Cada vez que estaba en presencia de esa mujer se sentía desconcertado, fuera de sí. Era como si ella tuviese el completo poder de fastidiarlo y hacerle perder toda perspectiva de la realidad, pero, sobre todo, lo hacía sentir como un quinceañero que apenas se abría paso a las experiencias de la vida… del deseo.
Porque sí, desde el primer segundo que la conoció, algo en su interior se avivó, como si de pronto ella fuese ese algo que había estado, inconscientemente, esperando toda su vida.Suspiró hastiado, de verdad que estaba demasiado intrigado por esa mujer, tanto que, sin saber por qué diablos tuvo ese impulso, buscó en su correo electrónico algo que le interesaba y sonrió satisfecho después de haberlo encontrado.— Da la vuelta en el siguiente semáforo — ordenó a su jefe de seguridad, irritado por la muy mala decisión que estaba tomando.— ¿No irá al apartamento de la señorita Becca? — le preguntó el hombre, sorprendido.Becca era una mujer que frecuentaba y con la que mantenía encuentros casuales los últimos meses; nada formal, nada de sentimentalismos o vínculos que para él resultaban innecesarios. Solo era sexo… sexo y nada más.— No esta noche — musitó, serio.— ¿Lo llevo a algún lugar en particular?— Sí, acabo de reajustar la dirección en el GPS.Kira se dejó caer en el cómodo sofá rosa palo que adornaba el centro de su sala y lo contempló todo con satisfacción. Había removido un par de cosas y arreglado otras pocas, desinfectado, ordenado y decorado a su gusto. Por último, metió un pastel de chocolate al horno que era su favorito.— ¿Qué dices, Félix, te gusta nuestro nuevo hogar? — le preguntó a su gato, esperando, como siempre, que respondiera acurrucándose a un costado de ella — Lo sé, a mí también me gusta.Haber tenido que dejar Chicago no fue una decisión fácil, aunque sí muy necesaria, y es que después de descubrir a Hunter; su ex esposo, con otro en la cama, el mundo tal y como lo conocía dio un giro que jamás hubiese estado.Varios golpecitos sobre la puerta la sacaron de sus cavilaciones, y con la frente arrugada, pues era nueva en el edifico y no esperaba a nadie, abrió con cautela, sintiendo de pronto que sus pulmones dejaban de llenarse de aire, y su corazón comenzaba a latir a toda máquina.— Buenas noches, señorita Raleigh — la poderosa presencia de Jack la tomó por verdadera sorpresa.— Señor Akerman… — musitó con la boca de pronto seca — ¿Qué hace aquí?— Lamento la hora — dijo él — no es mi estilo hacer visitas tan tarde, pero en vista de que ahora trabaja oficialmente para mí y yo me preocupo por todos mis empleados, quería saber cómo seguía su pie.Kira esbozó una media sonrisa y enarcó las cejas, ocultándose un mechoncito rebelde que se había escapado de su coleta.A Jack le gustó mucho verla así, con el cabello un tanto enmarañado, desmaquillada y con un cómodo pijama de seda que le permitía apreciar unas piernas torneadas y firmes y que sustituía la ropa ejecutiva con la que la había visto los últimos días.Sin tantas decoraciones, Kira Raleigh era definitivamente guapa.— ¿Ha venido desde Manhattan a preguntar algo que pudo haber hecho a través de una llamada? — le preguntó ella con un dejo de burla.— No tenía su número de teléfono.— ¿Pero sí mi dirección exacta?— ¿Es que siempre tiene algo que contestar? — gruñó con la mirada clavada en la suya— En su expediente personal solo colocó su dirección, además, no he venido hasta aquí solo por eso.Ella pasó un trago, de repente nerviosa, y es que sin proponérselo, la presencia de ese hombre traía consigo algo que alteraba sus sentidos.— ¿Entonces…?— Me ha dicho Clara que no pasó a enfermería por la receta, así que tuvo que llamarme para que pudiera hacérsela llegar — explicó, sin dejar de mirarla… de pronto desearla — y como ya venía de camino a traérsela, me tomé el atrevimiento de pasar por una farmacia y comprar lo necesario.Ella asintió, sorprendida por tanta… amabilidad.