La noche se impone y, con ella, regresa esa sensación de vacío e inferioridad con la que Lilia ha cargado durante muchos años.Por más que lo intenta, no logra deshacerse de ese maldito sentimiento de que ella no es suficiente, de que nada de lo que hace tiene algún sentido. Lucha, pero esa tristeza no la deja en paz, tampoco consigue alcanzar esa tranquilidad que tanto desea.Su vida siempre ha sido insípida, insignificante y carente de felicidad.—Pero he tenido buenos momentos —reflexiona mientras mira a través del cristal de la ventana. Sus orbes verdes escudriñan los faroles que alumbran parte de aquel vecindario, luego fija la mirada en el firmamento.¿Qué espera encontrar en el cielo oscuro? Este apenas muestra unas cuantas estrellas.Pero, si enfoca la vista en el silencioso vecindario, tampoco encontrará nada interesante para ver allí, ya que las calles desoladas no tienen mucho que ofrecer, más que los edificios carentes de vida y uno que otro vehículo que por allí transita
Ella, vestida de enfermera y con el rostro cansado, siente la tensión del estrés sobre los hombros y el cuello, producto del arduo trabajo. Toma su celular para revisar algún mensaje dejado por su esposo, pero al mirar, nota las llamadas perdidas de Taís.«¡Rayos!», piensa acongojada, y se apresura a buscar algún mensaje de texto de su amiga.De pronto, recibe una llamada y la responde al instante, pero al escuchar la voz preocupada y llena de reclamos de la morena, se siente avergonzada.—Lo siento, es que me pidieron en emergencia y no tuve chance de avisarte. Pídele disculpas a Ian de mi parte. ¿Sabes qué? Los invitaré a un trago para disculparme; te enviaré la ubicación del bar donde nos encontraremos, no está lejos del restaurante —responde.Después de recoger sus cosas y quitarse el uniforme, Lilia se apresura hacia el bar donde la esperan su amiga e Ian. Al llegar, se encuentra con una escena que la conmueve, renovando sus esperanzas de que Taís logre conquistar a Ian.Ellos ba
La mañana no pinta nada bien para ella, y ver su imagen en el espejo termina por bajarle los ánimos. Odia esas ojeras horribles que la hacen lucir más vieja de lo que es y la tristeza grabada en sus facciones.Se odia por sentirse débil y lucir tan desmejorada.—Debo dejar de descuidarme tanto y de maltratarme a mí misma. ¿Por qué tengo que martirizarme por mis malas acciones del pasado? Mis amigos ya rehicieron sus vidas y son felices, ¿no debería hacer yo lo mismo? Pero... ¿merezco ser feliz?De repente, el eco de las duras palabras de su padre resuena en su mente, abriendo una herida que nunca ha dejado de sangrar.—Nunca les importé... Es tan difícil sentirme huérfana con mis padres vivos. Viví tantos años en Diamond, pero no volvió a haber contacto con ellos desde aquel día en que me marché junto a Adrián. ¿Por qué nunca quisieron saber más de mí? No les importó si me encontraba bien o viva... ¿De verdad son mis padres?Ella se limpia las lágrimas y vuelve a mirar su reflejo en e
Los latidos de su corazón retumban violentos dentro de su pecho, como si con ello intentaran aliviar el dolor y la inseguridad que le provoca ver a Lilia irse con otro hombre.Alguien más le está dando refugio, y ella ve en ese otro un escape de él...Ella está huyendo de él y de todo el sufrimiento que él le causó por tantos años.—¡Lilia! —grita, alterado, mientras corre fuera del hospital. Sin embargo, su reacción llega tarde, porque ella ya se ha subido al vehículo de aquel otro. Su hadita ha preferido irse con ese doctor—. ¡Con un demonio, Liliana!Es la primera vez que dice su nombre completo, y también es la primera vez que siente esa angustia similar a la que experimentó cuando se enteró del accidente de sus padres.—¡Lilia, te amo! —vocifera a la nada, cayendo de rodillas sobre el duro y frío pavimento—. Perdóname, Hadita; no estaba consciente del daño que te causaba. ¡¿Por qué hasta ahora descubro que te amo?! ¡Te hubiera ahorrado tanto dolor, mi amor! —Las lágrimas le arden
