El mismo día que se alistaron, comenzó de inmediato sus entrenamientos. Los cinco, junto con un grupo de nuevos reclutas, fueron enviados al campo a aprender las prácticas básicas, tales como manejar la espada o cortar troncos, eran demasiado fáciles para ellos.En el tiempo en que uno de los entrenadores tardo en beber una taza de agua, ya habían pasado las diez pruebas, dejando a los otros nuevos reclutas boquiabiertos.Sin embargo, cuando llegó la hora de aprender acerca de la teoría militar, se sentaron dócilmente a escuchar. Excepto Isabelita, que ya conocía algo sobre tácticas de guerra, los otros cuatro no sabían nada sobre el manejo de batallas y defensas. Como Isabelita tenía una pequeña tienda de campaña ya asignada para ella, y aunque apretadas y apretado, todos pudieron acomodarse en ella.Pero cuando el velo de la noche cao sobre el firmamento, y ya de vuelta en la tienda, no pudieron contener su curiosidad y comenzaron a preguntar a Isabelita acerca de su matrimonio.Isa
El viceministro Lesmes exclamó:—Su Majestad, enviar refuerzos ahora no servirá de mucho, ya no hay tiempo. Nuestros espías no lograron advertirnos nada sobre esta alianza entre el reino de Montemayor y los Pastizales de Arena. Eso significa que todos nuestros agentes han probablemente sido asesinados.Su Majestad, el Rey Leonidas recordó que, hace diez días, Isabelita había entrado al palacio para informar sobre dicho asunto, trayendo consigo un mensaje falsificado que, según ella, había sido hecho por su maestro. Pero en aquel momento, no creyó en ella y más bien pensó que ella estaba dejándose llevar solo por asuntos sentimentales, muriéndose de los celos ese mismo día por la boda entre Theobald y Desislava, y la reprendió, ordenando que la llevaran de vuelta a casa y la pusieran bajo arresto domiciliario.Nunca imaginó que sus palabras fueran ciertas.Si hubiera confiado en ella en ese momento, habría enviado refuerzos de inmediato y organizado el suministro de provisiones. Con las
Después de que Theobald y Desislava se retiraran, el Rey Leonidas discutió con el primer ministro sobre quién debía supervisar al ejército y cómo organizar el envío de provisiones al frente del sur. La victoria o la derrota dependían de este momento crucial. Ya habían recuperado veintitrés ciudades, y si ahora perdían, todo se iría de cabeza como las fichas de un domino, y evidentemente el Rey no podía aceptar semejante fracaso.Mientras tanto, una vez fuera del palacio, Theobald le dijo a Desislava:—¿Cómo piensas asegurarte de que llegaremos antes que el ejército del reino de Montemayor? Ellos llevan más de diez días de ventaja marchando, y nosotros ni siquiera hemos salido aún. Aunque viajemos a trote rápido y sin descanso, no podremos alcanzarles.Desislava, llena de determinación, replicó:—No hay nada imposible. Si ponemos todo nuestro empeño, seguro que lo lograremos.Theobald, exasperado, continuó:—Es fácil decirlo. Cuando llevamos al ejército a Villa Desamparada para prestar
Pero Theobald no lo veía de la misma manera.Al principio, quería ir al frente de los Llanos Fronterizos porque solo enfrentaban a las tropas de los Pastizales de Arena. Pero ahora, con tantas legiones de soldados de Montemayor concentrados en Villa Simon y Pueblo Tejón, y sin saber si los Pastizales enviarían más refuerzos, la situación era muy diferente.Frente a un enemigo con 60 legiones a su mando, él solo podía reunir un quinto de esa cantidad. Junto con las tropas de su hermano en armas, el Rey Benito, que contaba con menos de 4 legiones de soldados, apenas ambos alcanzaban las 6 legiones.Además, las tropas de Benito estaban exhaustas, con muchos heridos y pocas provisiones. Estaban esperando suministros con el estómago vacío y, en esas condiciones, no podían ni soñar con recuperar Pueblo Tejón. Estaban obligados a esperar en el mismo lugar a que llegaran los refuerzos.Lo más preocupante era que estaban en pleno invierno. Los Llanos Fronterizos eran helados, lo que dificultaba
