Astrid seguía mirando a la otra mujer con más confusión que otra cosa, casi había estado segura de que era Elisa, por un momento lo pensó de verdad, ¿Y si se había equivocado? ¡Oh, no, Mikel! ¡Mikel la odiaría, estaba acabada!— No comprendo su risa, ¿Qué es tan gracioso?— Es que es tan improbable que suceda una cosa así, esa mujer de la que me habla debió ser muy estúpida para no darse cuenta de que varios de sus amantes la esperaban en el mismo lugar, sinceramente, la historia es buena, ¡Pero es totalmente inverosímil! — Comentó de forma tan casual que Astrid continuaba llena de interrogantes y ninguna aclaratoria.— ¿No me cree? — La pregunta retumbó más en su propia cabeza que en la Isabella Lennox, rindiéndose al fin a lo evidente: ¡Se había equivocado! Esa mujer no
Mikel tomó asiento e inmediatamente Astrid rodeó sus hombros con el brazo, como marcando terreno. Isabella notó el gesto que gritaba “propiedad privada” y le causó gracia, así que desvió un poco la mirada y se rio por lo bajo.« Astrid es una idiota si cree que en realidad estoy genuinamente interesada en ese pelele, nunca volvería a verlo de esa forma, ¡No hay nada que pueda hacer para que le perdone tanto dolor! »— Sé que voy a arrepentirme de preguntar esto, pero… ¿De qué hablaban? — Miel dijo a modo de broma.— Tu esposa me contaba una historia muy variopinta, Mikel, algo sobre una vieja amiga suya — Mirando a Astrid e interpelándola a soltar la lengua, quería ver que tan atrevida sería con el tema, si hablaría abiertamente sobre la trampa que le había puesto hacía muchos años, o
Isabella estaba en shock. Todavía procesaba en su mente la idea de que se materializaba su temor más grande, que su hijo fuera enviado fuera del país, a donde no pudiera tener acceso a él como hasta ahora.La astucia de Astrid pilló de inmediato la expresión de terror de Isabella, cuando esta escuchó que el niño se iría lejos. A la rubia no le cupo la menor duda, si antes hubo cosas que la hicieron dudar de su loca idea de que tenía frente a ella a la resucitada Elisa Alcalá, la elegancia y distinción, la figura delgada y estilizada de la mujer que ahora se veía como modelo de portada de Vogue, o la ropa costosa y el sitial de honor en una compañía trasnacional como Lennox y Lennox, ahora estaba completamente segura de que esta mujer no era quien decía ser.Todavía le costaba trabajo creérselo. Elisa era tan… corriente, tan simple, tan b&
En la oficina de Gerencia General de Wolf Company:—Señor Emmett, tiene una visita, alguien quiere verlo — la secretaria informó al viejo Wolf para que la recibiera.— ¿Es alguien importante?, ¡Estoy muy ocupado para perder el tiempo con tonterías! — escupió de forma desagradable —. No estoy para nadie que no merezca mi tiempo.La secretaria temió molestarlo, le conocía el geniecito de los mil diablos a su jefe, pero afuera tenía a este tipo con mal aspecto que insistía en que lo dejara hablar con el viejo Wolf.— Es muy insistente, señor — ella continuó con cuidado — Dijo que se apellida Vargas, que se lo dijera a usted para que supiera que es importante.Al escuchar el apellido del visitante, Emmett Wolf levantó la mirada felina y peligrosa.— ¿Vargas, dices?—
Vargas se dio la vuelta y salió, sintiendo cómo la mirada pesada y afilada del viejo Wofl se le clavaba en las costillas.Emmett lo siguió con los ojos hasta que la puerta se cerró y volvió a descargar los puños con rabia sobre la mesa.— ¡Maldito cerdo insignificante! ¿Cree que puede venir hasta mi oficina a intimidarme? ¡Está muy equivocado! ¡No ha nacido el hombre que pueda amenazarme y viva para contarlo!Vargas no lo escuchó, pero algo en su interior le dijo que debía cuidarse.— ¿Astrid? — la rubia escuchó la voz alterada de su suegro en el teléfono.— Emmett, ¿Qué sucede?— Necesito que resuelvas un problemita — Le dijo en un tono que ella conocía bien y no le gustaba para nada.La mujer se tensó y salió de la habitación.— ¡
James pasó su mano de nuevo por la larga cabellera de Isabella, peinándola con los dedos, mientras le susurraba al oído lo mucho que la amaba.— Isa, te siento muy tensa, ¿Pasó algo en la oficina hoy? — Su intuición no fallaba cuando se trataba de ella.— Me conoces bien — ella admitió.— Sí, pero todavía no puedo saber en lo que estás pensando, necesito que me lo digas.— Lo siento, no quería preocuparte — ella bajó la mirada.— ¿Y qué podría preocuparme ahora que estamos juntos? — Él casi se rio, no creía que hubiera muchas cosas que pudieran empeñar su felicidad.Isabella hizo un largo silencio antes de hablar.— Hoy vino Astrid a mi oficina de nuevo — dijo con cuidado.James se incorporó para mirarla.— ¿De q
Astrid pasó los días siguientes en un desenfreno total, ni el mismo Mikel soportaba su ánimo de los mil diablos.Varias cosas rondaban por su mente enferma de odio y de venganza, hace pagar a Elisa por su atrevimiento de no morir en aquel atentado que con tanto esmero había planeado para la cárcel, investigar como coños había escapado, conseguir las pruebas de que estaba viva para refundirla de regreso en la prisión, hacerla sufrir por atreverse a acercarse de nuevo a Mikel, averiguar cómo era la protegida de un hombre tan rico e importante como James Lennox, y cuál era su verdadera relación con él, porque era obvio que algo se traía ese par entre manos.Y por otro lado, estaba ese asunto de aquel tipejo, ¡El Vargas!Se llevó las manos a la cabeza con frustración y dejo salir un par de maldiciones golpeando la mesa del despacho de su casa.Mikel,
Elisa respiró hondo cuando el abogado le extendió los documentos. Alargó la mano temblorosa para tomarlos y leyó con atención.—¿Comprende lo que dice ahí, señorita Alcalá?—Para serle franca comprendo la mitad — dejando escapar el aire.—Básicamente, la señora Beatriz Lennox dejó a su nombre el cincuenta por ciento de sus bienes, creo que no es muy difícil de entender.—Esa parte la comprendo perfectamente, lo que no entiendo es ¿Por qué decidió dejarme un porcentaje tan alto? — Elisa solo podía pensar en la reacción de James, el hijo de Beatriz.Mientras ella todavía hablaba, la puerta del despacho del abogado se abrió y James Lennox entró con elegancia y paso decidido.—Es la misma pregunta que me sigo haciendo — la voz de James era aplomada, pero glacial.—Llegas tarde, James — el abogado, observó ajustándose las gafas.—Tenía negocios que hacer, Robert, a diferencia de otras personas, yo sí me he ganado cada centavo.Elisa tragó grueso y se acomodó en la silla, no era su culpa qu