Dos meses después...Lilia deja a Alan en el colegio, observando cómo entra corriendo con su mochila rebotando en la espalda. Una sonrisa se dibuja en su rostro al verlo tan entusiasmado por comenzar su día. Aunque la separación diaria le deja un ligero nudo en el pecho, se consuela pensando en lo feliz que él está.Tras un profundo suspiro, enciende el motor de su carro y conduce en dirección al hospital. Se siente muy feliz porque ya no tiene que tomar el bus para transportarse. Todo el sacrificio valió la pena: meses de ahorrar cada centavo, rechazar invitaciones a salidas y trabajar horas extra finalmente dieron fruto. Ahora puede disfrutar de su carro. No es lujoso ni muy moderno, pero está en buenas condiciones y no consume mucho combustible.—¡Hola, Lilia! —la aborda Patricia con una sonrisa amigable, en cuanto ella llega al hospital.—¿Cómo estás, Patty? —le devuelve el saludo con una sonrisa cálida, mientras sus ojos reflejan un brillo de alegría tras ver a su compañera.—Sal
El vacío le apuñala el pecho, una estaca helada que le corta la respiración. Siente el deseo punzante de regresar con Bratt, de pedirle una oportunidad más. Sin embargo, una fuerza invisible la retiene, una barrera que no logra comprender. Se pregunta si es la culpa, el eco constante de su pasado, o el temor a que Bratt vuelva a herirla. Tal vez sea simplemente la necesidad de paz, de un nuevo comienzo lejos de todo. Quizás, se dice, no necesita a un hombre para sentirse completa.«Pero lo amo», se repite en silencio, una confesión amarga que le quema por dentro.Lo ama. Esa es la verdad que la avergüenza, la cruda realidad que la persigue. Ama al hombre que fue el primer amor de su amiga, el mismo hombre que fue su amante mientras ella estuvo casada con Adrián.—Lo nuestro no funcionaría… —dice con un hilo de voz, el sufrimiento marcando cada sílaba. Se resigna a esa idea, pero en lugar de la ansiada calma, solo encuentra más dolor, un vacío aún más profundo.***Un mes después...—M
Los temblores que sacuden su cuerpo delatan el tiempo que ha pasado bajo la ducha, el agua confundiéndose con las lágrimas que aún resbalan por sus mejillas.Ni siquiera la espuma abundante ha logrado disipar la sensación de vacío y arrepentimiento que la invade. Se siente manchada.—¿Qué me pasa? ¿Es un pecado estar con alguien que no sea Bratt? —Detesta la idea de que su cuerpo y sus recuerdos parezcan pertenecerle solo a él, que su corazón se niegue a aceptar que no están destinados a estar juntos—. ¿Por qué tuve que conocerte, Bratt?La frustración la embarga, transformando sus pensamientos en un torrente de reproches. Ahora lo sabe con certeza: ama a Bratt como nunca antes ha amado. Podría estar con Raymond, con cualquier otro, pero su corazón sigue anclado a él.—Quizás me equivoqué con Raymond —murmura, el remordimiento punzándola.El viaje de regreso transcurre en un silencio denso. Raymond está inquieto, temiendo romper la quietud y escuchar de labios de Lilia la confirmación
El dedo tembloroso presiona la opción de llamada y, de inmediato, ella escucha el timbre por medio de los auriculares que se aferran a sus orejas.Desde que percibe que la llamada entra, Lilia empieza a hablar sin esperar a que su objetivo conteste:—Adrián, necesito que te quedes con Alan por unos días más, por favor.—¿Por qué? ¿Acaso te piensas ir de rumba con el noviecito de pacotilla que ahora tienes? —Su respuesta tosca sale de impulso, con un tono de reclamo que irrita a Lilia. —¡Escúchame! —lo interrumpe, alterada—. No te importa a dónde ni con quién iré, ya que es mi problema. Así como Alan es mi hijo y yo tengo que encargarme la mayor parte de él, tú también tienes la responsabilidad de cuidarlo. » ¿Crees que con verlo cada quince días cumples con tu rol de padre? ¡Pues no! Estoy harta de tener que sacrificarme todo el tiempo mientras tú vives tu vida tan tranquilamente. Te quedarás con él y no me joderás con preguntas que no vienen al caso porque, ¿adivina qué?, ¡soy libr