— ¿Cómo van las cosas con tu jefe, cariño? — le preguntó su abuela, Margaret, después de haber estado hablando un rato sin parar sobre cómo estaba siendo la vida en Manhattan.Ella se mordió el labio inferior y soltó un suspiro leve.— Bien, supongo.Margaret entornó los ojos y negó con la cabeza. Conocía a esa jovencita muy bien.— Hay algo más, lo sé.— Abuela… — soltó en voz baja, avergonzada.— Cariño, sabes que puedes contarme lo que sea, ¿verdad?Kira asintió. Desde que perdió a sus padres cuando solo era una niña, su abuela siempre estuvo allí para guiarla por el camino del bien, y si había alguien en quien confiar en circunstancias apretadas, era precisamente ella.— Sí, lo sé, es solo qué… — bajó la mirada. ¿Cómo le decías a tu abuela que se sentía inevitablemente atraída por su jefe sin que le pareciese una locura?— Mi niña, ¿qué sucede? ¿Ese hombre ha intentado algo contigo? ¿Se sobrepasó de alguna forma? ¡Dímelo y voy ahora mismo a Nueva York a ponerlo en su sitio!— No,
Gemidos ahogados.Emociones encarnizadas.Lujuria.Dio inicio a un encuentro desenfrenado, prohibido… peligroso.Lenguas y dientes entremezclados, suspiros, inhalación profunda y exhalación pausada.La sincronía de sus bocas era magnífica, casi perfecta.; piadosa. Él jamás había sentido un deseo así, ella tampoco se había entregado de lleno a un contacto tan de efusivo, tan cargado de anhelo, y es que por Dios, le gustaba sentirlo, le gustaba muchísimo, pese a lo incorrecto… a lo indebido. Tenía todas las terminaciones nerviosas sensibilizadas al nivel máximo.— Eres un peligro, Kira — dijo Jack contra los labios rosados de la jovencita, acariciando sus muslos y caderas —. Un peligro adictivo.Ella jadeó, todavía desesperada por sentirlo más cerca. Se aferró a su cuello y lo atrajo más contra sí misma.Demasiada ropa. Pensó.— Jack… desnúdame — musitó quedamente y se hizo de los botones de su camina, explorándolo en el proceso. Nuca, pectorales y brazos. Mientras tanto, y sin prisas,
— ¿Está lista? — la voz de Jack la sorprendió de repente. Él estaba bajo el marco de la puerta de su oficina y parecía llevar un rato allí; guapísimo como siempre.— Lo siento, no lo vi — pasó un trago en seco y se incorporó fuera de su silla ejecutiva. Observó el reloj en su escritorio solo para descubrir que debía presentarse a la cita con el juez en una hora.Todo el asunto de Lancaster no había hecho más que ponerla nerviosa, incluso trabajar le costó un par de errores que Jack no solo dejó pasar, sino que corrigió él mismo sin mayor esfuerzo.— El auto está listo para el traslado, ¿vamos?Ella tomó sus cosas y caminó discretamente hasta él.— No tiene por qué acompañarme, lo sabe.— Kira, usted trabaja para mí, por lo tanto, este asunto me concierne.— Pero…— Pero nada, mujer, te dije que tienes a los abogados del grupo Akerman de respaldo — le recordó y la tomó seductoramente de la cintura para pegarla a él, importándole un comido ser vistos por cualquiera —… me tienes a mí de
El equipo de abogados que sustentaba la versión de Lancaster hizo que Kira experimentara una indignación terrible.Estos alegaban que ella se le había insinuado a su defendido, y como muestra de rechazo, el hombre la puso en su sitio, haciéndola sentir humillada y por ese mismo motivo lo agredió físicamente al día siguiente.No aceptó un “no” como respuesta. Fue el detonante.¡Patrañas! ¡¿Cómo en el infierno se atrevían a decir algo así?! Kira estaba que no lo podía creer, y de no haber sido por la prueba contundente que tenía en su poder el equipo de abogados del grupo Akerman, ya hubiese perdido los estribos.— Un video — del que no tenía absoluto conocimiento — demostraba que Lancaster no solo la había besado en contra de su voluntad, sino que también había puesto algo en su bebida para drogarla, por lo que su versión se redujo a nada ante el juez, y aunque a cada uno le tocó hacerse responsable de sus propios cargos, el más perjudicado, moralmente, fue él. La sonrisa de suficienci
