Mis labios se curvaron sin consultarme y Ronda me acarició la mejilla asintiendo.
—Así me gusta. Saboréalo, que te lo has ganado con creces. Y esta noche, cuando te vayas a dormir, dale las buenas noches y tu bendición. Háblale cuando y cuanto quieras, Risa. Él te escuchará. Y quién sabe, tal vez cuando crezca un poco tú lo escuches a él. Contigo, no me extrañaría.
Le hice caso. Esa noche, como Mael no estaba, Quillan y Sheila vinieron a dormir conmigo. Todavía estaban excitados después de sus aventuras en el Bosque Rojo con Milo, Aine y Dugan. Habían pasado varias horas aprendiendo a rastrear distintos animales, y Quillan hasta había logrado cazar una liebre.
Milo ya me lo había contado al regresar, refiriéndome enternecido que el primer impulso de Quillan había sido traerle su presa a Sheila, para compartirla con ella.
—Imagino que así fue como sobrevivieron cuando quedaron solos en el bosque de Egil —dijo—. Hay marcas que nos acompañan toda la vida.
Fruncí el ceño sin comprender y Milo asintió, siempre sonriendo.—El año pasado, tú y Mael ya habían concebido cuando ibas de aquí para allá por los puestos, andando a caballo, durmiendo al raso, amasando para consentir a Mendel, y realizando todas tus actividades normales. No fue eso lo que malogró el embarazo, ¿verdad?Meneé la cabeza con el ceño todavía fruncido.—¿Sabes cuándo concibieron este bebé?Desvié la vista con una mueca, tratando de sacar cuentas.—No estoy segura. Al menos ocho o nueve semanas atrás.—¿Y desde cuándo sabes que estás embarazada?—Desde ayer.—Ya veo. Y en todas estas semanas previas, hasta ayer, ¿sentías este miedo, o modificaste tus actividades habituales?—No, porque no lo sabía.—Oh, de modo que lo único que cambió de ayer a hoy es que ahora sí lo sabes.—Sí —suspiré.—O sea que tus actividades habituales no le hacen daño.Asentí encogiéndome de hombros, sintié
La reina no ocultó su sorpresa cuando le dije que necesitaba hablar con ella a solas, por primera vez desde que nos conociéramos. Comprendí que le resultaba extraño, porque tenía la capacidad de hablar con la mente con cualquier integrante de la manada sin que nadie más pudiera escuchar lo que decían. Pero yo sólo podía hablar en voz alta, así que despidió a Lenora y sus hermanas tan pronto terminaron de servirnos el desayuno.Mientras nosotros estábamos en Ragnarheim, ella se había mudado a sus habitaciones de verano, en el nivel principal del castillo, que eran más frescas durante los meses de calor.Esa mañana estábamos sentadas a la mesa frente a los ventanales abiertos, de cara a su jardín privado, y el aire estaba lleno de trinos de pájaros, que anidaban en los árboles que lo rodeaban.Respiré hondo, de pronto nerviosa sin motivo. Dándose cuenta, la reina buscó mi mano sobre la mesa y la cubrió con la suya.—¿Qué ocurre, hija? —inquirió en voz baja,
La siguiente decisión que debía tomar era si dar la noticia de mi embarazo, cómo y a quién. Por suerte, la reina coincidió conmigo en que era prematuro hacer un anuncio formal, al menos hasta que Mael lo supiera.—Y si tu vientre comienza a crecer antes que el vagabundo de mi hijo regrese, no harán falta anuncios formales —dijo.Sin embargo, no tenía sentido intentar guardarlo en secreto ante los más cercanos a mí. Milo lo sabía, y era un despropósito pretender que se lo ocultara a Fiona. Y yo deseaba de corazón compartirlo con Aine, por ejemplo. Y con Tea. Y Tilda, que era quien siempre cuidara de las madres humanas durante sus embarazos, así que estaba capacitada para ayudarme a detectar si todo iba bien o debíamos prestar atención a algo en particular.Así que esa misma tarde, la reina mandó llamar a quienes yo quería darles la noticia.—Te dejo a Tea toda para ti —bromeó—. Eso sí, mejor que le des un té calmante antes de decírselo.—Como si fue
—¿A qué te refieres? —inquirí sorprendida.Desvió la vista, encogiéndose de hombros con una mueca.—A que no me hallo en Vargrheim. No sé por qué. Es un lugar oscuro y frío en más de un sentido. Lo más lejano a un hogar que te puedas imaginar. Fue por eso que monté la escuela, aunque signifique lidiar con humanos. Quería una excusa para dejar el castillo al menos un rato cada día.—Oh, no tenía idea.—Con decirte que Dugan y yo habíamos decidido que al regresar nos mudaríamos al pabellón con Kellan y Glenda.—¿Al pabellón de caza donde vivía el clan de Ragnar?—Sí. Los únicos que van allí ahora son las patrullas que vigilan los pasos de montaña. Como si alguien fuera a descubrir la huella que Ragnar usaba para cruzarlas. Es bonito y sobra espacio para los cuatro. El bosque es hermoso, sin contar que está lleno de presas. Y me trae buenos recuerdos de la temporada que pasamos allí.La observé un momento con atención.
