Lilia se mira en el espejo y sonríe debido a las ojeras que tiene. Se siente tonta porque esa hinchazón en el contorno de sus ojos le es causa de felicidad. Pero todo se debe a que madrugó la noche anterior, gracias a que estuvo hablando con Bratt por medio de mensajes de texto.
Es la primera vez que tiene ese tipo de amistad con alguien, y ha sido la razón por la que le ha subido el ánimo y la autoestima también.
—Eres tan divertido y lindo, Bratt —musita mientras mira a la nada con una sonrisa tonta—. Mis momentos favoritos son los que me paso hablando contigo. ¿Te sucederá a ti lo mismo? Puede que no, de seguro tus momentos preferidos son los que le dedicas a tu mejor amiga.
Ella se dirige a la cocina para desayunar, pero a medio camino se esconde porque escucha la voz de su madre, lo que significa que ella se encuentra allí.
Escondida, espera a que su progenitora salga para ella poder entrar. Todo se debe a lo estricta y brusca que suele ser su mamá, en cuanto a la alimentación se trata, al punto de que Lilia se siente presionada por ella; por lo tanto, no le gusta mucho estar en su presencia porque le da la sensación de que le repugna a su progenitora, y eso la hace sentir muy avergonzada.
—Buenos días, mi niña —la saluda su nana—. ¿Qué quieres desayunar hoy? —pregunta complaciente.
Lilia se pone un dedo sobre los labios y se queda pensativa. Aquel día desea pecar con el desayuno como suele hacer a veces, así que decide pedir panqueques y un batido de chocolate.
La señora empieza a prepararlos junto a Lilia, quien disfruta mucho ayudarla a cocinar. Cuando todo queda listo, Lilia se sienta en la mesa de la cocina porque prefiere desayunar allí. Se frota las manos y su boca saliva de más al saber que pronto disfrutará de tal delicia de la que casi siempre se abstiene.
—¿Qué es lo que estás comiendo, cerda? —interpela su madre, quien ha entrado a la cocina sin ser percibida, y la mira con desprecio y asco.
Lilia da un respingo del espanto y baja el rostro asustada y avergonzada.
—Hoy tenía ganas de romper un poco la dieta. Es que estoy cansada de comer lo mismo siempre, aparte de que nunca quedo satisfecha, mamá —se excusa.
—¡Eres una adicta a la comida! ¿Acaso no te da vergüenza? Yo con tu apariencia estaría pensando en hacerme un par de cirugías y ni siquiera probaría bocado. Pero ¡claro! La cerdita solo piensa en tragar y tragar. ¡Eres repugnante, puerca! ¡Oink, oink! —se burla, haciendo gestos despectivos con la nariz y con la boca.
Lilia llora en silencio mientras su cuerpo es sacudido por varios espasmos. Su madre, en cambio, la mira con rabia. Simplemente no la soporta. Es tan débil y patética que su sola presencia le es molesta.
Entretanto, María observa la escena con expresión triste. Le da mucha lástima la manera en que esa familia trata a la joven, lo que le parece injusto y malvado.
La señora Rocca sale de la cocina sin añadir nada más, dejando a su hija menor destrozada y en un mar de lágrimas.
—Mi niña, no le hagas caso a tu madre. Tú eres hermosa con o sin hacer dieta; además, disfrutar la comida que te gusta no está mal. No llores más, por favor. Cómete tu desayuno, ¿sí?
—¡No! —estalla Lilia con gran ira—. ¡No me voy a comer esa basura! ¡Todo esto es tu culpa! ¿Crees que me ayudas cuando quieres combatir mi desdicha con más comida? ¡Pues no! No me ayudas, María. —Ella sale corriendo fuera de la cocina y se encierra en su habitación a llorar.
Siente tanto asco de sí misma.
—¡Soy una cerda asquerosa y repugnante! Por eso nadie me quiere. No importa lo que haga, siempre seré una perdedora. Esa es la razón por la que Bratt no me besó, a pesar de que es un mujeriego.
Lilia se acurruca sobre el colchón y cierra los ojos para imaginarse que vive en el mundo donde las protagonistas feas son amadas y rescatadas por el príncipe atractivo. Fantasea con que un chico como Bratt la mira con amor y se la lleva lejos de su familia.