— No tuvo por qué molestarse, señor Akerman.Jack apretó los puños, experimentando otra vez esa sensación extraña que recorría su pecho cuando estaba en presencia de esa mujer, a solo un palmo de tomarla de las caderas, pegarla firmemente a él y besarla hasta deshacerse de esa fastidiosa necesidad que tenía de ella. Inhaló lentamente. Todo ese asunto se estaba saliendo de su comportamiento habitual.— Tiene razón — dijo con acidez, extendiendo su mano para que ella tomara la funda de las medicinas — Buenas noches, señorita Raleigh, la veo mañana en la oficina.Y antes de que desapareciese por el pasillo, ella apretó los puños, se mordió la lengua y sacó medio cuerpo de la puerta.— ¿Quiere pasar? — le preguntó, intentando no sentirse más nerviosa de lo que ya estaba. Jack entornó los ojos — Digo, ya que está aquí, quizás le apetezca tomar algo.— No bebo alcohol entre semana — murmuró.— Estaba hablando de una taza de chocolate caliente — sonrió con inocente picardía — el clima de esta temporada lo amerita.— Un vaso de agua estaría bien.Ella asintió y se hizo a un lado, inhalando, sin poder evitarlo, el rastro del perfume masculino que él fue dejando a su paso.Jack no pudo evitar echar un vistazo a su alrededor. El lugar era pequeño, demasiado, tanto que podía asfixiar a quien no estuviese acostumbrado a espacios así. La decoración era sencilla, minimalista; solo constaba de un sofá amplio, dos bancos en la barra de la cocina que servía como comedor y unos cuadros decorativos que, en especial, uno de ellos llamó su atención.“La vida no acaba después del divorcio, al contrario, apenas comienza”Enarcó una ceja. ¿Es que acaso era una mujer divorciada? Le intrigó saber, si apenas, según su hoja de vida, tenía veinticinco. Daba igual, no se sorprendía de que un hombre la dejase, con lo insufrible y terca que era… ¿quién la aguantaría?— Es una frase muy particular — dijo, buscándola con la mirada. Ella terminaba de servir el agua para él y una taza de chocolate caliente para sí misma.— La escuché de mi psicóloga.— ¿Psicóloga? — negó con la cabeza.— No me diga — suspiró ella — es usted de los que cree que los psicólogos son solo para los locos.Jack se encogió de hombros. Tenía las manos metidas dentro de los bolsillos de su pantalón.— ¿Para qué podría ser si no?— Para ayudarnos a manejar los conflictos que tenemos aquí… y aquí — se señaló la cabeza y después el corazón, y caminó de regreso a la sala con él — ¿Está seguro de que no quiere chocolate? Lo he preparado yo misma, y no es por adularme, pero me queda muy bien.— No lo dudo, pero no me gusta el chocolate — expresó — el dulce en general.— Con razón… — murmuró ella en voz baja, ocultando una sonrisa a través de su taza.— La he escuchado, señorita Raleigh — le dijo con seriedad — y esas indirectas no la llevarán a ninguna parte, además, ¿qué de malo tiene que no me guste el dulce? Es perjudicial para la salud, ¿si lo sabe? Podría desarrollar enfermedades que ahora no ve, pero que más adelante le pasaran factura.Ella se encogió de hombros, divertida, dando otro sorbo a su taza. Estaba deliciosa.— No se puede ser tan estricto en la vida, señor Akerman, a veces hay que romper una que otra regla… ¿no se lo parece? — ella se relamió los labios de chocolate y Jack pasó un trago.No lo soportó más.Esa mujer era una coqueta por naturaleza, una atrevida, y él… maldición, él era de los que sabía controlarse, pero no con ella.— Yo no rompía las reglas, Kira… hasta que llegaste tú— dijo en tono letal; era la primera vez que la llamaba por su nombre de pila, y acto seguido, le quitó la taza de las manos, la tomó de la nuca y enredó los dedos entre su cabello suave. Después, se inclinó a su boca para demostrárselo.La besó con agonía.Los alborozados ojos de Kira titilaron tras sentir el impacto de esa boca profesional contra la suya, y aunque hubiese podido romper el contacto, alejarse de súbito y propiciarle una cachetada por semejante abuso, no logró hacerlo, en realidad… no quiso hacerlo.Y es que el sabor de sus labios era tan bueno, tan mentolado, tan increíblemente adictivo, que no hubo modo de que quisiese escapar del hechizo al que repentinamente había sido arrastrado.