56. Sabes qué no es verdad

—¿Anoche, Altagracia? ¿Anoche estabas con Gerardo? —la señora Aleida tiene la misma expresión de sobresalto—. ¿Cómo es eso posible?

Altagracia ha durado unos momentos en la deriva luego de confesar. Su respiración se sigue acortando más y más. Recuerda la tormenta de anoche, donde en sus brazos sostenía a Gerardo completamente ebrio y balbuceando incoherencias no propias de él.

Si han dicho que el asesinato ocurrió anoche en medio de la lluvia. Entonces…

Altagracia deja que el dolor de cabeza debido a demasiado pensativos acumulativos la ciegue unos momentos. La respiración ya no es la misma. Altagracia retrocede, perdida en su propia mente, como si no quisiera aceptarlo.

—Estuve con él —Altagracia mantiene la mano en su vientre, desesperada. La observa—. Fui al cementerio porque quería visitar mi tumba. Él estaba ahí en medio de la lluvia. Estaba ebrio. Las cosas —Altagracia cierra los ojos—, no pudo haber sido él quien le hizo eso al gobernador porque estaba conmigo.

—¡Lo ves! ¿Qué
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