Los días transcurren y con ellos el verano, entonces Lilia se prepara para viajar. Por suerte su padre no la enviará a estudiar a la misma universidad que a su hermana, por lo que no tendrá que soportar sus humillaciones ni sus burlas.
Ese viaje la hace sentir feliz y aliviada, puesto que es sinónimo de libertad, al no tener que lidiar con su familia con la misma frecuencia con que lo hace viviendo en la mansión.
—Iremos a ciudades diferentes —dice ella mientras hace un puchero.
—Es mucha casualidad que estudiarás en la misma universidad que Serena. ¿Te imaginas que se encuentren y se hagan amigas? —Él ríe divertido.
—Eso sería raro, dado que conozco muchos detalles de su vida sin nunca haberla visto.
—Pues sí. Yo prefiero que no sea así porque tú perteneces a esa parte de mi vida que no quiero compartir con nadie.
Las palabras de Bratt le llegan profundo y, en la mente de Lilia, adquieren un significado diferente al que este le quiso dar.
«De seguro se avergüenza de mí», piensa con tristeza mientras se abraza a sí misma.
—Me imagino... —responde con desdén—. No te preocupes, si llego a encontrármela nunca le haré saber que te conozco.
—Eso sería genial —expresa él mientras mira a las olas chocar contra las rocas.
Lilia, en cambio, se entretiene admirando el perfil simétrico y hermoso de Bratt. Le encnata la manera en que sus ojos azules brillan al perderse en sus pensamientos, lo sonrojada que luce su mejilla y cómo el viento le levanta el cabello negro y ondulado, como si jugara con las hebras sedosas; todo en él la hacen sentir que contempla la obra de arte más valiosa y hermosa del universo.
Se pregunta qué se sentiría besar a un chico como él, asimismo, ser esa chica especial que lo desvela y lo hace suspirar.
«Serena es muy afortunada», se dice a sí misma con un poco de envidia, «De seguro ella es delgada y muy bella».
—¿En qué estás pensando? —pregunta Lilia y se le acerca, a lo que él la encara con una sonrisa, acción que a ella le provoca que el pulso se le acelere.
—En mi futuro. Fue difícil que el abuelo aceptara dejarme estudiar medicina, pero por fin cedió. Como consecuencia de eso me odia y soy la vergüenza de los Nisson; sin embargo, no me importa porque tomaré las riendas de mi propia vida.
—Me alegro mucho. —Ella suspira y le sonríe. Esa sonrisa sincera y que le ilumina el rostro le causa estragos a Bratt, quien lucha contra las ganas de apropiarse de esos labios rosados, cuya textura luce suave y lo hace imaginar lo dulces que deben ser.
«No cometeré el mismo error que con Serena. De verdad no quiero perder la amistad que está surgiendo entre nosotros por un tonto impulso. No todas las mujeres se tocan», se recrimina en su interior.
Después de hablar y comerse un helado frente al mar, ellos se despiden con un beso en la mejilla y cada cual regresa a su hogar.
Los últimos días de vacaciones se la pasan hablando por medio de mensajes de texto y llamadas, puesto que Bratt decidió dedicarle esos días a Serena, por lo que solo se vio en persona con ella.
Una despedida triste, donde el llanto protagoniza la escena, se lleva a cabo la noche anterior de la partida de Serena, quien viajará primero al que será su hogar hasta que ella se gradúe.
Dos semanas después, Bratt viaja al extranjero. Al principio habla casi todos los días con Serena, pero a medida en que las responsabilidades y las ocupaciones con las clases aumentan, ellos se van distanciando.
Por otro lado, Lilia, después de que estuviera viviendo en un hotel que pertenece a su familia, donde había un personal contratado solo para servirle, decide mudarse en el campus de la universidad, puesto que ya no soporta el control que ejercen sus padres sobre ella, por medio de sus empleados.
El señor Rocca accede, pero le pone varias reglas que ella pronto romperá.
