Isabella acompañó a los miembros lejanos de la familia Díaz de Vivar y a un grupo de amigas a ver una obra de marionetas. Raulito también quiso ir. En sus días como mendigo, solía colarse en los teatros para pedir limosna. A veces lograba disfrutar de las actuaciones hasta que alguien lo descubría, lo golpeaba y lo echaba a patadas. Esta vez, sin embargo, podía sentarse con total legitimidad en un asiento, sin temor a ser expulsado. Los días de sufrimiento le habían enseñado a valorar lo que ahora tenía.Cuando comenzó la música, el ambiente se llenó de alegría. Isabella pudo sentir la emoción, lo que mejoró un poco su estado de ánimo. Al fin y al cabo, la vida tenía que seguir adelante, y sin importar qué, siempre tendría a Raulito a su lado.Al revisar el programa de las obras, Isabella, que nunca había sido aficionada al teatro ni mucho menos a las marionetas, decidió dejar la elección en manos de la esposa de Melquiades, quien sí disfrutaba de las actuaciones y sabía cuáles eran ap
Modesto, con cara impasible de poker, dio una orden directa a los guardias:—Traigan al príncipe de vuelta para atender a los invitados. Hasta mañana por la tarde, cuando sea el momento de recoger a la novia, no se le permite salir. Si alguien desobedece, todos los guardias perderán tres meses de sueldo.Con esta amenaza, los guardias no le quitaron los ojos de encima a los pies del Rey Benito, empujándolo poco a poco hacia atrás, paso a paso, hasta que retrocedió completamente.Rey Benito rodó los ojos, irritado:—¿Qué pretenden ustedes? Solo salí porque me pasé con las copas mientras atendía a los invitados. Quería salir a tomar un poco de aire y despejarme.Modesto replicó con frialdad:—¡Traigan un balde de sopa para el resacón!Un balde… El mayordomo Rodrigo miró a Modesto con furia, pero sabía que Modesto no iba a ceder. Era una roca inamovible.En ese momento, el mayordomo Rodrigo, mayordomo principal de la casa de Benito, llegó corriendo. A pesar del frío, estaba sudando de tan
La Reina Madre Leonor, al recordar estos asuntos, se sintió profundamente confundida.En el pasado, cuando su hijo fue al campo de batalla, rechazaba firmemente cualquier conversación sobre matrimonio. En sus cartas expresaba una resolución tan clara que la Reina Madre Leonor llegó a creer que Rey Benito estaba destinado a permanecer soltero toda su vida.Sin embargo, tan pronto como regresó victorioso, anunció que quería casarse con Isabella.Aunque fuera su segundo matrimonio, al menos esto significaba que estaba dispuesto a casarse. Después de todo, se había investigado y confirmado que Theobald nunca tuvo contacto íntimo con ella, lo que hacía la situación medianamente aceptable.Acompañada por doña Guadalupe, la reina Leonor entró en la nueva residencia matrimonial. Todo estaba decorado y los muebles nuevos estaban cubiertos con sedas escarlata.Casi todos los nuevos objetos adquiridos estaban adornados de manera impecable.La reina Madre Leonor murmuró para sí misma:—¿Di a luz u
La reina Leonor, después de reflexionar por un momento, pensó que quizás tenía razón. Aunque Benito estaba en el campo de batalla, detener la boda no habría sido imposible, ¿verdad?Sin embargo, olvidaba que la distancia era grande y que, incluso si Isabella se casaba y tenía hijos, era posible que él no se enterara. Tampoco sabía lo peligroso que era el campo de batalla. Rey Benito, ansioso por la victoria, pensaba que la promesa que la madre de Isabella, le había hecho sería suficiente y no se preocupaba demasiado por este asunto. Solo deseaba ganar la guerra y regresar cuanto antes.Pero Reina Madre Leonor ignoraba todo esto. En su mente, casarse con una nuera como Isabella era una mancha en su perfecta vida.Por lo tanto, tenía sentimientos encontrados: estaba feliz de que su hijo se casara, pero no estaba contenta de que esa mujer fuese una divorciada como Isabella.Mientras tanto, tanto en la casa de los Vogel como en la casa del Conde estaban ocupados con los preparativos para e
