Adrián se encuentra en la oficina de su jefa, Cecilia, la hija del dueño de la empresa. Ella pronto tomará su lugar en la presidencia, por lo que le ha prometido a Adrián darle un puesto de gerente si la ayuda con los trabajos, reportes y revisiones que el proceso transitorio conlleva.—Estoy harta de ver documentos —se queja ella y resopla. Esa acción capta la atención de él, quien se la encuentra muy linda.—Ya es tarde, creo que deberíamos parar por hoy —sugiere Adrián, pues también se encuentra exhausto.—Sí, tienes razón. —Ella arrastra su asiento movible hasta él y lo mira con una sonrisa que lo pone nervioso—. ¿Por qué no vamos a un bar a tomarnos un trago? Creo que nos lo merecemos.Adrián se queda en silencio por unos segundos, puesto que se debate si ir o no. Lo desea, cuánto lo desea; sin embargo, no cree que sería prudente. En especial, porque la hija de su jefe lo suele confundir.Desde que él empezó a laborar allí ella lo ha ayudado en todo lo concerniente al trabajo, ta
Un mes después...Lilia se ha quedado inerte en su lugar y con la piel pálida. Tenía tanto tiempo que no escuchaba su voz, que volver a oír su timbre agudo y elegante le causa mucha conmoción.—¿Todo bien? —pregunta la niñera, quien le está dando de comer al niño.—Sí... —balbucea ella con voz trémula y se dirige a su habitación con la intención de poder tener privacidad en su llamada.—Lilia, ¿estás ahí? —le pregunta Bratt al no recibir respuesta de su parte.—Sí, estoy —contesta más calmada mientras se sienta en la cama—. ¿Y esa sorpresa? —Sonríe.—Hablas como si tuviéramos siglos sin contactarnos —se queja él, y ella se lo imagina formando un puchero, como él suele hacer.—Bratt, ya ni recuerdo la última vez que hablamos. Por cierto, gracias por el regalo. A Alan le encanta el carro, también a mi sobrino. Los dos, aunque pelean bastante por el juguete, me dan un respiro a veces porque se entretienen jugando con él.—Me alegra escucharlo. Oye, ¿estás ocupada ahora?Lilia frunce el c
Adrián observa la tarjeta del terapeuta y mira a Lilia, entonces otra negativa sale de su boca.—Vuelvo a insistir en que no lo necesitamos. Deja de estar hablando de nuestras intimidades con tu amigo, que a él no le incumbe nuestras cosas.—Adrián, Bratt solo quiere ayudarnos. Siento que necesitamos terapia, no estamos bien.—Hablas por ti. ¿No será que ya te cansaste de vivir en la pobreza conmigo y estás buscando excusas para dejarme?—¿Qué? ¿Eso qué tiene que ver con que resolvamos nuestros problemas sexuales? Si yo quisiera dejarte, ¿crees que me tomaría la molestia de ir a terapia? Es solo que me duele mucho tu indiferencia.» Ya no me miras como antes, no me besas, no tenemos conversaciones que no se limiten a los gastos de la casa y no recuerdo la última vez que quedé satisfecha contigo en el acto sexual.—¿Ves? Solo buscas una excusa para juzgarme y martirizarme. Por lo visto yo nunca seré suficiente para ti, Lilia. Lo siento, pero yo no iré a hacer el ridículo a un consultor
Bratt observa a Lilia con fascinación y una sonrisa satisfecha. En su vida, solo dos mujeres habían tocado su fibra sensible, asimismo, lo habían hecho dudar de su proceder bohemio y sin ataduras. Con una hizo de todo, aunque escapó cuando la relación se estaba tornando seria; con la otra no pasó de varios besos, dado que decidieron seguir como amigos, pero esta última es su chica especial y a quien siempre venerará. Su pelirroja pecosa; la única con la que se ha sentido completo y quien le rompió el corazón sin proponérselo.En cuanto a Lilia, siempre la vio como a una amiga. Un refugio de esa vida que tanto odiaba en el pasado y un escape de su realidad.La había deseado como a todas, sí. Quizás un poco más, debido a que se tornó prohibida para él; mas ahora que ha consumado su fantasía, no cree que desee volver a repetir lo que hicieron, aunque haya sido muy delicioso y... diferente.Lilia, por su parte, se encuentra sumida en un éxtasis de encantamiento de donde no quiere salir a
