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A pesar de que la actitud mandona de Mora me había molestado, la tomé como de quien venía y no le di ninguna importancia. Sin embargo, Ronda no estaba dispuesta a dejarla pasar. Recuperó a sus bebés, y con Aine, Dugan y Briana se llevaron a los cachorros a la guardería.

Yo seguí bañando a la loba, aunque pronto comencé a sentir molestias en el abdomen y la cintura.

Bañar a Alfa Artos no me había causado dolores porque, a pesar de ser corpulento, su pelambre estaba muy bien cuidada. Luna Gaida, por el contrario, después de pasar tantos años en cuatro patas viviendo a la intemperie, me demandaba hacer más fuerza.

Pronto me dolían los hombros y los brazos de fregarle el lomo, pero debía al menos terminar el primer lavado.

Ronda regresó sola poco después y aguardó a un paso que la enjuagara. Entonces la gran loba se alzó

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