo tragara para así no tener que p
Minutos antes… — Por favor, mujer, aceptaste una cita — se burló Lancaster. — Exacto, una cita, no que me besara, mucho menos que me propusiera llevarme a la cama. — Es lo que quieren todas las mujeres. Ella esbozó una sonrisa sin alegría, resignada. Bravo, un patán más. — Yo no soy cualquier mujer. — Por supuesto que no, sé que eres diferente, vales un anillo de compromiso en tu dedo, pero eso no quita que estés lo suficiente buena para llevarte a la cama la primera cita — se acercó a ella —. Sé que quieres esto tanto como yo. — Se equivoca — tomó su bolso y dejó un billete sobre la barra —. Para que no crea que por un par de Cosmopolitan le debo una noche en el hotel más exclusivo de Manhattan. Empujó cuerpos que bailaban y buscó salir de allí cuando, de pronto, un leve mareo hizo que se aferrara al antebrazo de un camarero para no caer. Sudor frío perló su frente y un latigazo de escalofrío recorrió su espina dorsal. — Señorita, ¿se encuentra bien? Ella negó y se llevó las
La noche anterior, después de velar el sueño de Kira hasta que el alba rayó en el horizonte de Manhattan, Jack tomó una ducha y decidió salir a trotar — lo necesitaba para despejar su mente —, pero, antes, dejó órdenes específicas a sus empleados para cuando la señorita que dormía en su cama despertara. Su sorpresa fue llegar, entrando las seis, y descubrir que ella ya no estaba. Sabor amargo se arremolinó en su boca cuando una de las mujeres del servicio le entregó una pequeña nota. “No debió pasar” Kira. Jack negó con la cabeza y se secó con una toalla el sudor. ¿No debió pasar qué, mujer? ¿Qué evitara que el idiota de Lancaster te hiciera cosas de las que hoy te sentirías aborrecida? ¿Qué te trajera a mi pent-house, cuidara de ti, incluso sujetara tu cabello a mitad de la madrugada porque casi te ahogas en tu propio vómito y, no conforme con todo eso… luchara contra la urgente necesidad de hacerte el amor como nunca antes nadie te lo había hecho solo porque no estabas del todo c
Para cuando él volvió con lo que creyó necesario, ella ya se encontraba dormida. Saberla enferma no le gustó para nada, o peor aún, que los efectos secundarios de la droga que había puesto Lancaster en su bebida estuviese haciendo estragos. Colocó sobre la mesilla de noche un vaso de agua con un par de medicamentos que esperaba le sentaran bien y cerró la puerta para entonces dirigirse a la cocina. Con su jefe de seguridad en el supermercado, había escogido la cantidad suficiente de alimentos para prepararle un desayuno alto en nutrientes. No era el mejor cocinero, pero se defendía, así que una hora más tarde, después de batallar un poco, un suculento plato de sopa estaba servido sobre la barra. Sonrió con satisfacción por un par de segundos para posteriormente darse cuenta de lo que había hecho. No solo era la primera vez que llevaba a una mujer a su pent-house, sino que ella también era la primera por la que se le ocurría meterse a la cocina. ¿Qué es lo que estás haciendo conmig
No tenía ni la menor idea de lo que acababa de hacer, pero, indiscutiblemente, un desliz con ese hombre no era algo que tuviese previsto cuando decidió dejar Chicago por ir a cumplir sus sueños más anhelados a Nueva York y, aunque después de su divorcio con Hunter jamás se cerró a la posibilidad de volver a enamorarse, sabía que una aventura con su jefe solo se debía mantener en eso… en una ardiente y peligrosa aventura, nada más.Involucrar el corazón sería un riesgo, y enamorarse… fatal. Por eso debía mantenerse estrictamente sobre la línea de aquel acuerdo y únicamente satisfacer, en ambos, sus necesidades más primitivas.Cuando se quedó sola, se cubrió el rostro y comenzó a reír sin parar. ¡Aquella iba a ser la locura más grande de toda su vida!Jack sabía que ese acuerdo iba a mantenerlo al filo del abismo; sin embargo, era un riesgo que quería correr junto a esa mujer. Kira lo atraía desproporcionalmente, de una forma salvaje y arrolladora; inquietante, y más le valía mantenerlo
— ¿Cómo van las cosas con tu jefe, cariño? — le preguntó su abuela, Margaret, después de haber estado hablando un rato sin parar sobre cómo estaba siendo la vida en Manhattan.Ella se mordió el labio inferior y soltó un suspiro leve.— Bien, supongo.Margaret entornó los ojos y negó con la cabeza. Conocía a esa jovencita muy bien.— Hay algo más, lo sé.— Abuela… — soltó en voz baja, avergonzada.— Cariño, sabes que puedes contarme lo que sea, ¿verdad?Kira asintió. Desde que perdió a sus padres cuando solo era una niña, su abuela siempre estuvo allí para guiarla por el camino del bien, y si había alguien en quien confiar en circunstancias apretadas, era precisamente ella.— Sí, lo sé, es solo qué… — bajó la mirada. ¿Cómo le decías a tu abuela que se sentía inevitablemente atraída por su jefe sin que le pareciese una locura?— Mi niña, ¿qué sucede? ¿Ese hombre ha intentado algo contigo? ¿Se sobrepasó de alguna forma? ¡Dímelo y voy ahora mismo a Nueva York a ponerlo en su sitio!— No,
Gemidos ahogados.Emociones encarnizadas.Lujuria.Dio inicio a un encuentro desenfrenado, prohibido… peligroso.Lenguas y dientes entremezclados, suspiros, inhalación profunda y exhalación pausada.La sincronía de sus bocas era magnífica, casi perfecta.; piadosa. Él jamás había sentido un deseo así, ella tampoco se había entregado de lleno a un contacto tan de efusivo, tan cargado de anhelo, y es que por Dios, le gustaba sentirlo, le gustaba muchísimo, pese a lo incorrecto… a lo indebido. Tenía todas las terminaciones nerviosas sensibilizadas al nivel máximo.— Eres un peligro, Kira — dijo Jack contra los labios rosados de la jovencita, acariciando sus muslos y caderas —. Un peligro adictivo.Ella jadeó, todavía desesperada por sentirlo más cerca. Se aferró a su cuello y lo atrajo más contra sí misma.Demasiada ropa. Pensó.— Jack… desnúdame — musitó quedamente y se hizo de los botones de su camina, explorándolo en el proceso. Nuca, pectorales y brazos. Mientras tanto, y sin prisas,
— ¿Está lista? — la voz de Jack la sorprendió de repente. Él estaba bajo el marco de la puerta de su oficina y parecía llevar un rato allí; guapísimo como siempre.— Lo siento, no lo vi — pasó un trago en seco y se incorporó fuera de su silla ejecutiva. Observó el reloj en su escritorio solo para descubrir que debía presentarse a la cita con el juez en una hora.Todo el asunto de Lancaster no había hecho más que ponerla nerviosa, incluso trabajar le costó un par de errores que Jack no solo dejó pasar, sino que corrigió él mismo sin mayor esfuerzo.— El auto está listo para el traslado, ¿vamos?Ella tomó sus cosas y caminó discretamente hasta él.— No tiene por qué acompañarme, lo sabe.— Kira, usted trabaja para mí, por lo tanto, este asunto me concierne.— Pero…— Pero nada, mujer, te dije que tienes a los abogados del grupo Akerman de respaldo — le recordó y la tomó seductoramente de la cintura para pegarla a él, importándole un comido ser vistos por cualquiera —… me tienes a mí de