Capítulo50
Después de media hora de entrenamiento, y con un movimiento ágil y rápido, Isabella extendió las piernas en el aire, giró varias veces con gracia y luego, usando su energía interna, impulsó la punta de la flecha hacia adelante, haciendo que cuando chocara se convirtiera en polvo al instante.

Eduardo, asombrado, se acercó para ver de cerca. Todas las hojas secas en el suelo estaban perforadas con un agujero, sin excepción.

—¡El estilo de combate de la señorita es incluso mejor que el de los jóvenes generales, casi al nivel del Duque Defensor del Reino! —exclamó Eduardo, lleno de alegría.

Isabella sostenía la flecha en la mano, sintiéndose cómoda con ella. Su frente estaba cubierta de pequeñas gotas de sudor, y su rostro enrojecido lucía como una flor de otoño en plena floración. Después de un mes de arduo entrenamiento, había recuperado el nivel que tenía antes de dejar el templo.

—Entonces llevaré la lanza conmigo en este viaje.

Sin duda, enviarían refuerzos, pero quizás llegarían dema
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