Tonto, idiota, arrogante…
Kira se había quedado con todas las ganas de seguir insultandolo, pero habría sido ridículo y en vano, además de gastar la energía que debía usar esa misma mañana en el debate, porque si pensaba fastidiarla y seguir poniéndole piedras en el camino por la idea machista que tenía sobre las mujeres, estaba muy equivocado, y le demostraría cuánto.
En su silla ejecutiva, Jack no dejaba de pensar en que esa mujer lo tentada de maneras desproporcionales, y reconocerse a sí mismo que ella de verdad tenía el temple para trabajar en su equipo, lo alteraba más.
— Te noto ansioso — le dijo Harry en voz baja, ya estaban en la sala de reuniones.
— Tú tienes la culpa, todavía sigo creyendo que la idea de esa mujer aquí no traerá nada bueno, es tan… temperamental — soltó, recordando la escena de hace unos minutos.
Harry colocó una mano en su hombre y lo miró divertido.
— Lo que te molesta es que ella no sea como el resto de tus empleados y camine fuera de la línea, que haga y diga lo contrario a lo que tú deseas, ¿no es así?
— Es lo que se supone debería hacer un empleado, obedecer a su jefe.
— Quizás lo que necesites, a partir de ahora, son ideas realmente competitivas, no unas marionetas que te hagan creer que siempre tienes la razón por miedo a que les despidas.
Jack volteó a mirarlo con gesto furtivo.
— ¿Estás tratando de decir que doy miedo a mis empleados?
— ¿Quieres que te responda?
— Tonterías — bufó — no sé cómo te he aguantado todos estos años.
El hombre soltó una pequeña carcajada.
— Porque soy el único que ha sabido llevarte el ritmo.
— Precisamente por eso no creo que esa mujer vaya a… — un pequeño silencio se hizo de pronto, y al mismo tiempo, su mirada se perdía en un punto fijo a través del cristal de la sala.
Harry notó que ese punto fijo se trataba de Kira, y sorprendido, enarcó las cejas. Jamás, en los años de conocerlo, había visto en su rostro una expresión que se le comparara. Ella también correspondió al encuentro a medida que, a paso ligero, se acercaba. Y notó, desde su propia perspectiva, que las chispas entre ambos jóvenes, emanaban.
Suspiró, solo esperaba que nada mal saliese de allí, pues los conocía a los dos, y si tuviese que definirlos a ambos en una sola palabra, era la terquedad. Jack tenía trece años cuando lo conoció, siempre había sido extrovertido y apasionado, pero desde que su madre lo abandonó a él y a su padre, se volvió arrogante, frío y sin apegos emocionales. Y Kira… sonrió para sí mismo; esa jovencita siempre había sido luz, un alma pura, entregada y amorosa desde la infancia, no dejaba nada a la mitad, le gustaba vivir, aferrarse, amar con intensidad, y a pesar de que su matrimonio de tres años resultó ser un fracaso, vivió su duelo de manera optimista, dispuesta a volver a empezar.
Jack sacudió la cabeza y apartó discretamente la mirada, ocultándose bajo esa capa de frialdad que siempre usaba con los demás, y la misma con la que dio la reunión por iniciada.
El debate estuvo cargado de tensión e ideas divididas. Pocas veces él intervenía, en realidad, casi nada; pues prefería reparar en detalles como la forma en la que los postulantes se desenvolvían o defendían su punto. Harry no se equivocó cuando le dijo que Kira era buena en su elemento, no se dejaba intimidar por los años de experiencia de los demás y siempre tenía algo que argumentar con sólida seguridad. Incluso hubo un momento en el que él tuvo que hacer varias preguntas y ella respondió cada una sin titubear, segura su propio conocimiento, y a diferencia del resto, que era importante resaltar, tenía un manejo del lenguaje corporal que parecía casi natural.
— Disculpa que te interrumpa, Kira, pero lo que propones se aleja de la esencia del grupo Akerman — un joven, que Jack sabía era un excelente estratega y estaba peleando por el puesto, se removió incómodo sobre su silla, encontrando una clara competencia en ella.
