46. Tan lejos y tan cerca de su bebé

Altagracia retrocede con tres pasos segundos después de oír a Edelmiro.

—Lo que dice son puras mentiras —Altagracia zanja de mala gana—, eso es imposible.

Eldemiro acaricia la cabeza de uno de los perros que se han acercado.

—Creo en la veracidad del testimonio de Altagracia Reyes. Es imposible, no. Es descabellado lo que dice. Gerardo estaba aquella noche en la hacienda Villalmar —Altagracia exclama.

Edelmiro quita el tabaco de su boca.

—Puede usted creerlo o no, señorita. Soy anciano. Pero mi mirada falla pocas veces.

—¿Qué pruebas tiene para creer que aquel hombre no era ese tipo? ¿Alguna prueba? —al perder un poco la paciencia, Altagracia está rígida y disgustada.

—Mis ojos, señora. Es lo qué vi.

—¿Y usted le dijo eso a la policía? —Gilberto se acerca a mencionar.

—Se los dije. No deje ningún cabo suelto. El muchacho usado de carnada está pagando su condena, él fue elegido para ser el rostro de la maldad. ¿Quién lo envió? —Edelmiro de cruza de brazos—, éstas tierr
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