Eso es imposible, es lo primero que piensa Altagracia al ponerse de pie.Lo único que hace Gerardo es mentir para beneficiarse de su muerte, porque a él no le duele absolutamente nada lo que le sucedió.Si él fue quien ordenó su muerte. ¿Por qué habría de importarle ahora? ¿Arrepentimiento? Sólo es mentira. Un hombre desalmado como él, despiadado como ninguno otro. Sus comentarios los hizo por la eterna confrontación y rabia que le tiene a Ignacio.Altagracia usa sus palmas para inhalar y exhalar antes de caminar de nuevo hacia la reunión. Lo que ha hecho ha sido para molestarla.¿Y qué es eso de no caer enamorado por Ximena? Tiene una nueva tarea y es seducir a Gerardo como Ximena, hacerle pasar exactamente el sufrimiento qué ella sufrió en esos meses de rechazo e indiferencia. Él no debería subestimarla, porque con el nombre de Altagracia, es como lo llevará a cabo, es cómo lo llevará a la locura.De vuelta a la reunión, por ningún lado nota a Gerardo. Y tiene la sospecha que Ignaci
Paralizada está durante unos segundos. Altagracia no reacciona porque aturdida está al darse cuenta que sus labios chocan con los de Gerónimo. Altagracia abre los ojos en medio del beso. Intenta apartarse de Gerónimo, pero cuando sus labios se mueven en los de Altagracia sabe qué debe parar.—Mm —Altagracia lo empuja por el pecho y rompe el beso—, ¡¿Estás loco?! —Altagracia lo abofetea de inmediato lanzando su primer grito—, ¡¿Perdiste la cabeza?! ¿Cómo te atreves…?—Lo lamento…no fue mi intención.Altagracia abre los ojos al oírlo. El beso sigue en sus labios, pero que haya ocurrido de ésta manera, y sea justo éste hombre de entre todos no lo hace mejor. Es mucho peor.—No vuelvas a hacer algo así nunca más —Altagracia toma su vestido. Cuando lo alza camina hacia la puerta. Gerónimo la detiene por el codo—, ¡Suéltame…!—No fue mi intención besarla de esa forma. Pero —Gerónimo hace el intento una vez más de acercarla. Y lo logra, porque rodea su cintura justo cuando Altagracia suelt
A Altagracia le basta oír esas palabras para sentir como un nudo en el estómago empieza a explotar y un escalofrío recorre su espalda. Su rostro no tiene explicación. Tampoco tiene explicación ésta manera de súplica que sale de un Gerardo desolado. ¿De qué se trata todo esto? No lo puede creer. Altagracia inclina el rostro ante las palabras que paralizan. —¿De qué estás hablando? Eso no es verdad —Altagracia también balbucea. Gerardo está delirando, es la única razón para oírlo decir estas clases de cosas—, ¿Qué fue lo qué sucedió? ¿¡De qué hablas, Gerardo…?! Al continuar confundida Altagracia también le agarra el rostro en búsqueda de respuesta. —Explícame por qué me estás diciendo éstas cosas aquí, ahora —las lágrimas de rabia de Altagracia se camuflan con las lágrimas del cielo, qué siguen cayendo aún en los dos como un manto. Su cabello castaño ya es oscuro, mechones adheridos a su frente. Gerardo está empapado de cabeza hasta los pies, pero ante su ebriedad, sus
Sólo ha pasado una semana desde que Rafael Montesinos se mudó a Nueva York. Tiene la mirada concentrada en su escritorio porque la mudanza le trajo más trabajo de lo qué tenía en México. Comenzando con que ya se ha alejado por entero de Campos Del Valle y de su familia. Luis es su asistente, quien entra acompañado de lo único que puede hacerle a Rafael desviar la atención. Su madre, Rosa de Montesinos. El pequeño Matías juega, distraído, en su silla. Rafael no le ha quitado la vista de encima desde que Guadalupe lo trajo. El niño es bastante tranquilo, y mientras tenga su avión de madera, nada lo distraerá salvo la hora de dormir. La madre de los hermanos Montesinos porta la belleza que sus hijos heredaron de ella. Siempre pidió una niña. Nunca tuvo la oportunidad de tenerla. De ojos hundidos y un cabello peinado elegantemente, Rosa se quita los lentes justo cuando coloca los ojos en el pequeño Matías.—¿Cómo sabes que estoy aquí? —ni un saludo, ni una bienvenida. Rafael no