Kira recargó las manos sobre la superficie del amplio escritorio de vidrio templado y mostró con seguridad una sonrisa que rayaba la intimidación. Jack negó y miró a Harry, sorprendido. ¿Cómo podía caber tanta entereza en un cuerpo tan pequeño… y jodidamente atractivo?
— Señor Miller, la próxima vez me gustaría que se dirigiese a mí, como lo ha venido haciendo con todos los hombres de esta sala — le pidió con asombrosa tranquilidad.
El joven pasó un trago amargo y miró brevemente a Jack como si buscara respaldo, pero este simplemente se recargó contra el respaldo de su silla y se cruzó de brazos, decidiéndose por el silencio y obligándolo a que se defendiera a sí mismo como el hombrecito que era.
Por otro lado, reconoció que Kira tenía razón. Todo el tiempo había estado refiriéndose a los demás con respeto y a ella simplemente la tuteaba como si no estuviese a la altura del debate, y pues aunque a él mismo le pesara reconocerlo, ella de verdad estaba preparada.
— Lo siento, señorita Raleigh — gruñó Miller con indiferencia — pero reafirmo lo que dije, lo que usted propone nos aleja de lo que ha mantenido al grupo Akerman en los primeros lugares de la pirámide empresarial, se lo digo por si no le dio tiempo investigar lo suficiente.
— Y lleva razón, señor Miller; aunque creo que esa información es de conocimiento público. ¿Tuvo usted que investigarla? — apuntó con ironía y Jack y se tuvo que guardar una sonrisa, meneando la cabeza. ¡Qué mujer! — Pero regresando a lo que de verdad nos interesa, sabrá, a través de su ardua investigación, que las ventas de estos últimos años se han mantenido en los mismos números — explicó, al frente — Y aunque es lógico que se quiera apostar siempre por lo seguro, ¿por qué no aspirar a más? Pienso que la expansión y acaparar posibles nuevos clientes siempre será una excelente opción, por eso, lo mejor en estos tiempos, es hacer uno de las herramientas que nos brinda la tecnología, y explorar, a través de las redes sociales y creadores de contenido, un área que el grupo Akerman todavía no ha alcanzado, pero al que yo los puedo llevar con mi vasta experiencia.
Jack se irguió completamente asombrado y miró a Harry, quien no dudó en lanzarle un “te lo dije” en voz baja. El asunto de las redes sociales y los creadores de contenido se había tocado antes en la empresa, pero, nunca, de la forma tan convincente y profesional en lo que ella lo había hecho.
— Entiendo, señorita Raleigh, lo que está tratando de decir es que dejemos en manos de las celebridades de internet, lo que comúnmente se llama “influencers” — apuntó con comillas y en tono de burla — el prestigio de una empresa de este calibre.
Kira esbozó una sonrisa de suficiencia; estaba más que capacitada para lidiar con esa clase de tipos.
— ¿Qué es lo que le molesta, señor Miller? ¿Qué no se le haya ocurrido a usted primero o que su idea, que ya no rinde frutos como antes, sea solo para impresionar al director ejecutivo de esta empresa?
Miller apretó los puños bajo la mesa y se levantó con chispas que emanaban de sus puros.
— ¡Suficiente! — intervino Jack. No iba a consentir una disputa entre dos posibles empleados de la empresa. No había sucedido antes y no lo consentiría ahora. Miró con seriedad a ambos postulantes —. Señor Miller, señorita Raleigh — se dirigió a ambos respectivamente — Como director ejecutivo del equipo Akerman, estoy muy agradecido de que le hayan puesto verdadero empeño a cada una de sus propuestas; ambas son buenas, pero necesito resultados eficientes, y sea cual sea la estrategia; no me importa cuál, todo el mundo tiene que estar hablando del grupo Akerman en los próximos meses. El puesto de asesor personal, como sabrán, es solo uno, pero me gustaría pedirles, a ambos, si es posible, que trabajen de la mano en algo que nos beneficie a todos, por eso, con el hasta ahora director de estrategias del grupo, hemos decidido que la señorita Raleigh ocupará su lugar en la dirección, y usted, señor Miller, la secundará como su asesor de estrategia, pero mi pregunta es: ¿están dispuestos a colaborar por el bien de la empresa?
