Fue en ese momento cuando Isabella sintió el cansancio calarle los huesos. Sus piernas flaqueaban mientras se sentaba en la estera, sin preocuparse por las formalidades.Llevaba mucho tiempo sin hacer un viaje tan apresurado y estaba realmente agotada.El Rey Benito, al verla así, sonrió, mostrando sus dientes blancos.—¿Estás agotada? ¿Cuántos días has tardado en llegar?—En total cinco amaneceres —respondió Isabella, respirando suavemente. —Yo estoy bien, pero Relámpago, mi caballo está completamente exhausto.—¡Impresionante! —dijo el Rey Benito con admiración, y luego gritó hacia el exterior: — ¡Denle de comer al caballo y preparen comida!Una voz fuerte respondió desde fuera:—¡Sí, señor!Isabella se apresuró a decir:—Su Alteza, ¿no debería pensar primero en una estrategia o enviar rápidamente un mensaje a la capital para solicitar refuerzos?El Rey Benito se reclinó contra la mesa, golpeando su pierna con los largos dedos de sus manos embarnecidas por el inclemente sol, y entrec
Su análisis estratégico hizo que Isabella sintiera una gran admiración por él.Solo un veterano de guerra sabría lo extraño que era que el enemigo se rindiera simplemente porque se quemaron sus suministros, especialmente en un conflicto fronterizo que había durado tantos años, con innumerables batallas grandes y pequeñas.Además, el reino de la capital Occidental no carecía de suministros. Si se quemaban los actuales, simplemente podían enviar más. No había razón para rendirse. En el peor de los casos, se retirarían o detendrían las hostilidades temporalmente, ya que el ejército del Reino de Montemayor no invadiría su territorio.—Entonces, ¿cuál fue el problema? —preguntó el Rey Benito.Isabella no ocultó nada, sabiendo que él ya había enviado a alguien a investigar y que pronto lo descubriría de todos modos.—Desislava mató a prisioneros y paso por el filo del acero a todo un pueblo entero.El rostro del Rey Benito cambió drásticamente.—¿El rey lo sabe?—No sé si el rey lo sabe, per
"Preparar la comida" sonaba muy fresa, pero en realidad solo había dos envueltos de avena duros y dos tiras de carne seca, provisiones de fácil transporte y consumo en el campo de batalla, normalmente enviadas al frente. Siendo realistas, el ejército, acampado aquí, podía preparar gachas calientes o algo similar, pero ya era muy tarde, y encender la cocina implicaba un gran esfuerzo que no valía la pena solo para ella.Sin embargo, tuvieron la cortesía de hervir una olla de agua caliente para que al menos pudiera beber algo tibio y entrar en calor.La tienda era pequeña, una estructura temporal con mantas gruesas y pesadas que estaban sucias, algunas endurecidas con una gruesa capa de mugre. Al tocarla, Isabella supo que era sangre seca incrustada en las mantas.El soldado que la había acompañado hasta la tienda era un hombre joven y corpulento, de cejas espesas y grandes ojos, con una barba descuidada. Se rascó la cabeza y preguntó:—¿Puedes comer esto? Si no, puedo pedir que te prepa
Cuando Isabella escuchó esto, pensó que debían haber llegado ellos, así que rápidamente dijo:—Llévame con ellos.Cicero la guió hacia la parte trasera, y desde lejos, Isabella pudo ver algunas figuras familiares.Sosteniendo su lanza, se impulsó con su técnica de ligereza y gritó en voz alta:—¡Palo, Pan, Luna, Estrella!Cuatro personas levantaron la cabeza y vieron a alguien salir casi que disparado por los aires. La lanza se movía ágilmente mientras uno de los jóvenes, vestido de azul y empuñando una espada, se levantó en el aire para defenderse, intercambiando varios golpes en el aire.Sus movimientos eran rápidos como un rayo, mientras que la lanza se movía de manera impredecible, con el rojo de la lanza expandiéndose como fuegos artificiales. Los soldados alrededor observaban asombrados. ¡Qué técnica!En un instante, ambos cayeron al suelo. El joven de azul gruñó:—Más lento.—Palo, has mejorado tu técnica —Isabella observó al joven y sonrió brillantemente—. Hmm, también veo que
