Capítulo57
Fue en ese momento cuando Isabella sintió el cansancio calarle los huesos. Sus piernas flaqueaban mientras se sentaba en la estera, sin preocuparse por las formalidades.

Llevaba mucho tiempo sin hacer un viaje tan apresurado y estaba realmente agotada.

El Rey Benito, al verla así, sonrió, mostrando sus dientes blancos.

—¿Estás agotada? ¿Cuántos días has tardado en llegar?

—En total cinco amaneceres —respondió Isabella, respirando suavemente. —Yo estoy bien, pero Relámpago, mi caballo está completamente exhausto.

—¡Impresionante! —dijo el Rey Benito con admiración, y luego gritó hacia el exterior: — ¡Denle de comer al caballo y preparen comida!

Una voz fuerte respondió desde fuera:

—¡Sí, señor!

Isabella se apresuró a decir:

—Su Alteza, ¿no debería pensar primero en una estrategia o enviar rápidamente un mensaje a la capital para solicitar refuerzos?

El Rey Benito se reclinó contra la mesa, golpeando su pierna con los largos dedos de sus manos embarnecidas por el inclemente sol, y entrec
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