La familia Rocca se reúne en una sala privada de la mansión para escuchar la noticia que Lilia les quiere dar. Tanto sus padres como su hermana mayor miran a la pareja de enamorados con asombro y disgusto, entonces el señor Rocca rompe el silencio en el que se habían sumido y mira a su hija con expresión amenazante.—¡Déjate de pendejadas, Lilia! —exclama su padre al borde del colapso—. ¡Ya te dije que no acepto estra estupidez, así que, por favor, echa a este miserable de aquí!Lilia traga pesado y toma aire, debido a que esta vez, a diferencia de todos esos años, desea ser valiente y enfrentar a su padre.—¡No lo haré, papá! ¡Amo a Adrián y contra eso ni tu ni nadie podrá decidir! Ya estoy cansada de que seas tú quien tome las decisiones importantes de mi vida, asimismo, de que me trates como a una marioneta.» ¡No, papá! ¡Ya basta de querer controlar mi existencia! Yo soy dueña de mi futuro y, por lo tanto, soy quien debe decidir qué haré con este. Mi matrimonio con Adrián es una d
La luz de la lámpara con forma de estrella es encendida por Lilia, quien ha entrado a la habitación con la botella del bebé en manos.Allí está su pequeño de casi dos años, quien le extiende los brazos entre lágrimas. En esos días, él volvió a tomar la costumbre que había dejado tiempo atrás de despertarse en la madrugada, por lo que le preocupaba que el niño estuviera atravesando por algún tipo de ansiedad.—Alan, cariño —susurra ella mientras lo mece y le da de comer.Después de que lo coloca en la cuna, piensa que ya es tiempo de comprarle una cama al pequeño, aunque todavía le da un poco de temor que este se caiga. En fin, quizás deba esperar un poco más.Ella regresa a su habitación y se coloca al lado de su esposo, quien duerme tranquilo. No puede evitar observarlo y sentirse triste. ¿En qué momento ellos cambiaron tanto?Se recuesta en la cama y suspira. De seguro la distancia entre ellos se debe a una de las tantas etapas que han atravesado en esos años. Evitando pensar en su
Adrián se encuentra en la oficina de su jefa, Cecilia, la hija del dueño de la empresa. Ella pronto tomará su lugar en la presidencia, por lo que le ha prometido a Adrián darle un puesto de gerente si la ayuda con los trabajos, reportes y revisiones que el proceso transitorio conlleva.—Estoy harta de ver documentos —se queja ella y resopla. Esa acción capta la atención de él, quien se la encuentra muy linda.—Ya es tarde, creo que deberíamos parar por hoy —sugiere Adrián, pues también se encuentra exhausto.—Sí, tienes razón. —Ella arrastra su asiento movible hasta él y lo mira con una sonrisa que lo pone nervioso—. ¿Por qué no vamos a un bar a tomarnos un trago? Creo que nos lo merecemos.Adrián se queda en silencio por unos segundos, puesto que se debate si ir o no. Lo desea, cuánto lo desea; sin embargo, no cree que sería prudente. En especial, porque la hija de su jefe lo suele confundir.Desde que él empezó a laborar allí ella lo ha ayudado en todo lo concerniente al trabajo, ta
Un mes después...Lilia se ha quedado inerte en su lugar y con la piel pálida. Tenía tanto tiempo que no escuchaba su voz, que volver a oír su timbre agudo y elegante le causa mucha conmoción.—¿Todo bien? —pregunta la niñera, quien le está dando de comer al niño.—Sí... —balbucea ella con voz trémula y se dirige a su habitación con la intención de poder tener privacidad en su llamada.—Lilia, ¿estás ahí? —le pregunta Bratt al no recibir respuesta de su parte.—Sí, estoy —contesta más calmada mientras se sienta en la cama—. ¿Y esa sorpresa? —Sonríe.—Hablas como si tuviéramos siglos sin contactarnos —se queja él, y ella se lo imagina formando un puchero, como él suele hacer.—Bratt, ya ni recuerdo la última vez que hablamos. Por cierto, gracias por el regalo. A Alan le encanta el carro, también a mi sobrino. Los dos, aunque pelean bastante por el juguete, me dan un respiro a veces porque se entretienen jugando con él.—Me alegra escucharlo. Oye, ¿estás ocupada ahora?Lilia frunce el c