¿Iba en contra de sus propios principios? Sí: en negrita y subrayado.¿Iba a detenerse? ¡Ni que estuviese loca! Ese hombre, aunque le pesara reconocerlo, era la fantasía erótica de cualquier mujer, sobre todo la de una que jamás había sido besada de tal modo, como si ella fuese la única gota de agua en el desierto.Rodeó con agilidad su cuello y lo pegó contra sí, alzándose sobre sus puntillas para así poder estar medianamente a su altura… y se dejó llevar, como pluma en el viento, como melodía que recorre las calles de invierno en pleno apo
Lo intentó, de verdad que sí, pero no pudo, y eso era lo que lo tenía rabioso e inquieto esa mañana.El beso que había compartido con Kira era algo que simplemente no podía sacarse de la cabeza; lo que resultaba un peligro, porque cuando se involucraba de más, ya sabía cómo acababa, y daba lo mismo de quien se tratase, él solo sabía destruir y alejar a las personas de su lado antes de que ellas gozaran de la oportunidad para hacerlo antes.En el piso habitual del grupo Akerman, las puertas del ascensor se abrieron al mismo tiempo que escuchaba una risa femenina, y como si todas sus alertas se hubiesen disparado de súbito, a través de una enorme pared de cristal que lo delimitaba con el comedor, la vio.Estaba rellenando un termo de café mientras mantenía una muy divertida conversación con dos jóvenes que, además de saber que pertenecían al departamento de finanzas, parecían muy interesados en ella.Los celos que jamás llegaría a admitir en voz alta porque le parecían de lo más absurdo
Durante toda la reunión, el estoicismo de Kira lo hizo sentir inquieto, en descontrol. Ella se desenvolvía con absoluta tranquilidad y profesionalismo, como si de verdad nada hubiese ocurrido entre ellos. Incluso, hubo un momento en el que hizo reír a los inversionistas con un chiste bastante apropiado y estos asintieron entre sí, como si se dijesen con la mirada que esta chica tenía potencial. Y sí, maldición, lo tenía, pero además de eso, gozaba de un poder natural para capturar miradas, porque si bien la suya no la había podido apartar de sus caderas, el resto tampoco, y eso, aunque odiaba reconocerlo, era una afrenta personal que le fastidiaba. Para el final de la presentación, Miller también participó con un par de ideas que reforzaron la estrategia de Kira, y a las que Jack aprobó como buenas; también ella, aunque creía que necesitaban un poco más de propósito y se lo hizo saber de manera amable, cosa que a Miller no le gustó y e intercambiaron un par de diferencias verbales cu
Jack sujetó la cabeza de Kira y la reclamó con decisión.Ella se permitió saborearlo con todo el ardor que le exigía su cuerpo en ese momento y se dejó arrastrar a palpas contra el escritorio. Objetos cayeron y papeles volaron. Gimió de gusto, de placer. Jamás había sido besada de esa forma tan intensa, tan pasional… tan urgente.El beso de Jack era más de lo que hubiese esperado de un hombre. Era simplemente primitivo, ardiente y decisivo. Era todo aquello de lo que quería gozar.Con agilidad, Jack la subió sobre el escritorio, le elevó la falda y se acomodó en medio de sus piernas mientras se hacía de la cremallera de su pantalón. Le hubiese encantado desvestirse completamente y desvestirla, pero no había tiempo y tampoco estaban en el lugar más adecuado para ello.Kira no podía pensar con claridad; parecía haber comenzado a perder toda perspectiva de la realidad. Él tampoco podía, pues un sentimiento primitivo se había apoderado de él y no tenía intención de dejarlo en paz, no hast