Un llamado lejano empieza a interrumpir la somnolencia del hombre que apenas se recupera. La conciencia lo manda a despertar, y se suma el llamado agudo qué se mete en sus sentidos.El hombre que abre un solo ojo para ver a su hijo moviendo sus piernas es Gerardo.Está sin camisa, acostado en su habitación. Alza la cabeza para que la imagen de Sergio trepando sus piernas hasta llegar hasta sus brazos sea lo primero que vea bajo éste inmenso dolor de cabeza. Vuelve a acostarse, y a cerrar los ojos.—¡Papi! ¡Papi! Levántate. Tienes qué desayunar.La habitación da vueltas cuando Gerardo vuelve abrir un solo ojo, mirando al techo. Sergio salta en la cama, tratando de despertarlo.—Sergio…—la voz ronca de Gerardo no asusta a Sergio por estar acostumbrado. Lo llama para que se detenga, pero su tono de voz es tan bajo y grueso que su pequeño hijo no le presta atención. Gerardo deja caer la cabeza otra vez a la cama, suspirando.—¿Dónde estabas ayer, papi? ¿Fuiste a buscar a mi hermanito?Ger
—Esto es lo qué sucede cuando hay fugas de productos químicos, probablemente como la hacienda, ambas, crían ganado a gran escala, las fugas de productos químicos pueden contaminar el suelo, y el agua subterránea —el ingeniero Ismael se coloca de pie luego de quitarse los guantes—, ya sabes cómo son éstas cosas, Gerardo. ¿Has visto qué afecte a otras haciendas…? —Las únicas haciendas afectadas son las mías. Y no quiero al gobierno local con sus narices en mis tierras porque esto no se trata a propósito de un mal monitoreo y el control. No es suficiente —Gerardo se mueve de un lado al otro, histérico y con las manos en la cintura. Acaba de colocarse su sombrero y una chaqueta de cuero negra—, mis animales no tienen agua para beber y probablemente alguno de ellos ya estén enfermos por el agua. Arregla esto de inmediato. Víctor Montesinos se acerca junto a Fernando en una camioneta. Gerardo llevó personalmente al ingeniero Ismael al pozo profundo más lejano de la casa grande. Gerardo est
Altagracia retrocede con tres pasos segundos después de oír a Edelmiro. —Lo que dice son puras mentiras —Altagracia zanja de mala gana—, eso es imposible. Eldemiro acaricia la cabeza de uno de los perros que se han acercado. —Creo en la veracidad del testimonio de Altagracia Reyes. Es imposible, no. Es descabellado lo que dice. Gerardo estaba aquella noche en la hacienda Villalmar —Altagracia exclama. Edelmiro quita el tabaco de su boca. —Puede usted creerlo o no, señorita. Soy anciano. Pero mi mirada falla pocas veces.—¿Qué pruebas tiene para creer que aquel hombre no era ese tipo? ¿Alguna prueba? —al perder un poco la paciencia, Altagracia está rígida y disgustada. —Mis ojos, señora. Es lo qué vi. —¿Y usted le dijo eso a la policía? —Gilberto se acerca a mencionar. —Se los dije. No deje ningún cabo suelto. El muchacho usado de carnada está pagando su condena, él fue elegido para ser el rostro de la maldad. ¿Quién lo envió? —Edelmiro de cruza de brazos—, éstas tierr
—Eso estuvo —Soledad suelta su último suspiro, acomodándose su vestido—, muy bien, Juan Carlo. Como siempre —Soledad le guiña el ojo al bajarse del escritorio, acariciando sus hombros—, estuviste de maravilla. Juan Carlo se sube el cierre de su pantalón, agitado por lo que acaban de hacer. Empieza a arreglarse las mangas de su camisa sin apartar la mirada de Soledad mientras ella deliberadamente sonríe y se acomoda sus tacones. Se inclina a besarlo una vez más.—¿Esperaste por mí toda la noche?—Luego de hacerlo en el baño no pude tener mucho de ti —Juan Carlo la hace reír agarrándola de la cintura—, sabes qué siempre espero por ti.—Ahora qué ya has tenido tu dosis de mí, cielo, me encantaría qué noticias tienes para que la zorra deje Villalmar y México. Si es posible para siempre —Soledad deja de sonreír falsamente para lanzar el rostro de Juan Carlo hacia un lado sin ganas y alejarse de él. Su rostro ya cae a una profundad seriedad.—No sólo se necesita sacarla de aquí. Q