Adrián observa la tarjeta del terapeuta y mira a Lilia, entonces otra negativa sale de su boca.—Vuelvo a insistir en que no lo necesitamos. Deja de estar hablando de nuestras intimidades con tu amigo, que a él no le incumbe nuestras cosas.—Adrián, Bratt solo quiere ayudarnos. Siento que necesitamos terapia, no estamos bien.—Hablas por ti. ¿No será que ya te cansaste de vivir en la pobreza conmigo y estás buscando excusas para dejarme?—¿Qué? ¿Eso qué tiene que ver con que resolvamos nuestros problemas sexuales? Si yo quisiera dejarte, ¿crees que me tomaría la molestia de ir a terapia? Es solo que me duele mucho tu indiferencia.» Ya no me miras como antes, no me besas, no tenemos conversaciones que no se limiten a los gastos de la casa y no recuerdo la última vez que quedé satisfecha contigo en el acto sexual.—¿Ves? Solo buscas una excusa para juzgarme y martirizarme. Por lo visto yo nunca seré suficiente para ti, Lilia. Lo siento, pero yo no iré a hacer el ridículo a un consultor
Bratt observa a Lilia con fascinación y una sonrisa satisfecha. En su vida, solo dos mujeres habían tocado su fibra sensible, asimismo, lo habían hecho dudar de su proceder bohemio y sin ataduras. Con una hizo de todo, aunque escapó cuando la relación se estaba tornando seria; con la otra no pasó de varios besos, dado que decidieron seguir como amigos, pero esta última es su chica especial y a quien siempre venerará. Su pelirroja pecosa; la única con la que se ha sentido completo y quien le rompió el corazón sin proponérselo.En cuanto a Lilia, siempre la vio como a una amiga. Un refugio de esa vida que tanto odiaba en el pasado y un escape de su realidad.La había deseado como a todas, sí. Quizás un poco más, debido a que se tornó prohibida para él; mas ahora que ha consumado su fantasía, no cree que desee volver a repetir lo que hicieron, aunque haya sido muy delicioso y... diferente.Lilia, por su parte, se encuentra sumida en un éxtasis de encantamiento de donde no quiere salir a
Las preguntas de Adrián se quedan sin respuestas, puesto que Lilia se va directo al baño y se mete en la ducha con todo y ropa, y sin contestar a sus interrogantes. Se queda allí por un largo rato, pese a las reprimendas de Adrián debido a lo cara que les saldrá la factura ese mes.Ya seca y más tranquila, ella prepara la cena de manera mecánica, como un cuerpo sin alma que solo existe para cumplir tareas domésticas.Lilia arregla todo para el día siguiente y, después de dormir a los niños, se va a la habitación y se mete en la cama en silencio.Se siente tan diferente estar allí. Es increíble cómo todo lo que le era tan familiar y suyo, ahora se siente ajeno y extraño. Ese es su hogar, aquella es su cama y el hombre a su lado su esposo; sin embargo, todo aquello se siente irreal y como si ya no le perteneciera.—¿Ahora me dirás qué te sucede? —pregunta él con recelo—. ¿Dónde estabas?—En el centro... —responde con voz rasposa. Va a abrir la boca para contarle lo que hizo con Bratt, p
En el hospital, Lilia llora desconsolada en un rincón. Se imagina todo lo que Bratt debe estar haciendo con esa mujer y eso la tortura de forma cruel.Le causa mucha rabia recordar la manera para nada disimulada con que Bratt miró a aquella chica de cuerpo perfecto, pero lo que más le dolió fue ver cómo él se saboreó los labios al detallar las curvas de ella.—Ay, Lilia, tú nunca aprendes —se lamenta entre sollozos—. Ya basta de soñar con que algo bonito y especial te sucederá, tú no te lo mereces.» ¿Lo olvidaste? Tu padre siempre te lo decía; fuiste un error, una hija que no estaba entre sus planes, un obstáculo que lo ató a tu madre y que provocó que su nueva novia lo abandonara. No vales nada y no le importas a nadie. Una ira abrasadora la llena de repente, acompañada por una sensación de odio hacia su propia existencia que la controla, entonces ella empieza a darse cachetadas y a jalarse el cabello con violencia.—¡Nadie te quiere! ¡Eres una maldita basura! ¡No sirves para nada,