Capítulo L

Edward llegó a casa cansado de todo el día, saludó a su esposa con muy poco ánimo.

—¿Cómo estás cariño? ¿Cómo te has sentido? Disculpa, la verdad, no pude quedarme contigo cuando pasé por ti por el centro de terapia, tengo muchas cosas encima de mi cabeza.

—No debes preocuparte tanto, ven siéntate a mí lado quiero que me abraces, que me consientas y me des mucho ánimo.

—¿Qué tal te va con la terapia?

—Duele un poco, hago el esfuerzo, Ed me gustaría quedarme en casa, crees que puedas hablar con una de las terapeutas para hacer las sesiones más cómodas.

—Claro mi amor, todo porque te mejores pronto —comentó Edward.

—Necesito decirte algo, cuando tuve cargado el niño de Camila me percaté de un detalle.

—Sí, y eso puedes decirme amor.

—Observe en su cuello un lunar muy parecido al tuyo.

—En serio cariño y eso que tiene los niños suelen tener lunares desde su nacimiento.

—Sí, lo sé el caso es el parecido de ese lunar con el tuyo —asintió Pamela.

—Recuerda cielo esta

marca la saqué por mi
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