Lilia camina en medio del campus con una sonrisa en la cara que evidencia lo mucho que le agrada estar allí. El ambiente es diferente al de la secundaria, ya que nadie está pendiente a su apariencia, debido a que cada quien se encuentra ocupado en sus propios asuntos.—Hola, ¿me puedo sentar aquí? —pregunta una chica de piel mulata, ojos grises y cabello crespo.—Sí —responde Lilia con una sonrisa mientras observa con fascinación a la hermosa mulata, de cuerpo atlético y mirada firme.—Gracias —dice, al tiempo en que se coloca en el asiento que le queda de frente a Lilia.Ellas se encuentran en uno de los tantos parques y áreas de recreación del campus, donde tienen disponibles banquetas, sillas y mesas.Muchos estudiantes prefieren tender una manta sobre la grama, donde se acuestan o se sientan solos, en grupo o en parejas; mientras que otros, ocupan los asientos y las mesas, ya sea para estudiar o para comer.En ese momento, Lilia utiliza una de las mesas de hierro con detalles fino
Después de saludar a varias personas, Lilia se escabulle del gentío y se sienta en una banqueta que se encuentra al frente de una fuente gigante.Ella admira las gotas caer de forma magistral, cuyo brillo colorido le da una apariencia fantasiosa al lugar rodeado de luces de diferentes colores.Lilia suelta un suspiro del aburrimiento porque se siente fuera de lugar, entonces decide llamar a sus amigas para saber si ya llegaron a la celebración.Cuando va a teclear, escucha su nombre en boca de ellas, lo que hace que se levante del asiento de un salto, luego se voltea en su dirección; sin embargo, se queda petrificada en su lugar al vislumbrar a Bratt, quien es abrazado por Serena.La decepción logra desvanecer la sonrisa que le adornaba el rostro y los ojos se le cristalizan. No lo entiende, ¿por qué se pone tan triste de repente?—¡Aquí estás! —exclama Taís mientras llega a ella.La mirada de sorpresa de Bratt la pone nerviosa y de momento se siente muy tonta. Quizás debió advertirle
Un año después…Bratt camina con nerviosismo en medio del campus de la universidad que se encuentra en otra ciudad, decidido, aunque muerto del miedo. Sus manos tiemblan de manera involuntaria, como si todo un terremoto estuviera ocurriendo dentro de su cuerpo y todo debido a esas emociones caóticas y contradictorias que están tomando el control de él en ese momento.A los temblores se le suman el exceso de sudor, las palpitaciones fuertes de su corazón y la resequedad en la garganta. Para él, dar ese paso en su vida es demasiado difícil, ya que nunca antes se había encontrado en tal encrucijada. Lo que es de entender, pues es la primera vez que abrirá su corazón y que será sincero en cuanto a sus verdaderos sentimientos.El mareo y las ganas de ir al baño aumentan, a medida en que él se acerca al punto de encuentro. Tiene un largo tiempo sin verla en persona, desde aquella noche que lloraron abrazados por segunda vez, puesto que de nuevo se tuvieron que separar.Por tal razón, Bratt
Bratt da vueltas en la cama de su apartamento, tratando de conciliar el sueño, pero le es imposible. Se recuesta boca arriba y suspira, debido a que no logra poner en orden ni sus sentimientos ni sus pensamientos, como tampoco sus emociones.—¿Qué diablos me pasa? Me frustra lo que sucedió con Serena, pero también me frustra el no haber recordado lo que hice con Lilia. ¿Acaso me he vuelto loco? Se trata de Lilia, ¿para qué quiero recordar esa pendejada?Después de pensar en todo y no entender nada de lo que siente, Bratt se queda dormido.***Dos meses después...Lilia mira al hombre frente a ella, quien se encuentra vestido con ropa elegante, lleva el cabello castaño oscuro peinado hacia atrás y sus orbes cafés la observan con amor.—Adrián... —balbucea ella con voz trémula.—Hola, Lilia —saluda con nerviosismo.—Regresaste... —musita con alegría y un poco desorbitada.—Pero no por mucho tiempo. Me iré a Diamond.Lilia lo mira extrañada, puesto que tiene entendido que él vive en un p
