Isabella estaba recostada en la cama con la mirada clavada en el techo mientras hacía un examen profundo de su antigua personalidad, una especie de psicoanálisis personal e íntimo en el que esperaba poder identificar los puntos a cuidar en presencia de Astrid, la próxima vez que el destino las pusiera frente a frente, cuando dos golpes en la puerta la sacaron de su concentración.— ¿Sí?— Isa, soy yo — la voz de James contestó.Ella respiró profundamente, todavía le costaba un imperio fingir delante de él, que no le importaba un carajo su presencia, ni su cercanía, cuando la verdad es que se quemaba por dentro con solo pensar en él.— Pasa… — contestó antes de incorporarse.James empujó la puerta y abrió, encontrándose con una Isabella despeinada y con el cabello todavía húmedo, me
Astrid había estado revisando algunas cosas en su habitación. Parecía que la mujer de la limpieza, estaba haciendo el trabajo a medias, abrió el cesto de la ropa sucia y estaba hasta el tope.— Será mejor que saque esto de aquí y lo deje a la vista o la muy perezosa no va a llevarlo a lavar — dijo con fastidio tomando el cesto y arrastrándolo hasta el pasillo — Mañana, esa mujer me va a oír. ¡Si no hace las cosas como le dijo, la voy a poner de patitas en la calle!Ella dejó salir con arrogancia, empujando en cesto con tanta fuerza que hizo volcar en el suelo.Soltó un par de maldiciones y se inclinó a recoger las cosas cuando vio la camisa y la corbata que Mikel había usado ese día. Tomó ambas prendas para meterlas de regreso al cesto cuando notó algo extraño y fuera de lugar.Una pequeña mancha de labial de otro tono diferente al suyo estaba en la corbata de su marido. Revisó con cuidado y tomó la camisa para comprobar que otra mancha del mismo color estaba también en esa prenda.As
Isabella había hecho de nuevo ese gesto que lo sacaba de su eje, de su centro, de su órbita.James observó como ella dejaba escapar el deseo contenido mordiéndose el labio y sintió de inmediato como una corriente eléctrica comenzaba a recorrer sus piernas y sus caderas, hasta un poco más arriba, algo allá abajo comenzó a endurecerse y él solo podía pensar en esa boca deliciosa que anhelaba con urgencia volver a saborear.Ella se mordió de nuevo, y él lo supo. Lo deseaba, pero se estaba conteniendo. Era evidente la lucha interna de Isabella entre lo que pensaba y lo que realmente deseaba.James se preguntó si podría dejar salir al hombre enamorado y lleno de pasión para darle a ella lo quería sin que hubiera consecuencias.« ¡Carajo! La deseo, ¡La deseo más que nunca! »— No te muerdas el labio de ese modo — Casi la amenazó, pero ella se mantuvo firme, clavando su mirada azul sobre su rostro, retándolo a que lo hiciera.« ¡Al diablo! Que pase lo que tenga que pasar », pensó antes de írs
En la mañana, Isabella se estiró como un gato para desperezarse.Había despertado con una enorme sonrisa en los labios, y una sensación de bienestar y felicidad tan especial que, francamente, no recordaba cuando había sido la última vez que se había sentido de esa forma.Era diferente a la primera vez que intentó tener una relación con James, seguramente por aquello de que las reconciliaciones saben mejor.Alargó los brazos hacia un lado, tanteando con cuidado en busca de James, pero la almohada estaba sola y el espacio vacío.Tomó la almohada y la abrazó contra su cuerpo, inhalando profundamente el delicioso aroma del perfume masculino de James antes de levantarse.Se dio una ducha y se arregló con un vestido corto, vaporoso y sandalias bajas y cómodas.Se aventuró a caminar por la propiedad y se impresionó al ver el paisaj
¡Ese sábado fue mágico! James llevó a Isabella a recorrer el pueblo por la mañana, y luego por la tarde pasearon en bote.La arena blanca, las olas rompiendo en la playa, el suave sonido del viento y el ambiente costero hicieron mucho bien en ella, que dejaba perder su mirada sobre el hermosísimo paisaje de Nerja frente al mar. Pero lo que más disfrutó, fue la compañía y el amor de James, un amor que la colmaba de gustos y atenciones.Un amor como el que siempre soñó, y ahora parecía que todo iba a estar bien. Pero ella no podía saber que el viaje descubriera ciertas inseguridades que creía desaparecidas y ocultas.— ¿Te gusta el paseo en mar? — el le dijo atrayéndola hacia su cuerpo con un tierno abrazo.— ¡Me encanta! ¡Hacía tantos años que no lo visitaba, que hasta se me había olv
Isabella continuaba con sus dudas. Se quitó el traje de baño y lo puso a un lado para meterse a la ducha y sacar el salitre de su piel mientras seguía repitiéndose que solo sería cuestión de tiempo para que una flacuchenta sin curvas se le metiera a James por los ojos.— Debo ser sincera conmigo misma, esto durará mientras pueda mantener esta figura, en cuanto comience a subir de peso ya no será igual — se dijo mientras se enjuagaba el jabón.Salió de la ducha y buscó que ponerse, pero su vestido vaporoso estaba sudado, así que lo lavó en el lavamanos junto con sus bragas y lo extendió en la puerta de la ducha.— Hace calor, amanecerá seco — pensó.Regresó a la habitación a buscar algo para ponerse y encontró unas camisas de James.Se puso una camisa blanca con las mangas largas, le quedaba gra
El lunes por la mañana, cuando Isabella se levantó, parecía flotar en las nubes. Acababa de pasar el mejor fin de semana de su vida y había llegado con las baterías recargadas para enfrentar lo que fuera por recuperar a su hijo, ahora estaba totalmente segura de los sentimientos y del amor de James por ella, así usaría eso como muleta de apoyo para sentirse un poquito más segura.Se apresuró para estar lista temprano y poder compartir el desayuno con James, pero comieron fuera, así podrían tener libertad de conversar, reír y de tratarse como pareja sin que nadie los viera. Ese tema de fingir ser hermanos los obligaba a ser en extremo prudentes, si no querían ocasionar incomodidades entre la servidumbre.— De nuevo, gracias, James, el fin de semana fue una maravilla.Él sonrió, tomando sus manos entre las suyas.— Me alegra mucho haber aclarado las cosas contigo, quiero que sepas que te amo, y que ahora tú eres mi prioridad.Isabella le devolvió la
— Siéntese, por favor — señalándole el sillón — ¿Qué quiere hablar conmigo?Hubo algo en ese timbre de voz que a Astrid no le gustó, algo en ella era demasiado familiar, pero todavía no sabía qué, y eso, no saber, la enojaba más que cualquier otra cosa.¿Acaso conocía a la zorra de otro lugar? O ¿Habría sido una de las antiguas amantes de Mikel que ahora se mostraba en persona?, estaba confundida, y no le gustaba sentirse así, necesitaba seguridad para actuar. Inspiró profundo y mantuvo la sonrisa impoluta como si no estuviera partiéndose el cráneo.« ¡Ya lo pilló!, sabe que algo raro en mí, ¡Pero no se ha dado cuenta qué es! », Isabella caviló tomando asintió frente a ella sin quitarle el ojo de encima mientras ponía en práctico todo a