La mañana siguiente tuvo que luchar contra sí misma para obligarse a ignorarlo, y si bien cada una de las reuniones que tuvieron en conjunto transcurrieron como de costumbre, Kira se mantuvo profesional todo el tiempo y evitó a toda costa la profunda mirada azul cobalto de Jack.Poner la distancia necesaria no solo le costó meterse de lleno al trabajo, sino recurrir al tocador para ventilarse un poco y enjuagarse el rostro con agua. Lo que conseguía hacer ese hombre con ella no era para nada normal… y comenzaba a preocuparse.Su abuela se lo había dicho. Ella no era de las que iba por allí acostándose con cualquier hombre sin más, mucho menos entrando a un juego de seducción y deseo en el que solo él tenía todas las de ganar… y ella las de perder.¿Cómo no pudo preverlo? De verdad. Tenía que poner un límite, no podía seguir, no podía simplemente acostarse con Jack Akerman… y fingir que su corazón no estaba reaccionando por él da manera involuntaria.Suficiente. No más.Sabía que acaba
Esa noche, a través de su jefe de seguridad, supo que Kira se divirtió en el bar como si no hubiese un mañana. Bailó y bebió hasta que su cuerpo probablemente le dijo basta. Y es que ella era así, alegre, espontánea y soñadora, incluso a él mismo lo había contagiado más de una vez de ese maravilloso espíritu que poseía, haciéndolo reír como nunca antes lo había hecho. Damián se comportó a la altura; según Kiliam, pero altura sus pelotas. La acompañó a casa y no se marchó hasta que la supo segura. No le gustaba para nada lo que probablemente estuviese surgiendo entre ellos, sobre todo porque Damián era la clase de hombre que una mujer como Kira necesitaba en su vida, y decir que le fastidiaba habría sido poco. ¡Lo enardecía! El sábado fue a visitar a sus abuelos y el domingo por a la tarde almorzó con Harry. Con ese hombre llevaba una estrecha relación y lo quería como a un miembro de su familia. Le había enseñado demasiado. — ¿Cómo están las cosas con Kira? Se había tardado demasi
— Yo ya me iba, con permiso, hasta mañana, Ki, descansa. “Ki” Pensó Jack, volteando los ojos. — Igualmente, Damián, gracias por las flores. El muchacho solo sonrió de medio lado, asintió en dirección a su jefe y desapareció, no sin antes dar un último vistazo para comprobar lo evidente. — Cuanta familiaridad. Kira se pellizcó el puente de la nariz y negó con la cabeza. — No me diga que ha venido hasta aquí solo para seguir haciendo sus rabietas de niño caprichoso. Jack negó con una sonrisa. — No, he venido hasta aquí porque quiero disculparme contigo por lo idiota que fui. Su corazón se saltó varios latidos y se recargó contra el marco de la puerta, cruzada de brazos. — Esto sí que es una verdadera sorpresa — musitó, mordiéndose el labio — Jack Akerman ofreciendo disculpas. No sabía que una palabra como esa estaba en su vocabulario. Jack dio un paso al frente. — Ni yo, pero cuando se trata de ti… soy otro hombre — pasó un trago, mirándola fijamente — Kira, te deseo y sé que
No amanecieron juntos, pero cada uno llegó al día siguiente por su lado con ánimos increíblemente renovados, parecían otros, sobre todo Jack, que para sorpresa del personal del grupo Akerman, sonreía sin motivos aparentes.Cuando Kira entró a su oficina, sonrió desconcertada. Un precioso ramo de tulipanes blancos adornaba casi la mitad de su escritorio. Dejó sus cosas personales a un lado y buscó entre las hojas alguna tarjeta. Entusiasmada.“Ningún otro hombre, Kira Raleigh”. Y aunque la tarjeta iba sin firma, sabía que se trataba de él, de lo contrario, su corazón no hubiese reaccionado tan desmedido como lo acababa de hacer.No pudo evitar soltar una carcajada y sonrojarse hasta los poros. Parecía una niña pequeña, caprichosa y consentida.Desde su oficina, Jack la observó atento y se sintió más que complacido por esa sonrisa. Una increíble sensación de calma lo invadió. No era propio en él tener ese tipo de detalles con ninguna mujer, pero reiteraba su pensamiento: Cuando se trata