Las preguntas de Adrián se quedan sin respuestas, puesto que Lilia se va directo al baño y se mete en la ducha con todo y ropa, y sin contestar a sus interrogantes. Se queda allí por un largo rato, pese a las reprimendas de Adrián debido a lo cara que les saldrá la factura ese mes.Ya seca y más tranquila, ella prepara la cena de manera mecánica, como un cuerpo sin alma que solo existe para cumplir tareas domésticas.Lilia arregla todo para el día siguiente y, después de dormir a los niños, se va a la habitación y se mete en la cama en silencio.Se siente tan diferente estar allí. Es increíble cómo todo lo que le era tan familiar y suyo, ahora se siente ajeno y extraño. Ese es su hogar, aquella es su cama y el hombre a su lado su esposo; sin embargo, todo aquello se siente irreal y como si ya no le perteneciera.—¿Ahora me dirás qué te sucede? —pregunta él con recelo—. ¿Dónde estabas?—En el centro... —responde con voz rasposa. Va a abrir la boca para contarle lo que hizo con Bratt, p
En el hospital, Lilia llora desconsolada en un rincón. Se imagina todo lo que Bratt debe estar haciendo con esa mujer y eso la tortura de forma cruel.Le causa mucha rabia recordar la manera para nada disimulada con que Bratt miró a aquella chica de cuerpo perfecto, pero lo que más le dolió fue ver cómo él se saboreó los labios al detallar las curvas de ella.—Ay, Lilia, tú nunca aprendes —se lamenta entre sollozos—. Ya basta de soñar con que algo bonito y especial te sucederá, tú no te lo mereces.» ¿Lo olvidaste? Tu padre siempre te lo decía; fuiste un error, una hija que no estaba entre sus planes, un obstáculo que lo ató a tu madre y que provocó que su nueva novia lo abandonara. No vales nada y no le importas a nadie. Una ira abrasadora la llena de repente, acompañada por una sensación de odio hacia su propia existencia que la controla, entonces ella empieza a darse cachetadas y a jalarse el cabello con violencia.—¡Nadie te quiere! ¡Eres una maldita basura! ¡No sirves para nada,
Lilia deja a la niñera con Alan y se dirige al hospital, puesto que allí mismo es que tomará las terapias que le exigió su jefe.Después de repetirle al psicólogo que está bien a todo lo que él le pregunta, sus cuarenta y cinco minutos de consulta concluyen. Ella, quien se mostró reacia y evasiva en toda la sesión, sale de allí aliviada de que haya terminado, pero no se va a casa de una vez; en su lugar, se queda dando vueltas por todo el hospital y, tras una hora de deambular y conversar con algunos colegas, decide regresar a su hogar. Cuando toma un pasillo que la llevará a la salida, alguien la llama:—¡Lilia! —Un malestar le embarga todo el cuerpo al reconocer esa voz.—¿Qué haces aquí? —inquiere ella con el ceño fruncido.—Vine a verte, pero me dijeron que estás de licencia. ¿Qué te sucedió? ¿Te encuentras bien? —pregunta él preocupado.—Sí, solo fue una crisis por estrés, pero no es nada para preocuparse. ¿Por qué me estás buscando?—Antes de ayer fue tu cumpleaños y no me conte
Un mes después…A los días de regresar a Diamond, Serena se pone de acuerdo con Taís y Lilia para verse. Al llegar al café donde quedó con sus dos amigas, ella se sienta en una de las mesas que se encuentran afuera y se adelanta a pedir un capuchino sin azúcar. Cuando el mesero le trae la bebida, a poca distancia visualiza a Lilia, quien viene vestida de enfermera y con una sonrisa amplia en la cara.—¡Ahhhh! —grita Lilia con euforia cuando la ve.Como respuesta a la llegada de su amiga, Serena se levanta de la mesa y corre en su dirección. Una vez se encuentran frente a frente, ambas gritan eufóricas y se abrazan con fuerza.—Por Dios, Serena, ¡qué hermosa estás! —chilla Lilia entusiasmada y vuelve a abrazarla.—¡Tú no te quedas atrás! Eres la madre más bella que he conocido —la elogia de vuelta con ojitos brillosos.Lilia finge una sonrisa, mientras que en su mente refuta el elogio de su amiga, ya que ella no se siente así.—Muchas gracias, aunque todavía no bajo de peso —responde c