Capítulo4
Doña Rosario sonrió de mala gana.

—¿Si me agrada o no?, solo nos hemos visto una vez, ¿cómo puedo hablar de eso? Sin embargo, ya que su majestad ha concedido el matrimonio, esto ya es un hecho establecido. En el futuro, ella y Theobald lograrán importantes méritos en el ejército juntos, mientras tú manejas con diligencia la casa del general, disfrutando de los méritos que ellos obtienen, ¿No es bueno?

—¡Es realmente bueno! —Isabella sonrió con agrado—Aunque es un poco injusto que la general Desislava sea la amante. —La anciana sonrió con sarcasmo y dijo.

—¡Mira jovencita pendeja!, su majestad ha concedido el matrimonio, ¿cómo puede ser una amante?, además, ella es una oficial militar del gobierno, ¿cómo puede acaso un funcionario gubernamental ser una simple amante? Es una esposa igual, sin distinción alguna de rango.

—¿Sin distinciones de rango? ¿Existe acaso tal regla? —La expresión de la anciana se tornó algo indiferente.

—Isabelita, siempre has sido bastante sensata. Ahora que te has casado con un miembro de la familia Vogel, debes anteponer los intereses de nuestra familia. Según la revisión del ministerio de guerra, Desislava ha obtenido más méritos que Theobald en esta gran batalla. —Siguió diciendo la anciana. —En el futuro, si los dos trabajan juntos y tú manejas los asuntos del hogar, algún día podrán convertirse en generales tan destacados como su amado abuelo.

—Si ellos van a trabajar juntos, entonces no tengo nada que hacer aquí. —Dijo Isabella mostrando cierta indiferencia.

—¿Cómo puedes no tener nada que hacer? ¿Acaso no sigues manejando los asuntos de la casa del general? —Dijo la anciana, disgustada.

—Antes manejaba los asuntos porque mi cuñada mayor no estaba bien de salud, pero ahora que se ha recuperado, ella será quien maneje todos los asuntos de la casa. Yo no me involucraré ya en eso, solo necesitamos cuadrar las cuentas y hacer la transición respectiva.

La señora Minerva, intervino con rapidez.

—No puedo, aún no estoy completamente recuperada. Además, todos han estado satisfechos con la manera que has manejado la casa este año, deberías seguir haciéndolo.

Isabela se burló, todos estaban satisfechos solo porque ella había puesto dinero para mantener la casa. Y la mayoría de ese dinero había sido destinado para los gastos médicos de la anciana. Los medicamentos del médico Dagel eran muy caros, y no cualquier persona podía permitírselos, costaban más de cien reales de plata al mes. Durante el último año, solo los gastos médicos de la anciana habían costado mil reales de plata.

En cuanto, a otros gastos de la casa, la anciana de manera ocasional también contribuía, como para comprar telas y sedas, ya que su familia comerciaba con esas mercancías, las enviaba con agrado cada temporada para que todos tuvieran ropa nueva, y eso no le molestaba. Sin embargo, ahora era todo diferente. Antes, realmente quería pasar su vida con Theobald, pero ahora, no quería ser la tonta que siempre pagaba.

Isabella se levantó y dijo.

—Ya está decidido. Mañana haremos la transición respectiva y no me ocuparé más de los asuntos de la casa y listo.

—¡Espera!

La anciana estaba alterada, el rostro se le volvió sombrío de inmediato, ante el susto que le produjo la decisión de su nuera.

—Estás siendo insensata. Los hombres siempre tienen varias esposas y amantes. Si no puedes aceptar esto, la gente dirá que eres de pensamiento antiguo y celosa.

Quizás porque Isabella había sido demasiado obediente el último año, todos pensaron que podían intimidarla con facilidad con unas cuantas palabras. Por eso con una expresión serena, respondió de manera diferente a su acostumbrada docilidad.

—Pueden decir lo que quieran, no me importa.

La anciana, enfurecida, comenzó a toser. Normalmente, ella habría acudido a su lado para darle unas suaves palmadas en la espalda, pero esta vez no se movió. La luz del atardecer iluminaba su rostro pálido, haciéndola parecer aún más frágil por la enfermedad. La tercera hermana, Manuela Vogel, se acercó apresurada. Su rostro estaba lleno de indignación mientras miraba a su cuñada.

—Isabella, mira cómo la has enfurecido, nosotros no te hemos tratado mal, ¿crees que la familia del Marqués sigue siendo tan influyente como antes? Tu padre, hermano y madre ya no están, solo quedas tú. ¿Aun así quieres mantener tu estatus de señorita distinguida? ¿No temes que Theobald acaso te rechace?

Ella miró a su joven cuñada, tenía puesto un vestido amarillo albaricoque, el cual había sido hecho en otoño a su petición. Ahora, usando la ropa que su cuñada le había hecho, le hablaba con arrogancia, realmente era muy... considerada. Isabella respondió con desprecio.

—Quítate la ropa que llevas puesta, y luego háblame con arrogancia. —Manuela con las mejillas enrojecidas de la ira, le respondió furiosa.

—¡Yo no te pedí que me lo hicieras! No lo quiero, por lo tanto, lo devolveré.

—Bien, y también las joyas de tu cabeza.

Miró a todos despectivamente en la sala. Solo la segunda cuñada Ángeles de Vogel Habsburgo, tenía una expresión complacida, mientras que los demás tenían rostros sombríos.

—¿Hay algo más? Si no, me voy. —Se dio la vuelta y salió.
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