La noticia de que Theobald y Desislava iban a partir hacia el frente sur llenó a doña Rosario de sentimientos encontrados. Se sentía emocionada por la loable gesta que iban a emprender, pero también preocupada.Sabía que el campo de batalla era impredecible: si ganaban, su hijo se cubriría de gloria; si perdían, podría perder la vida.Sin embargo, tras pasar por todos esos pensamientos, decidió confiar en su hijo y en Desislava. Después de todo, en la batalla de Villa Desamparada, Desislava había sido quien obtuvo el mayor mérito.Ella tenía las capacidades necesarias.Además, como generales, solo debían comandar las tropas. Las labores más peligrosas, como cargar contra el enemigo, eran trabajo de los soldados.Pensando así, su alegría superó su preocupación, y se puso a organizar los preparativos para su partida.Pocos días después de que Theobald y Desislava partieran de la capital con sus tropas, llegó por fin la información de los espías infiltrados en los Pastizales de Arena, dir
Su Majestad el Rey Leonidas le respondió:—¿Qué culpa tiene ella? Al ir a los Llanos Fronterizos a entregar el informe, mi hermano pudo prepararse con antelación y evitar ser sorprendido. En asuntos militares, adelantarse un día, incluso una hora, puede marcar la diferencia. Ella merece ser recompensada. Soy yo quien tercamente no le creyó.Mientras hablaba, giró ligeramente su cuerpo.—¿Logró escapar bajo la vigilancia de la guardia del reino? Parece que su habilidad para el sigilo no es nada mala.Tomasito sonrió.—Su Majestad, al fin y al cabo, ella se entrenó en el Templo del Conocimiento durante ocho años. Es la mayor escuela de guerra y letras de nuestro reino, y dicen que ella era una de las discípulas más prometedoras.—¿Lo dices en serio? —El Rey Leonidas solo conocía al maestro Jung por su reputación y no sabía que Isabelita fuera tan talentosa—Me pregunto por qué doña Diaz de Vivar la comprometió con Theobald. Con la posición de la familia Vivar, podrían haber elegido a cua
No saber nada era lo que más miedo infundía.Tomasito levantó su vara de plumas y le respondió.—No lo sé tampoco, solo cumplo órdenes de mi majestad.Esa simple frase, "solo cumplo órdenes", hizo que el príncipe Enrique no se atreviera a seguir preguntando. Las órdenes del Rey, ya fueran castigo o recompensa, eran incuestionables.Después de que Tomasito se marchara, el príncipe y su esposa se miraron desconcertados. Se habían quedado en la capital para cuidar de la madre del príncipe, y el Rey, en su generosidad, había permitido que la anciana viviera con ellos en la residencia. Normalmente, su relación con la familia del Rey era cercana, ya que tenían títulos de príncipes. ¿Por qué ahora y sin razón aparente eran castigados?No habían hecho nada malo. Ni siquiera se atrevían a hacerlo.Esto realmente era incomprensible.Era pleno invierno, con el mes de diciembre en su apogeo, y una fuerte tormenta bloqueó el avance del ejército de Theobald.Habían acelerado el paso al salir de la c
—Cuando llevaba treinta pasados por el frio de la espada, dejé de contar —dijo Isabelita, levantando con esfuerzo el brazo. Sentía que su lanza pesaba una tonelada. La guerra era agotadora de verdad.—Yo conté cincuenta —dijo Pan, intentando levantarse con un salto elegante. Pero apenas se levantó, cayó de nuevo al suelo. Su arma era una espada, pero la perdió en medio de la batalla. Acabó peleando a puñetazos y patadas, y solo al final logró recuperar su espada.Estrella, con voz apagada, comentó:—Yo maté a sesenta.El teniente Cicero, el adjunto del Rey Benito, se acercó. Él también estaba cubierto de sangre seca.Isabelita se levantó primero y usó su lanza para apoyarse mientras se ponía en pie.—¡Cicero!—¡Isabella! —Cicero la miraba con admiración y entusiasmo—. ¿Sabes cuántos enemigos derrotaste?—No, dejé de contar.Cicero aplaudió, con los ojos brillantes de emoción.—El mariscal personalmente contó tus bajas. Usaste la lanza para atravesar la garganta de muchos. Solo esos gol