70 ¡Debo hacer algo!

Isabella y Más aparecieron por la puerta, venían riendo y jugando el uno con el otro. Ambos hombres hicieron silencio y se la quedaron viendo. James inspiró profundo y le pareció una escena de los más tierna, con ella, hermosa y fresca, con esa sonrisa de felicidad que le quedaba incluso mejor que el vestido que traía puesto.

Y Mikel, él pensó que, si una mujer como esa fuera su esposa, su casa sería un verdadero hogar. ¡Cuán equivocado estaba en aquellos tiempos en los que se atrevió a seguirle la cuerda a Astrid para casarse con ella!

Siempre pensó que Astrid era la mujer indicada para él, y lo habría sido de no tener un hijo.

Ambos eran el uno para el otro, mentirosos, calculadores, fríos para los sentimientos, pero ardientes como tizones en la cama, ¿Qué más hubiera querido? ¡Nada más! Pero estaba su hijo, el hijo de Elisa, y él no tenía la culpa de estar en el medio.

Suspiró, nada de eso tenía arreglo ya.

— Se ven muy contentos — James comentó y no pudo evitar mirarla con ojos d
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