La Traición Bajo el Cerezo en Flor
La Traición Bajo el Cerezo en Flor
Por: Agosto
Capítulo1
En Casa Alta, la lámpara frente al pasillo reflejaba las finas figuras de papel en el enrejado de la ventana y los proyectaba por todas las paredes de la mansión como bestias gigantes. Isabella Díaz de Vivar se sentó de manos cruzadas en la amplia silla de respaldo redondo de roble, la sencilla ropa que llevaba envolvía su esbelto y atractivo cuerpo.

Levantó la mirada y observó al caballero frente a ella, su esposo con quien se había casado hace poco, pero a quien había tenido que esperar durante un largo y tortuoso año. La armadura a medio usar de Theobald Vogel aun yacía majestuosa en sus hombros, con firmeza, pero con una pizca de disculpa en su hermoso rostro dijo.

—La voluntad de matrimonio ya ha sido otorgada y sellada, y Desislava Maiquez de cualquier manera será mi esposa.

Isabella se volvió a cruzar de brazos, sus ojos estaban oscuros y solo le preguntó con gran sospecha.

—La reina una vez dijo que, la general Desislava era un modelo a seguir para otras mujeres, ¿pero acaso se traicionaría ella a sí misma y estaría dispuesta a ser su concubina?

Los ojos cansados de su esposo le daban un aspecto de ligera tristeza.

—No, de ninguna manera es una concubina, ella de la misma forma que tú es mi esposa oficial.

La postura de Isabella permaneció inmutable y añadió.

—General, usted sabe muy bien que solo puede tener una esposa, y darle ese honor a ella suena adecuado, pero en realidad no es más que una simple concubina.

Theobald arrugó el semblante y contestó furioso.

—¡Ninguna concubina! Tengo mucho afecto por ella y este fue reciproco en el campo de batalla. Además, le pedimos a su majestad el Rey el permiso para casarnos en función de nuestros méritos militares, y este ha sido sellado por nuestro propio derramamiento de sangre en el campo de batalla, por lo tanto, no necesito pedir ninguna opinión al respecto.

Los labios de Isabella no pudieron contener la burla.

—¿Qué se casaron por amor? ¿Acaso no recuerda, qué fue lo que usted me dijo antes de partir? ¿Lo recuerda?

Mas, sin embargo, hacía un año, en la noche de su boda, él había decidido dirigir los refuerzos, pero antes de partir, levantó con seguridad el velo rojo que cubría la cara de su prometida y dijo.

—¡Te prometo que solo apreciaré a una persona en esta vida y nunca tomaré a nadie como mi concubina u amante!

Theobald estaba un poco avergonzado por lo sucedido y volteó la cara.

—Si ese es el caso, es mejor que ya lo olvides, no conocía el amor cuando me casé contigo, solo sentí en ese momento que eras la adecuada para ser mi esposa, pero todo eso cambio de repente cuando conocí a Desislava.

Cuando habló de su nueva amada, sus cejas se curvaron con gentileza, y su profundo afecto se podía vislumbrar en sus ojos, luego volteó la cabeza y miró a su esposa.

—Voy comprendiendo.

—Ella es diferente a todas las mujeres que he conocido, la amo y espero que nada se interponga.

Isabella escuchaba con cierta repulsión y con un nudo en su garganta, pero aun así tuvo el valor de preguntarle.

—¿Entonces su padre y su madre, doña Rosario, están de acuerdo?

—Por supuesto que estuvieron de acuerdo, hasta el Rey le dio un regalo de matrimonio, Desislava es una mujer muy franca y curiosa, y se ha ido a ver a mi madre.

—¿Estuvieron de acuerdo? Pero que ironía en todo esto, entonces todos sus esfuerzos y desgaste de corazón durante el año habían sido inútiles. — Isabella arqueó las cejas— ¿Está ahora mismo en la mansión?

Su esposo habló sobre la próxima esposa, con su voz tan suave como siempre.

—Está hablando con mi madre, le ha brindado felicidad y esto ha mejorado muchísimo la condición de ella.

—¿Qué está mejor? —Isabella no encontraba palabras para decir lo que sentía en lo profundo de su corazón— Cuando usted se fue a la guerra, su condición ya era de por sí muy grave, por eso le pedí al doctor Dagel que la tratara. Y yo mientras tanto me ocupé de todos los asuntos de la mansión durante el día y atendía su enfermedad por la noche, estando siempre junto a ella, así fue como su condición logro mejorar un poco.

Isabella no se estaba atribuyendo el mérito, solo estaba narrando su arduo trabajo en ese último año.

—Pero ahora que conoció a Desislava, ella está mucho mejor. —Los ojos de Theobald parecían sinceros y añadió— Sé que te he hecho daño, pero por favor mira la situación actual y desea lo mejor para nosotros.

Isabella se mordió los labios, las lágrimas ya se le asomaban en sus ojos, pero si lo miraba muy de cerca, había un cierto toque de determinación en sus palabras a lo que dijo:

—Pídele a la general Maiquez que venga a conocerme, tengo algo que preguntarle cara a cara. — Su esposo se negó.

—No hay necesidad alguna de buscarla, ella es diferente de otras mujeres que conoces, es una general y le enfadan los enredos de faldas de la mansión, no le apetecería conocerte.

Ella le preguntó de manera retórica.

—¿Qué tipo de mujeres conozco? ¿O mejor dicho cómo soy yo a tus ojos? General, usted parece haber olvidado que yo también soy hija del general don Melquíadez Díaz de Vivar, y que él y mis seis hermanos mayores murieron en batalla en los Llanos Fronterizos del Sur hace ya tres desgraciados años…

—A ya ellos —La interrumpió Theobald y agrego. — Después de todo, eres una mujer muy delicada que solo es adecuada para ser mantenida adentro. Desislava menosprecia ese tipo de mujeres, y ella es directa e informal, temo que cuando te conozca, diga algo que te haga infeliz. ¿Por qué quisieras avergonzarte a ti misma?

Isabella levantó la cabeza, su hermoso lunar debajo del rabillo del ojo estaba rojo, pero su voz seguía siendo suave.

—No me importa, si dice algo que no me gusta, si es así, pues no lo escucho y ya está, tenga en cuenta la situación y compréndala de la mejor manera, es la práctica más básica de cada persona del grupo, ¿no pudo acaso usted confiar en mí?
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