En Casa Alta, la lámpara frente al pasillo reflejaba las finas figuras de papel en el enrejado de la ventana y los proyectaba por todas las paredes de la mansión como bestias gigantes. Isabella Díaz de Vivar se sentó de manos cruzadas en la amplia silla de respaldo redondo de roble, la sencilla ropa que llevaba envolvía su esbelto y atractivo cuerpo.Levantó la mirada y observó al caballero frente a ella, su esposo con quien se había casado hace poco, pero a quien había tenido que esperar durante un largo y tortuoso año. La armadura a medio usar de Theobald Vogel aun yacía majestuosa en sus hombros, con firmeza, pero con una pizca de disculpa en su hermoso rostro dijo.—La voluntad de matrimonio ya ha sido otorgada y sellada, y Desislava Maiquez de cualquier manera será mi esposa.Isabella se volvió a cruzar de brazos, sus ojos estaban oscuros y solo le preguntó con gran sospecha.—La reina una vez dijo que, la general Desislava era un modelo a seguir para otras mujeres, ¿pero acaso se
Theobald se sintió algo avergonzado.—¿Por qué te empeñas tanto en buscarte problemas? Este es un matrimonio aceptado por su majestad, y aunque Desislava entre a la familia, ustedes estarán en partes separadas de la mansión. Ella no competirá contigo por el control de la casa y lo que tú tanto valoras, a ella no le interesa. —Replicó Isabella. —¿De verdad crees que me aferro al control de la casa?La casa del general no era fácil de manejar, solo la medicina de su madre requería decenas de reales de plata cada mes, sin contar con los gastos en comida, ropa, y en mantener las relaciones sociales a flote, todo lo cual demandaba dinero.La mansión era antes solo una fachada vacía, por eso durante el último año, Isabella había estado usando su patrimonio para cubrir los gastos y este era el resultado de tanto esfuerzo. Theobald perdió por completo toda paciencia.—Olvídalo, no discutiré más contigo. Solo necesitaba informarte. Estés de acuerdo o no con esto, el resultado no cambiará.Su
Juana trajo consigo la lista de la dote y dijo.—Este año, has dado más de seis mil reales de plata en efectivo, pero no has tocado para nada, las tiendas, las casas ni las fincas. Los certificados de depósito que dejó tu madre en el banco, así como los títulos de propiedad de las tierras, están todos muy bien guardados en un baúl cerrado con llave.—Entiendo...Isabella miró con detenimiento la lista. Su madre le había dejado un patrimonio bastante grande, por miedo a que sufriera en la casa de su esposo. Sintió un dolor agudo en su corazón. Juana, muy triste a su lado le preguntó.—Señorita, ¿a dónde podemos ir?, ¿regresaremos a la casa de su padre?, ¿o acaso iremos al Cerro de los Cerezos?Al recordar la sangre derramada y los cadáveres en la mansión del Marqués, un dolor agudo atravesó al instante el corazón de la única sobreviviente.—Cualquier lugar es mejor que quedarse aquí, ¿no crees?—Pero si te vas, les estarás dando lo que ellos quieren.Isabella le respondió con frialdad.
Doña Rosario sonrió de mala gana.—¿Si me agrada o no?, solo nos hemos visto una vez, ¿cómo puedo hablar de eso? Sin embargo, ya que su majestad ha concedido el matrimonio, esto ya es un hecho establecido. En el futuro, ella y Theobald lograrán importantes méritos en el ejército juntos, mientras tú manejas con diligencia la casa del general, disfrutando de los méritos que ellos obtienen, ¿No es bueno?—¡Es realmente bueno! —Isabella sonrió con agrado—Aunque es un poco injusto que la general Desislava sea la amante. —La anciana sonrió con sarcasmo y dijo.—¡Mira jovencita pendeja!, su majestad ha concedido el matrimonio, ¿cómo puede ser una amante?, además, ella es una oficial militar del gobierno, ¿cómo puede acaso un funcionario gubernamental ser una simple amante? Es una esposa igual, sin distinción alguna de rango.—¿Sin distinciones de rango? ¿Existe acaso tal regla? —La expresión de la anciana se tornó algo indiferente.—Isabelita, siempre has sido bastante sensata. Ahora que te h