Capítulo51
La primera tormenta no duró más de una hora antes de detenerse.

Isabella, vestida con su habitual ropa blanca, y una flor blanca en el pelo, regresó a la villa. Desde la muerte de sus padres, todas sus prendas habían sido de color blanco, evitando cualquier tono vibrante.

Caminaba con la misma gracia con la que se movía en la residencia de Vogel, sin prisa ni pausa. Al entrar, se inclinó cortésmente.

—Cómo está usted, señora Ángeles.

Luego hizo una ligera reverencia hacia la señora Minerva.

La señora Ángeles se levantó y tomó la mano de Isabella. La examinó, notando que su rostro estaba suave y luminoso, su complexión más saludable que cuando estaba en la residencia de Vogel, donde ahora parecía aún más radiante.

Al ver que Isabella estaba bien, la señora Ángeles se sintió aliviada, aunque no pudo evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas al recordar los días de Isabella en la residencia de Vogel.

—Isabelita, ¿estás de veras bien? —preguntó con emoción contenida.

—Tranquila, todo est
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