Capítulo67
No saber nada era lo que más miedo infundía.

Tomasito levantó su vara de plumas y le respondió.

—No lo sé tampoco, solo cumplo órdenes de mi majestad.

Esa simple frase, "solo cumplo órdenes", hizo que el príncipe Enrique no se atreviera a seguir preguntando. Las órdenes del Rey, ya fueran castigo o recompensa, eran incuestionables.

Después de que Tomasito se marchara, el príncipe y su esposa se miraron desconcertados. Se habían quedado en la capital para cuidar de la madre del príncipe, y el Rey, en su generosidad, había permitido que la anciana viviera con ellos en la residencia. Normalmente, su relación con la familia del Rey era cercana, ya que tenían títulos de príncipes. ¿Por qué ahora y sin razón aparente eran castigados?

No habían hecho nada malo. Ni siquiera se atrevían a hacerlo.

Esto realmente era incomprensible.

Era pleno invierno, con el mes de diciembre en su apogeo, y una fuerte tormenta bloqueó el avance del ejército de Theobald.

Habían acelerado el paso al salir de la c
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