La adicción del millonario
La adicción del millonario
Por: Angie Pichardo
Capítulo 1

La niña mira en dirección al suelo, al tiempo en que juega con sus manitas regordetas y más pequeñas de lo regular. Frente a ella, se encuentra un hombre de ojos verdes y cabello rubio, lacio y peinado con nitidez. Todo en él denota elegancia y autoridad.

Su traje lustre y hecho por diseñadores famosos se ciñe a la perfección al cuerpo esbelto que ahora se encuentra rígido. El rostro atractivo que lo caracteriza luce desfigurado por el enojo y el disgusto.

—De mis dos hijas tenías que ser la más inservible, fea e insoportable. ¿Cómo es eso de que no te has aprendido ni un solo paso de ballet? ¡Eres la burla de la academia! ¿Cómo te atreves a avergonzarme de esa manera, Liliana?

—N-No me gusta el ballet, papá —responde ella con ojitos llorosos.

—¡Me importa un comino si te gusta o no! ¡Te harás la mejor de tu clase o estarás castigada de por vida! ¡¿Me escuchas, niña desobediente?!

Ella asiente mientras trata de retener las lágrimas, puesto que no debe llorar delante de su padre, quien no soporta a las personas débiles e inútiles.

—Ahora, lárgate de mi vista, niña fea —ordena sin mediar esas palabras que tanto daño le hacen a su hija menor.

Ese apodo con el que él la llama muy a menudo y, que su hermana mayor ha imitado, le parte el corazón y la hace sentir muy insignificante.

Ella se dirige a la cocina para ver a la única persona que le muestra afecto en esa mansión, con la esperanza de que ella haya preparado algún postre delicioso que la haga sentir mejor.

—Mi bella, Lilia, ven aquí —la invita mientras jala una silla para que la pequeña se siente—. ¿Por qué estás tan triste, mi niña? —le pregunta con voz dulce y preocupada, al notar el semblante decaído de Lilia.

—Porque papá quiere que yo aprenda a bailar ballet...

—¿No te gusta ese baile?

—No, es muy complicado. Además, todas las niñas de la clase son delgadas y muy bonitas, por lo que se burlan de mí. No quiero ir allá, la profesora me trata feo y me dice gorda.

—¿Le dijiste a tu padre?

—Sí, pero él me dijo que debo rebajar. —Se abraza a sí misma.

—Pero no estás gorda. Eres una niña, así que tu peso está bien para tu edad. Ven, te daré un pedazo de pastel que te hará sentir mejor.

La mujer le sirve una porción grande del postre y se lo pone enfrente. Cuando la niña se lo empieza a comer, siente que su tristeza mengua y el placer dulce la hace olvidarse de las palabras de su padre.

***

Años después...

Ella se mira en el espejo y sonríe, puesto que nunca se había visto tan delgada como en ese día.

A sus diecisiete años, lleva una dieta rígida con sesiones de ejercicios intensas, que la mantienen con las medidas que les exigen los diseñadores de la ropa que usa toda su familia.

Después del desayuno, el chófer las conduce al centro de la ciudad. A una distancia considerable, este vigila a las hijas de su jefe, de manera que no estén desprotegidas, pero que tampoco se sientan cohibidas.

Bajo la observación de aquel hombre entrenado, Lilia, junto a su hermana mayor, Camila; camina por todo el mall para hacer las compras por motivo del viaje que hará la primogénita de su familia al extranjero, donde estudiará su carrera universitaria.

Lilia la sigue con pasos rápidos para poder llevarle el ritmo a su hermana. Esta última compra donde quiera que se detienen, llenando a Lilia de bolsas y paquetes, mientras que ella se encarga de mirar y escoger lo que se llevarán.

Después de que Lilia le ruegue que se detengan en un quiosco que vende bebidas frías y calientes, su hermana entorna los ojos con fastidio y accede a su petición.

—El de ella sin azúcar, por favor —ordena Camila.

Lilia sorbe el capuchino de mala gana porque no soporta beberlo amargo; sin embargo, tiene que ser fuerte para poder hacer ese tipo de sacrificios que la ayudará a mantener un peso ideal y acorde a las exigencias de la familia Rocca.

Ellas empiezan su andar con café en manos, pero como es costumbre, Lilia se distrae, por tal razón choca con alguien a quien embarra con su bebida.

—¡Diablos! —espeta el chico mientras se sacude la remera.

Lilia se queda petrificada en su lugar, al reparar en la belleza de aquel desconocido que parece tener la misma edad que ella.

—L-Lo siento —tartamudea cuando despabila, entonces trata de limpiarlo con la servilleta que le dieron en el quiosco, mas eso no funciona.

—¿Lo estás disfrutando? —bromea él con una sonrisa pícara que la pone muy nerviosa.

Por un momento, se pierde en el azul de su mirada divertida y se atreve a detallar al chico que la ha dejado impresionada con su atractivo.

Sus labios sensuales forman una sonrisa ladina que llama al peligro, mientras que sus ojos celestes la escudriñan como un depredador a su presa.

—Solo te estaba limpiando... —Se muerde el labio inferior

—Yo creo que me estabas tocando —juega malicioso.

—Lilia, ¡mira lo que has hecho! —le reclama su hermana, quien llega hasta donde están ellos y no disimula su impresión con aquel desconocido, así que lo detalla como si este fuera un postre delicioso—. Disculpa... —arrastra la palabra como esperando a que él le diga su nombre.

—Soy Bratt... —responde con coquetería mientras observa a la joven mujer de arriba abajo.

Lilia los mira con decepción, puesto que otra vez su hermana se ha robado la atención del chico lindo y a ella solo le queda mirar cómo estos dos coquetean entre ellos.

—Mucho gusto, Bratt, me llamo Camila. —Le extiende la mano. Él la toma con delicadeza y le besa el dorso. De inmediato, Camila se ruboriza y le sonríe con flirteo.

—¿Cómo te llamas tú, Ojos lindos? —se dirige a Lilia, acción que sorprende a Camila, ya que su hermana menor suele ser ignorada por los chicos lindos cuando ella está presente.

Lilia se pone más roja que un tomate al escuchar el apodo, al tiempo en que las palabras se le traban en la garganta y nunca salen.

—Ella es Lilia, pero es un poco tonta. No tiene importancia que le pongas atención —espeta Camila de forma despectiva, luego lo encara coqueta—. Entonces, ¿intercambiamos números?

Bratt la mira de mala gana.

—No, gracias —responde seco y se va sin añadir más.

Tanto Camila como Lilia se quedan desorbitadas e inertes en su lugar, como reacción al rechazo directo de aquel chico, puesto que es la primera vez que Camila recibe un "no" como respuesta.

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