—Quedan formalmente unidos legalmente —el abogado cierra la carpeta justo luego de firmar—. Un placer, señor Montesinos.Rafael se coloca de pie, totalmente indiferente a las palabras. La única persona sonriente en la oficia es Soledad, de piernas cruzadas, y ojos completamente distinguibles en la satisfacción.Rafael estrecha la mano del abogado y Soledad también. Luis despide al abogado y lo acompaña por petición de Rafael.Matías está comiendo una pequeña paleta de helado, siendo Guadalupe y Luis los únicos testigos de ésta indiferente unión. Rafael se arregla su corbata y genera un seriedad enorme al momento de girarse hacia Soledad.—Unos simples meses. No tienes antecedentes ni nada de escándalos. Tu única vocación será ser la madre de mi hijo —Rafael se acerca hacia Matías para acariciarle el cabello castaño—. No quiero más nada de ti sino eso.—No tengo problemas. Ya entendiste lo único qué quiero —Soledad contesta con un tono de delicadeza. Rafael es igual de atractivo que su
Aunque no lo quiera es difícil no pensar en las horas encerrado en ésta pocilga. Gerardo mantiene la cabeza agachada sentado en la única silla dentro de su celda.Nadie lo ha visitado salvo Fernando, contándole sobre el desastre en el que se ha vuelto Campos Del Valle con su detención, y sus otras empresas regidas bajo su directiva. Estas acusaciones le están costando la reputación que considera casi sagrada.Se echa hacia atrás. La cabeza la descansa en la pared.Sus nudillos sangran. La pared es lo único que logra alcanzar sus puños para cesar la desesperación.Encerrado como una rata.Jamás en la vida creyó que esto le sucedería.Ha estado repasando las palabras que Fernando confesó horas atrás. Ya no sabe cuánto tiempo ha estado aquí«Altagracia cree que fui yo» son los pensamientos de Gerardo. «Ella cree que fui yo el culpable de su muerte. El causante del incendio. ¿Cómo puede creer que yo hice algo así?»Gerardo suspira cansado.«Te odia. La mujer qué amas la perdiste por una e
Gerardo vuelve a preguntar. —Así se llama el niño que adoptó Rafael. Matías. ¿No está aquí con él? Fernando se muestra confundido ya al oírlo, y más al escuchar el nombre del hijo de Rafael. —No. El niño no está aquí ¿Por qué quieres saber?Gerardo recuerda las súplicas de su hijo de quien sería su nuevo hermano.—Luego te contaré. Necesito que hagas otra cosa, qué distingas a todo aquel policía corrupto. Uno de ellos es quien viene todos los días a dejarme la comida. Ignacio juega sucio. Él cree que yo no sé sus mañas. Desde niño fue una espinilla en el trasero y siempre hizo trampa. Si quiere se gobernador él mismo me está haciendo el favor. Yo esperaré aquí a la hora del traslado. No puedo hacer nada aquí, Fernando. Te necesito al lado de mi familia. ¿Cómo está mi madre? ¿Dónde está Sergio?—Tu madre haciéndose cargo de todos los problemas en Santa María. Sergio está con su tía Azucena y la señora Aleida —Fernando cierra el portafolio.—Bien. Confío en la señora Aleida. Ahora vet
—¡¿Ximena?! —Juan Carlo continúa exigiéndole. No la suelta. Los gestos demuestran desesperación mezclada con rabia—. ¿Qué escuchaste? El enfermero junto a dos oficiales más los empujan hacia el pasillo. La puerta se cierra, y en un abrir y cerrar de ojos deja de ver a Santiago agonizando en su propia sangre. Con el cuerpo tan inmóvil Altagracia no se da cuenta que Juan Carlo la saca del lugar hasta lograr ver la luz del sol, donde la luminosidad la ciega por momentos y es un golpe directo a su realidad. —Ximena —Juan Carlo no se ve en la necesidad de guardar las ganas de explotar con el silencio de Altagracia—. ¿Qué cosas te murmuró ese delincuente? Altagracia engulle la saliva, dándose cuenta que sigue atontada. La fuerza de Juan Carlo en sus brazos incrementa más qué antes, logrando un efecto de molestia. Se zafa de sus dos manos. —Tengo qué ver a Santiago —Altagracia pasa por su lado, colapsando en confusión e incredulidad. Juan Carlo la toma del hombro—. Ese hombre está muriend