La familia Rocca se reúne en una sala privada de la mansión para escuchar la noticia que Lilia les quiere dar. Tanto sus padres como su hermana mayor miran a la pareja de enamorados con asombro y disgusto, entonces el señor Rocca rompe el silencio en el que se habían sumido y mira a su hija con expresión amenazante.—¡Déjate de pendejadas, Lilia! —exclama su padre al borde del colapso—. ¡Ya te dije que no acepto estra estupidez, así que, por favor, echa a este miserable de aquí!Lilia traga pesado y toma aire, debido a que esta vez, a diferencia de todos esos años, desea ser valiente y enfrentar a su padre.—¡No lo haré, papá! ¡Amo a Adrián y contra eso ni tu ni nadie podrá decidir! Ya estoy cansada de que seas tú quien tome las decisiones importantes de mi vida, asimismo, de que me trates como a una marioneta.» ¡No, papá! ¡Ya basta de querer controlar mi existencia! Yo soy dueña de mi futuro y, por lo tanto, soy quien debe decidir qué haré con este. Mi matrimonio con Adrián es una d
La luz de la lámpara con forma de estrella es encendida por Lilia, quien ha entrado a la habitación con la botella del bebé en manos.Allí está su pequeño de casi dos años, quien le extiende los brazos entre lágrimas. En esos días, él volvió a tomar la costumbre que había dejado tiempo atrás de despertarse en la madrugada, por lo que le preocupaba que el niño estuviera atravesando por algún tipo de ansiedad.—Alan, cariño —susurra ella mientras lo mece y le da de comer.Después de que lo coloca en la cuna, piensa que ya es tiempo de comprarle una cama al pequeño, aunque todavía le da un poco de temor que este se caiga. En fin, quizás deba esperar un poco más.Ella regresa a su habitación y se coloca al lado de su esposo, quien duerme tranquilo. No puede evitar observarlo y sentirse triste. ¿En qué momento ellos cambiaron tanto?Se recuesta en la cama y suspira. De seguro la distancia entre ellos se debe a una de las tantas etapas que han atravesado en esos años. Evitando pensar en su
Adrián se encuentra en la oficina de su jefa, Cecilia, la hija del dueño de la empresa. Ella pronto tomará su lugar en la presidencia, por lo que le ha prometido a Adrián darle un puesto de gerente si la ayuda con los trabajos, reportes y revisiones que el proceso transitorio conlleva.—Estoy harta de ver documentos —se queja ella y resopla. Esa acción capta la atención de él, quien se la encuentra muy linda.—Ya es tarde, creo que deberíamos parar por hoy —sugiere Adrián, pues también se encuentra exhausto.—Sí, tienes razón. —Ella arrastra su asiento movible hasta él y lo mira con una sonrisa que lo pone nervioso—. ¿Por qué no vamos a un bar a tomarnos un trago? Creo que nos lo merecemos.Adrián se queda en silencio por unos segundos, puesto que se debate si ir o no. Lo desea, cuánto lo desea; sin embargo, no cree que sería prudente. En especial, porque la hija de su jefe lo suele confundir.Desde que él empezó a laborar allí ella lo ha ayudado en todo lo concerniente al trabajo, ta
Un mes después...Lilia se ha quedado inerte en su lugar y con la piel pálida. Tenía tanto tiempo que no escuchaba su voz, que volver a oír su timbre agudo y elegante le causa mucha conmoción.—¿Todo bien? —pregunta la niñera, quien le está dando de comer al niño.—Sí... —balbucea ella con voz trémula y se dirige a su habitación con la intención de poder tener privacidad en su llamada.—Lilia, ¿estás ahí? —le pregunta Bratt al no recibir respuesta de su parte.—Sí, estoy —contesta más calmada mientras se sienta en la cama—. ¿Y esa sorpresa? —Sonríe.—Hablas como si tuviéramos siglos sin contactarnos —se queja él, y ella se lo imagina formando un puchero, como él suele hacer.—Bratt, ya ni recuerdo la última vez que hablamos. Por cierto, gracias por el regalo. A Alan le encanta el carro, también a mi sobrino. Los dos, aunque pelean bastante por el juguete, me dan un respiro a veces porque se entretienen jugando con él.—Me alegra escucharlo. Oye, ¿estás ocupada ahora?Lilia frunce el c