Isabella, al ver la desesperación en los ojos de la señora Minerva, comprendió que el intento previo de la familia Vogel de repudiarla la había dejado aterrorizada.La señora Minerva rompió a llorar, cubriéndose la boca con el pañuelo, y después de un rato continuó hablando:—Isabelita, te lo juro, no te estoy mintiendo. Mi suegra cree que la residencia de Vogel ha cambiado mucho y que ahora puede codearse con la élite de la capital. Durante el tiempo que he sido la encargada, ella ha mostrado constantemente su descontento conmigo. —Ella dice también que soy la nuera mayor, pero que no tengo la dignidad ni el porte necesarios. Aun se han atrevido abiertamente a decir que lamenta haber permitido que mi esposo se casara conmigo.—Tú y yo somos diferentes. Si me repudian, no puedo volver a casa. Mi familia me jamás me aceptaría, me convertiría en una vergüenza, arruinando la reputación de mis hermanas y sobrinas. Antes de ser repudiada, preferiría morir en casa de los Vogel. Ni siquiera
Después de que la señora Ángeles y la señora Minerva se marcharon, Isabella tampoco regresó a dormir. Ya estaba anocheciendo, y partiría en cuanto cayera la noche, así que no tenía sentido descansar ahora.Recordando lo que la señora Minerva había contado sobre la boda de Theobald, Isabella no pudo evitar esbozar una leve sonrisa.Así que eso era lo que Theobald consideraba "auténtico carácter".Pero este carácter tan auténtico no le había traído felicidad; de hecho, había avergonzado por completo a la residencia de Vogel. Que todos los invitados se marcharan del banquete de bodas era algo sin precedentes.Desislava...Isabella meditó en ese nombre, y la ira y el rencor que había estado reprimiendo se desbordaron como un río embravecido.Si no hubiera sido por su ambición desmedida, por su matanza de prisioneros y gente inocente, la familia Vivar no habría sido aniquilada.Hasta ese momento, Isabella nunca había odiado a Desislava. Aunque le hubiera arrebatado a su esposo y la hubiera
Al anochecer, Isabella y el alazán Relámpago llegaron a una posada. Ambas pudieron descansar bien, pues en sus viajes Isabelita siempre se mantenía alerta. Antes de que amaneciera, ya estaba levantada, aseándose y cubriéndose el rostro con un velo negro antes de continuar su viaje.El trayecto era arduo, y el frío helado. Aunque llevaba el rostro cubierto, el viento había agrietado su piel, volviéndola áspera.Cada noche, al llegar a una posada, se miraba en el espejo de bronce y notaba cómo su piel, que antes era suave y tersa, se enrojecía, al borde de resquebrajarse. Entonces sacaba un frasco de aceite de semilla de nuez y se lo aplicaba en el rostro.No lo hacía por vanidad, sino porque las grietas en la piel eran dolorosas.En la mañana del quinto día de viaje, llegó a los Llanos Fronterizos.Durante el trayecto, se percató de algo preocupante: no había caravanas de suministros en la carretera. Eso significaba que el Rey Benito pensaba que ya tenían la victoria asegurada y no cons
Ella siguió cabalgando detrás de él, observando las hogueras que se levantaban a lo largo del camino, sintiendo una creciente preocupación en su corazón.Los Llanos Fronterizos del Sur contaban originalmente con un ejército de 50 legiones hombres, y se habían trasladado otras 10 desde Villa Desamparada, sumando un total de 60 legiones. Pero, según su observación, no parecían quedar ni 20 legiones.El Rey Benito, durante su campaña, había recuperado 23 pueblos, aldeas y villas en los Llanos Fronterizos. Ahora solo quedaban dos por conquistar, lo que significaba que seguramente había habido muchas bajas durante sus batallas.Al llegar frente a la tienda principal del comandante, vio a los exploradores y subcomandantes de pie a ambos lados del campamento. Isabella los observó por un momento; sus armaduras estaban desgarradas, sus rostros sucios y barbudos.A menos de diez metros de la tienda principal, otros generales observaban a lo lejos. Uno de ellos, a quien Isabella reconoció, era S