—Hazte un lado. No escucharé esas estupideces —Altagracia pierde la paciencia con esas acusaciones. Hundes sus uñas largas en el volante antes de volver a gritar—. No tengo nada qué ver con lo que le acaba de pasar a Gerardo.—Pero sí mucho con la acusación de algo que no cometió—Fernando sigue insistiendo con un rostro enojado que nunca antes había visto—. Gerardo acusado y luego un intento de asesinato donde siempre estás tú presente.Altagracia vuelve a ver el auto a la distancia, alejándose cada vez más y más. La forma en la que sus dedos se mueven indica desesperación.—Piensa lo que quiera. No tengo cabeza para oírte —le escupe enojada antes de acelerar.Fernando se quita del medio, furibundo ante las acciones de ésta mujer.—Ella tiene algo qué ver en todo esto, estoy seguro —Fernando se dirige directamente al fiscal—. Hago responsable a Ximena Serrano de lo que le pase a Gerardo —exclama antes de darse la vuelta y subir a su auto.Altagracia persigue la camioneta. Acelera con
—¿Está muerto? ¿Ese desgraciado murió? —bajo el sol del mediodía Ignacio camina de un lado al otro, con la mano en la cintura mientras lanza la primera jerga de maldiciones a Luciano.—El hombre que mandamos a averiguar a la clínica llegó ésta mañana, patrón. Dijo que el tipo sobrevivió a la bala.Con los ojos abiertos, Ignacio presta atención a las palabras de Luciano como ganas de asesinar. Una catástrofe. Un plan fracasado. Su deseo hecho pedazos.—Vivo —repite Ignacio, echándose a reír cínicamente—. Vivo —agarra a Luciano por la camisa—, enviarás a tu “hombre” para que termine con el trabajo que se le encomendó. Qué use el dinero para pagar a los de seguridad. Que entre en silencio, y salga en silencio. ¡Ese tipo debe morir! Los días de ese canalla están contados.—Eso es lo que estamos haciendo, patrón. Pero la seguridad, y sobretodo de una clínica, ya sabe cómo es —Luciano se aleja un poco de Ignacio después de que éste lo soltara—. Los oficiales terminarán con esto sino quieren
—Señora Rosa…Es el segundo día, y Altagracia sigue sin ver a Gerardo. No se lo permiten. Acaba de llegar a la clínica, y la única mujer presente es la madre de Gerardo. No la había visto siendo Ximena, por lo que es claro el recelo de la señora Rosa cuando la nota.—Soy Ximena Serrano —Altagracia murmura, acercándose. La señora Rosa no fue la mejor suegra en su momento, pero jamás vio un comportamiento despectivo hacia ella. Es la misma mujer de siempre—, es un placer conocerla..—Sé quién eres, niña —Rosa contesta, calmada—. Me conmueve que estés aquí, esperando hablar con él. Esa parte no la entiendo. ¿No querían tú y la difunta Altagracia encerrar a mi hijo en la cárcel? —Altagracia sólo quería justicia por lo que le habían hecho. Por lo que su hijo le hizo a ella —Altagracia está lo bastante alejada para no incomodarla—. Pero jamás hubiera deseado que esto ocurriera. No tuve nada qué ver en este intento de secuestro. Y quiero qué todo el mundo sepa que si él necesita algo
—Si no nos apresuramos ahora mismo no podrás hablar directamente con él. ¿Estás seguro que puedes caminar? —Fernando observa una última vez el pasillo del piso antes de entrar al cuarto. Observa el reloj—. Necesita dejar el país en menos de 1 hora. Ya están buscándote en toda la ciudad.Gerardo apenas habla. Puede caminar a duras penas. La herida de bala en su cuerpo no ha sanado para nada y la enfermera quien los acompañó para salir del hospital indicó seriamente qué si no descansaba como debía, la herida se abriría, se infectaría, y quedaría con muy serios problemas de salud. Gerardo logra sentarse con la ayuda de la enfermera, tensando la mandíbula.—Sigues sin decirme quién es “él”, Fernando. ¿Cuál es el secreto? —Gerardo responde en voz grave—. Necesito irme cuánto antes. Una vez sepan que estoy despierto me buscarán, y no hablo de la policía. Hablo de Ignacio. Estoy débil, no podrá defenderme así como estoy.—Lo sé —Fernando da unas palmas para apresurar a la enfermera—. Apresúr