Kira y Miller se miraron. Ella nunca había tenido problemas para trabajar en equipo, y aunque no era lo que esperaba, no dudó en tomarlo, en cambio, Miller, siempre había ido por todo o nada, no se quedaba con los puestos pequeños, al contrario, se proponía escalar, y si debía enfrentarse laboralmente a la “señorita Raleigh” — pensó con sorna en su mente — lo haría.
Los dos terminaron por asentir.
— Bien, el resto puede retirarse — ordenó.
Harry se acercó a Kira para felicitarla por tan increíble debate y después aceptó ir por el café que le había ofrecido Sophie, como acostumbraba.
— Es buena en su elemento, señorita Raleigh. Bienvenida al grupo Akerman — ella terminaba de apilar sus carpetas cuando escuchó la poderosísima voz de Jack en su espalda, erizándola de pies a cabeza.
— Gracias, señor Akerman — dijo al girarse — aunque le confieso que no esperé un ascenso tan pronto.
Jack la miró una con leve sonrisa.
— Estoy apostando por las referencias que tengo de usted — le dijo — y por su talento también, por supuesto, soy un hombre correcto y debo aceptar que se ha defendido su punto bastante bien, pero dígame, señorita Raleigh, ¿es consciente de lo que implica un cargo como este?
Ella le sostuvo la mirada, segura de sí.
— Lo estoy.
— ¿Y está dispuesta a asumirlo?
Un inequívoco brillo de aventura bailó en sus ojos.
— Siempre y cuando usted no me ponga piedras en el camino — bromeó.
Jack soltó una leve carcajada y negó con la cabeza.
— Tiene vía libre, señorita Raleigh — se aventuró a decir — para lo que quiera…
La forma tan implícita en la que Jack murmuró esas palabras, hizo que una corriente eléctrica sacudiera partes de ella que hasta ese momento no sabía que existían.
— En ese caso, le prometo que estaré a la altura del cargo.
— Bien. ¿Cómo sigue su pie? — quiso saber
La había estado observando durante toda la reunión, y aunque era evidente que estaba soportando el dolor como una hembra, su forma de caminar, por lo mismo, era muy pausada.
— Sobreviviré — bromeó.
Jack asintió con una sonrisa.
Esa mujer no tenía remedio, e iba a ser bastante interesante trabajar a su lado.
— Recupérese pronto — le dijo él con voz profunda. Ella asintió levemente e iba a hacerse su propio camino cuando volvieron a tropezarse — le dije que se fijara por donde caminaba, señorita Raleigh, ¿o debería decirle señorita tropiezo?
— Usted se metió en mi camino — murmuró quedamente, todavía cerca de él… demasiado, y con las mejillas calientes… mucho.
Jack se humedeció los labios y la miró con esos ojos pintados de azul cobalto.
— Y parece no molestarle.
— ¿Le molesta a usted?
Sus rostros estaban tan cerca del otro, que podían incluso respirarse. Jack la miró con los ojos pintados de azul cobalto y abrió la boca para decir algo, pero, de pronto, la alarma en el móvil de ella rompió la tensión que entre ambos se habían generado.
Kira se alejó sintiendo que fuego vivo recorría sin compasión cada una de sus vértebras. Sacó el móvil del bolsillo de su falda y lo apagó sin mirarlo.
Sin embargo, Jack, que parecía tener ojo de inteligencia avanzada, alcanzó a leer que se trataba de una alarma programada para la toma de pastillas anticonceptivas, y de pronto, sin saber por qué diablos, no le agradó la idea de que un hombre estuviese en su vida.
— Hasta mañana, señorita Raleigh — dijo de forma abrupta, ahora otra vez con su típico humor, y salió de allí con rabia contenida, con una sensación extraña en el pecho, con… ¿celos?
¡Semejante tontería! Pensó al tiempo que su jefe de seguridad lo seguía a quien sabe qué lugar.