Fue en ese momento cuando Isabella sintió el cansancio calarle los huesos. Sus piernas flaqueaban mientras se sentaba en la estera, sin preocuparse por las formalidades.Llevaba mucho tiempo sin hacer un viaje tan apresurado y estaba realmente agotada.El Rey Benito, al verla así, sonrió, mostrando sus dientes blancos.—¿Estás agotada? ¿Cuántos días has tardado en llegar?—En total cinco amaneceres —respondió Isabella, respirando suavemente. —Yo estoy bien, pero Relámpago, mi caballo está completamente exhausto.—¡Impresionante! —dijo el Rey Benito con admiración, y luego gritó hacia el exterior: — ¡Denle de comer al caballo y preparen comida!Una voz fuerte respondió desde fuera:—¡Sí, señor!Isabella se apresuró a decir:—Su Alteza, ¿no debería pensar primero en una estrategia o enviar rápidamente un mensaje a la capital para solicitar refuerzos?El Rey Benito se reclinó contra la mesa, golpeando su pierna con los largos dedos de sus manos embarnecidas por el inclemente sol, y entrec
Su análisis estratégico hizo que Isabella sintiera una gran admiración por él.Solo un veterano de guerra sabría lo extraño que era que el enemigo se rindiera simplemente porque se quemaron sus suministros, especialmente en un conflicto fronterizo que había durado tantos años, con innumerables batallas grandes y pequeñas.Además, el reino de la capital Occidental no carecía de suministros. Si se quemaban los actuales, simplemente podían enviar más. No había razón para rendirse. En el peor de los casos, se retirarían o detendrían las hostilidades temporalmente, ya que el ejército del Reino de Montemayor no invadiría su territorio.—Entonces, ¿cuál fue el problema? —preguntó el Rey Benito.Isabella no ocultó nada, sabiendo que él ya había enviado a alguien a investigar y que pronto lo descubriría de todos modos.—Desislava mató a prisioneros y paso por el filo del acero a todo un pueblo entero.El rostro del Rey Benito cambió drásticamente.—¿El rey lo sabe?—No sé si el rey lo sabe, per
"Preparar la comida" sonaba muy fresa, pero en realidad solo había dos envueltos de avena duros y dos tiras de carne seca, provisiones de fácil transporte y consumo en el campo de batalla, normalmente enviadas al frente. Siendo realistas, el ejército, acampado aquí, podía preparar gachas calientes o algo similar, pero ya era muy tarde, y encender la cocina implicaba un gran esfuerzo que no valía la pena solo para ella.Sin embargo, tuvieron la cortesía de hervir una olla de agua caliente para que al menos pudiera beber algo tibio y entrar en calor.La tienda era pequeña, una estructura temporal con mantas gruesas y pesadas que estaban sucias, algunas endurecidas con una gruesa capa de mugre. Al tocarla, Isabella supo que era sangre seca incrustada en las mantas.El soldado que la había acompañado hasta la tienda era un hombre joven y corpulento, de cejas espesas y grandes ojos, con una barba descuidada. Se rascó la cabeza y preguntó:—¿Puedes comer esto? Si no, puedo pedir que te prepa
Cuando Isabella escuchó esto, pensó que debían haber llegado ellos, así que rápidamente dijo:—Llévame con ellos.Cicero la guió hacia la parte trasera, y desde lejos, Isabella pudo ver algunas figuras familiares.Sosteniendo su lanza, se impulsó con su técnica de ligereza y gritó en voz alta:—¡Palo, Pan, Luna, Estrella!Cuatro personas levantaron la cabeza y vieron a alguien salir casi que disparado por los aires. La lanza se movía ágilmente mientras uno de los jóvenes, vestido de azul y empuñando una espada, se levantó en el aire para defenderse, intercambiando varios golpes en el aire.Sus movimientos eran rápidos como un rayo, mientras que la lanza se movía de manera impredecible, con el rojo de la lanza expandiéndose como fuegos artificiales. Los soldados alrededor observaban asombrados. ¡Qué técnica!En un instante, ambos cayeron al suelo. El joven de azul gruñó:—Más lento.—Palo, has mejorado tu técnica —Isabella observó al joven y sonrió brillantemente—. Hmm, también veo que