Capítulo68
—Cuando llevaba treinta pasados por el frio de la espada, dejé de contar —dijo Isabelita, levantando con esfuerzo el brazo. Sentía que su lanza pesaba una tonelada. La guerra era agotadora de verdad.

—Yo conté cincuenta —dijo Pan, intentando levantarse con un salto elegante. Pero apenas se levantó, cayó de nuevo al suelo. Su arma era una espada, pero la perdió en medio de la batalla. Acabó peleando a puñetazos y patadas, y solo al final logró recuperar su espada.

Estrella, con voz apagada, comentó:

—Yo maté a sesenta.

El teniente Cicero, el adjunto del Rey Benito, se acercó. Él también estaba cubierto de sangre seca.

Isabelita se levantó primero y usó su lanza para apoyarse mientras se ponía en pie.

—¡Cicero!

—¡Isabella! —Cicero la miraba con admiración y entusiasmo—. ¿Sabes cuántos enemigos derrotaste?

—No, dejé de contar.

Cicero aplaudió, con los ojos brillantes de emoción.

—El mariscal personalmente contó tus bajas. Usaste la lanza para atravesar la garganta de muchos. Solo esos gol
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