Por supuesto que había una mujer en su vida. ¿Qué creía? ¿Qué un hombre cómo él no frecuentaba con nadie más?La tal Becca era una mujer despampanante, esbelta y con curvas pequeñas, casi rayaba la perfección la condenada. Su juicio se había nublado por un segundo y tuvo que tomar una profunda inhalación discretamente.Lo que acababa de compartir con ese hombre había sido solo sexo, sí, sexo y nada más, algo sin importancia, algo que, definitivamente, no podía volver a repetirse, así que debía tomar decisión inteligente y evitar, a toda costa, que estuviese basada en las emociones.— Gracias por permitirme usar su baño, señor Akerman, con permiso — logró decir, buscando lucir relajada e indiferente ante la situación.Jack asintió mientras la mujer enganchada a su cuello la miraba con una sonrisa de suficiencia.Salió de allí con el corazón latiéndole a toda máquina; aunque lo ocultase muy bien. Solo quería llegar a casa, refugiarse en ese cálido espacio y olvidar todo aquello que cons
Se había quedado tonteando un rato con el móvil cuando vio la hora y saltó como un resorte.Escoger un vestido formal no supuso un problema, al contrario, no era de las chicas que se complicaban tanto, y en menos de una hora, no solo estaba lista, sino que también el auto había llegado por ella y una notificación en su teléfono le hizo saber que el chofer no era el único en acompañarla durante su trayecto a la reunión.Jack se sentía más ansioso que de costumbre, y esa sensación no hizo más que intensificarse cuando vio a Kira atravesar las puertas de cristales de su edificio.Esa noche iba enfundada en un entallado vestido rojo capaz de acaparar todas las miradas, pequeños pendientes dorados y el cabello atado en una coleta alta eran parte de su atuendo.Perfecta. No pudo evitar reconocer.— Señor Akerman, buenas noches, no sabía que compartiríamos el taxi — su femenina voz lo inquietó. Era como escuchar algo dulce y adictivo… y eso que él no era de ningún tipo de adicciones que no f
— Lo que he querido decir es… — Jack se aclaró la garganta y de inmediato pensó en lo impulsivo y gran idiota que había sido. ¿Cómo que no, Jack? ¿Cómo diablos qué no? No tienes derecho a nada que la concierne, a su vida privada, a nada de ella… sobre todo porque es tu asesora y nada más. Jodido imbécil. Se dijo, furiosísimo — La señorita Raleigh debe estar exhausta y seguro querrá descansar, además, mañana le espera una larga e intensa jornada laboral.Kira lo fulminó con aquellos ojos amielados que parecían querer convertirse en dagas muy filosas para así poder aniquilarlo silenciosamente. ¿Cómo se atrevía? ¿Exhausta? ¿Intensa jornada laboral? Ja, faltaba más.— De hecho, señor Akerman, mañana es sábado y agotada, no estoy — una pequeña sonrisa afloró de la boca femenina y regresó la vista al hombre. Jack se tensó en su sitio — Señor Lancaster, ¿le parece si el primer trago lo invito yo?Jack apretó los puños con impotencia y deseó que la tierra se lo tragara para así no tener que p
Minutos antes… — Por favor, mujer, aceptaste una cita — se burló Lancaster. — Exacto, una cita, no que me besara, mucho menos que me propusiera llevarme a la cama. — Es lo que quieren todas las mujeres. Ella esbozó una sonrisa sin alegría, resignada. Bravo, un patán más. — Yo no soy cualquier mujer. — Por supuesto que no, sé que eres diferente, vales un anillo de compromiso en tu dedo, pero eso no quita que estés lo suficiente buena para llevarte a la cama la primera cita — se acercó a ella —. Sé que quieres esto tanto como yo. — Se equivoca — tomó su bolso y dejó un billete sobre la barra —. Para que no crea que por un par de Cosmopolitan le debo una noche en el hotel más exclusivo de Manhattan. Empujó cuerpos que bailaban y buscó salir de allí cuando, de pronto, un leve mareo hizo que se aferrara al antebrazo de un camarero para no caer. Sudor frío perló su frente y un latigazo de escalofrío recorrió su espina dorsal. — Señorita, ¿se encuentra bien? Ella negó y se llevó las