Cada vez que estaba en presencia de esa mujer se sentía desconcertado, fuera de sí. Era como si ella tuviese el completo poder de fastidiarlo y hacerle perder toda perspectiva de la realidad, pero, sobre todo, lo hacía sentir como un quinceañero que apenas se abría paso a las experiencias de la vida… del deseo. Porque sí, desde el primer segundo que la conoció, algo en su interior se avivó, como si de pronto ella fuese ese algo que había estado, inconscientemente, esperando toda su vida. Suspiró hastiado, de verdad que estaba demasiado intrigado por esa mujer, tanto que, sin saber por qué diablos tuvo ese impulso, buscó en su correo electrónico algo que le interesaba y sonrió satisfecho después de haberlo encontrado. — Da la vuelta en el siguiente semáforo — ordenó a su jefe de seguridad, irritado por la muy mala decisión que estaba tomando. — ¿No irá al apartamento de la señorita Becca? — le preguntó el hombre, sorprendido. Becca era una mujer que frecuentaba y con la que mantení
Los alborozados ojos de Kira titilaron tras sentir el impacto de esa boca profesional contra la suya, y aunque hubiese podido romper el contacto, alejarse de súbito y propiciarle una cachetada por semejante abuso, no logró hacerlo, en realidad… no quiso hacerlo.Y es que el sabor de sus labios era tan bueno, tan mentolado, tan increíblemente adictivo, que no hubo modo de que quisiese escapar del hechizo al que repentinamente había sido arrastrado.¿Iba en contra de sus propios principios? Sí: en negrita y subrayado.¿Iba a detenerse? ¡Ni que estuviese loca! Ese hombre, aunque le pesara reconocerlo, era la fantasía erótica de cualquier mujer, sobre todo la de una que jamás había sido besada de tal modo, como si ella fuese la única gota de agua en el desierto.Rodeó con agilidad su cuello y lo pegó contra sí, alzándose sobre sus puntillas para así poder estar medianamente a su altura… y se dejó llevar, como pluma en el viento, como melodía que recorre las calles de invierno en pleno apo
Lo intentó, de verdad que sí, pero no pudo, y eso era lo que lo tenía rabioso e inquieto esa mañana.El beso que había compartido con Kira era algo que simplemente no podía sacarse de la cabeza; lo que resultaba un peligro, porque cuando se involucraba de más, ya sabía cómo acababa, y daba lo mismo de quien se tratase, él solo sabía destruir y alejar a las personas de su lado antes de que ellas gozaran de la oportunidad para hacerlo antes.En el piso habitual del grupo Akerman, las puertas del ascensor se abrieron al mismo tiempo que escuchaba una risa femenina, y como si todas sus alertas se hubiesen disparado de súbito, a través de una enorme pared de cristal que lo delimitaba con el comedor, la vio.Estaba rellenando un termo de café mientras mantenía una muy divertida conversación con dos jóvenes que, además de saber que pertenecían al departamento de finanzas, parecían muy interesados en ella.Los celos que jamás llegaría a admitir en voz alta porque le parecían de lo más absurdo
Durante toda la reunión, el estoicismo de Kira lo hizo sentir inquieto, en descontrol. Ella se desenvolvía con absoluta tranquilidad y profesionalismo, como si de verdad nada hubiese ocurrido entre ellos. Incluso, hubo un momento en el que hizo reír a los inversionistas con un chiste bastante apropiado y estos asintieron entre sí, como si se dijesen con la mirada que esta chica tenía potencial. Y sí, maldición, lo tenía, pero además de eso, gozaba de un poder natural para capturar miradas, porque si bien la suya no la había podido apartar de sus caderas, el resto tampoco, y eso, aunque odiaba reconocerlo, era una afrenta personal que le fastidiaba. Para el final de la presentación, Miller también participó con un par de ideas que reforzaron la estrategia de Kira, y a las que Jack aprobó como buenas; también ella, aunque creía que necesitaban un poco más de propósito y se lo hizo saber de manera amable, cosa que a Miller no le gustó y e intercambiaron un par de diferencias verbales cu
