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A fines de mayo llegó un cuervo desde el este, anunciando que los últimos lobos de la Cuna habían arribado sanos y salvos al Valle de Fuego, y descansarían una semana antes de cruzar las montañas. Dos días después llegaron Mendel y Mora con los hijos de ambos, y Ragnar y Ronda con sus bebés. Alfa Artos con su Luna y su Beta llegarían al día siguiente.

El castillo parecía una colmena con los últimos preparativos para recibir a los representantes de los clanes perdidos.

En medio de aquel ajetreo, lo mejor fue reencontrarme con Aine. Hacía año y medio que no nos veíamos, y me las arreglé para tomarme unas horas para escaparme con ella al lago. Hubiera querido llevar a los niños, pero era imposible apartarlos de los bebés de Ronda. Y al fin y al cabo resultó para bien, porque nos dio la posibilidad de hablar a solas.

Aine estaba igual

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