El mismo día que se alistaron, comenzó de inmediato sus entrenamientos. Los cinco, junto con un grupo de nuevos reclutas, fueron enviados al campo a aprender las prácticas básicas, tales como manejar la espada o cortar troncos, eran demasiado fáciles para ellos.En el tiempo en que uno de los entrenadores tardo en beber una taza de agua, ya habían pasado las diez pruebas, dejando a los otros nuevos reclutas boquiabiertos.Sin embargo, cuando llegó la hora de aprender acerca de la teoría militar, se sentaron dócilmente a escuchar. Excepto Isabelita, que ya conocía algo sobre tácticas de guerra, los otros cuatro no sabían nada sobre el manejo de batallas y defensas. Como Isabelita tenía una pequeña tienda de campaña ya asignada para ella, y aunque apretadas y apretado, todos pudieron acomodarse en ella.Pero cuando el velo de la noche cao sobre el firmamento, y ya de vuelta en la tienda, no pudieron contener su curiosidad y comenzaron a preguntar a Isabelita acerca de su matrimonio.Isa
El viceministro Lesmes exclamó:—Su Majestad, enviar refuerzos ahora no servirá de mucho, ya no hay tiempo. Nuestros espías no lograron advertirnos nada sobre esta alianza entre el reino de Montemayor y los Pastizales de Arena. Eso significa que todos nuestros agentes han probablemente sido asesinados.Su Majestad, el Rey Leonidas recordó que, hace diez días, Isabelita había entrado al palacio para informar sobre dicho asunto, trayendo consigo un mensaje falsificado que, según ella, había sido hecho por su maestro. Pero en aquel momento, no creyó en ella y más bien pensó que ella estaba dejándose llevar solo por asuntos sentimentales, muriéndose de los celos ese mismo día por la boda entre Theobald y Desislava, y la reprendió, ordenando que la llevaran de vuelta a casa y la pusieran bajo arresto domiciliario.Nunca imaginó que sus palabras fueran ciertas.Si hubiera confiado en ella en ese momento, habría enviado refuerzos de inmediato y organizado el suministro de provisiones. Con las
Después de que Theobald y Desislava se retiraran, el Rey Leonidas discutió con el primer ministro sobre quién debía supervisar al ejército y cómo organizar el envío de provisiones al frente del sur. La victoria o la derrota dependían de este momento crucial. Ya habían recuperado veintitrés ciudades, y si ahora perdían, todo se iría de cabeza como las fichas de un domino, y evidentemente el Rey no podía aceptar semejante fracaso.Mientras tanto, una vez fuera del palacio, Theobald le dijo a Desislava:—¿Cómo piensas asegurarte de que llegaremos antes que el ejército del reino de Montemayor? Ellos llevan más de diez días de ventaja marchando, y nosotros ni siquiera hemos salido aún. Aunque viajemos a trote rápido y sin descanso, no podremos alcanzarles.Desislava, llena de determinación, replicó:—No hay nada imposible. Si ponemos todo nuestro empeño, seguro que lo lograremos.Theobald, exasperado, continuó:—Es fácil decirlo. Cuando llevamos al ejército a Villa Desamparada para prestar
Pero Theobald no lo veía de la misma manera.Al principio, quería ir al frente de los Llanos Fronterizos porque solo enfrentaban a las tropas de los Pastizales de Arena. Pero ahora, con tantas legiones de soldados de Montemayor concentrados en Villa Simon y Pueblo Tejón, y sin saber si los Pastizales enviarían más refuerzos, la situación era muy diferente.Frente a un enemigo con 60 legiones a su mando, él solo podía reunir un quinto de esa cantidad. Junto con las tropas de su hermano en armas, el Rey Benito, que contaba con menos de 4 legiones de soldados, apenas ambos alcanzaban las 6 legiones.Además, las tropas de Benito estaban exhaustas, con muchos heridos y pocas provisiones. Estaban esperando suministros con el estómago vacío y, en esas condiciones, no podían ni soñar con recuperar Pueblo Tejón. Estaban obligados a esperar en el mismo lugar a que llegaran los refuerzos.Lo más preocupante era que estaban en pleno invierno. Los Llanos Fronterizos eran helados, lo que dificultaba