Jack sujetó la cabeza de Kira y la reclamó con decisión.Ella se permitió saborearlo con todo el ardor que le exigía su cuerpo en ese momento y se dejó arrastrar a palpas contra el escritorio. Objetos cayeron y papeles volaron. Gimió de gusto, de placer. Jamás había sido besada de esa forma tan intensa, tan pasional… tan urgente.El beso de Jack era más de lo que hubiese esperado de un hombre. Era simplemente primitivo, ardiente y decisivo. Era todo aquello de lo que quería gozar.Con agilidad, Jack la subió sobre el escritorio, le elevó la falda y se acomodó en medio de sus piernas mientras se hacía de la cremallera de su pantalón. Le hubiese encantado desvestirse completamente y desvestirla, pero no había tiempo y tampoco estaban en el lugar más adecuado para ello.Kira no podía pensar con claridad; parecía haber comenzado a perder toda perspectiva de la realidad. Él tampoco podía, pues un sentimiento primitivo se había apoderado de él y no tenía intención de dejarlo en paz, no hast
Por supuesto que había una mujer en su vida. ¿Qué creía? ¿Qué un hombre cómo él no frecuentaba con nadie más?La tal Becca era una mujer despampanante, esbelta y con curvas pequeñas, casi rayaba la perfección la condenada. Su juicio se había nublado por un segundo y tuvo que tomar una profunda inhalación discretamente.Lo que acababa de compartir con ese hombre había sido solo sexo, sí, sexo y nada más, algo sin importancia, algo que, definitivamente, no podía volver a repetirse, así que debía tomar decisión inteligente y evitar, a toda costa, que estuviese basada en las emociones.— Gracias por permitirme usar su baño, señor Akerman, con permiso — logró decir, buscando lucir relajada e indiferente ante la situación.Jack asintió mientras la mujer enganchada a su cuello la miraba con una sonrisa de suficiencia.Salió de allí con el corazón latiéndole a toda máquina; aunque lo ocultase muy bien. Solo quería llegar a casa, refugiarse en ese cálido espacio y olvidar todo aquello que cons
Se había quedado tonteando un rato con el móvil cuando vio la hora y saltó como un resorte.Escoger un vestido formal no supuso un problema, al contrario, no era de las chicas que se complicaban tanto, y en menos de una hora, no solo estaba lista, sino que también el auto había llegado por ella y una notificación en su teléfono le hizo saber que el chofer no era el único en acompañarla durante su trayecto a la reunión.Jack se sentía más ansioso que de costumbre, y esa sensación no hizo más que intensificarse cuando vio a Kira atravesar las puertas de cristales de su edificio.Esa noche iba enfundada en un entallado vestido rojo capaz de acaparar todas las miradas, pequeños pendientes dorados y el cabello atado en una coleta alta eran parte de su atuendo.Perfecta. No pudo evitar reconocer.— Señor Akerman, buenas noches, no sabía que compartiríamos el taxi — su femenina voz lo inquietó. Era como escuchar algo dulce y adictivo… y eso que él no era de ningún tipo de adicciones que no f
— Lo que he querido decir es… — Jack se aclaró la garganta y de inmediato pensó en lo impulsivo y gran idiota que había sido. ¿Cómo que no, Jack? ¿Cómo diablos qué no? No tienes derecho a nada que la concierne, a su vida privada, a nada de ella… sobre todo porque es tu asesora y nada más. Jodido imbécil. Se dijo, furiosísimo — La señorita Raleigh debe estar exhausta y seguro querrá descansar, además, mañana le espera una larga e intensa jornada laboral.Kira lo fulminó con aquellos ojos amielados que parecían querer convertirse en dagas muy filosas para así poder aniquilarlo silenciosamente. ¿Cómo se atrevía? ¿Exhausta? ¿Intensa jornada laboral? Ja, faltaba más.— De hecho, señor Akerman, mañana es sábado y agotada, no estoy — una pequeña sonrisa afloró de la boca femenina y regresó la vista al hombre. Jack se tensó en su sitio — Señor Lancaster, ¿le parece si el primer trago lo invito yo?Jack apretó los puños con impotencia y deseó que la tierra se lo tragara para así no tener que p