48. Cegada por el dolor

—¿Señorita Ximena? —Gertrudis salta de inmediato hacia Altagracia cuando la escucha sollozar—, ¿Quiere un poco de agua?

—Olvida eso. Estoy bien —Altagracia no quiere que Gertrudis la toque, por lo que se aleja, ocultando su rostro hacia otro lado para que Gertrudis no tenga la oportunidad de ver sus lágrimas—, eso es imposible.

—Tampoco quiero creerlo, señorita. Pero mi búsqueda me llevó a eso. A ese cementerio…

—¿Dónde está ese cementerio? ¿Dónde están esas personas? —asegurándose que no quede ningún rastro de sus lágrimas Altagracia se gira—, llévame de inmediato a ese cementerio. Quiero verlo con mis propios ojos —aguanta las ganas de sollozar.

Gertrudis sostiene su mano, confundida dentro de lo cabe por la reacción de ésta desconocida.

—¿Está segura…?

—¡Muy segura! —Altagracia recupera lo poco que queda de aire para tambalearse hacia la camioneta—, ¡Venga de inmediato, Gertrudis!

Gertrudis salta con la voz enervada de Altagracia antes de correr hacia el auto.

—Señorita Ximena, ¿P
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