En los días siguientes, terminé de tomar cabal consciencia de mi embarazo, una noción que no dejaba de maravillarme cada pocos minutos. Los miedos exagerados se redujeron a precauciones razonables, y la ansiedad dejó de torturarme, permitiéndome disfrutar la felicidad de saber a mi hijo en mi seno.Como parte de esas precauciones, seguí el consejo de la reina y Aine y traje a Briana de regreso a mi servicio personal, de forma que pudiera tener cerca en todo momento alguien que me ayudara con cualquier cosa que pudiera precisar.Me habitué a hablarle para mis adentros al bebé, como si pudiera escucharme. Por algún motivo, no dudaba que era el niño que viera en sueños, de modo que siempre utilizaba su nombre. Y por las noches, antes de dormirme, aprendí a aquietar mis pensamientos para poder percibir su corazoncito, ese latido rápido y regular que me permitía cerrar los ojos agradeciéndole a Dios por aquel milagro inesperado.Tea recibió la noticia tal como yo esp
Tal como me advirtiera la reina, el bebé continuó creciendo, ahora a ojos vistas, y pronto los faldones de mis vestidos nuevos ya no cerraban completamente, dejando ver una delgada línea blanca de la falda interior.Sheila y Quillan se habían dado cuenta que me sucedía algo, pero calmé sus inquietudes asegurándoles que estaba bien. Me observaron unos días, y al parecer llegaron a la conclusión de que no era nada preocupante. Sin embargo, mi nuevo vestuario les llamó la atención, especialmente cuando notaron que empezaba a asomar la falda blanca de mis vestidos.Me costó un poco más convencerlos de que no había motivo de alarma, y les aseguré que les explicaría todo cuando Mael regresara.—¿Lo prometes? —exigió Quillan muy serio.—Lo prometo —respondí tan seria como él.Pocas horas después, dormíamos los tres profundamente cuando me despertaron unos ruidos en la sala de nuestras habitaciones. Me erguí a medias, apoyándome en un codo, y presté atenci
Estábamos todos demasiado excitados para pensar siquiera en volver a la cama, así que arropé a los niños mientras Mael se lavaba, y luego nos sentamos los cuatro a comer frente al fuego, platicando animadamente como si fuera pleno día. El cansancio nos venció dos o tres horas más tarde y al fin nos fuimos a dormir, los cuatro muy juntos en nuestra cama.Sin embargo, a la mañana siguiente desperté completamente sola. Aunque fue sólo un instante. Lo que me había despertado había sido el chasquido de la puerta, y un momento después entró Mael trayendo una gran bandeja con el desayuno. Sheila y Quillan llegaron corriendo tras él, y saltaron sobre la cama con las manitos llenas de flores. Los abracé riendo, los besé y les hice cosquillas mientras ellos me arrojaban las flores sobre la cabeza y en mi regazo. Mael permaneció a distancia prudencial con la bandeja, contemplándonos con una sonrisa luminosa y los ojos brillantes de emoción.Una vez pasada la conmoción, los niños
Pasamos todo el día juntos, sin que nadie pensara siquiera en venir a molestarnos. Por la tarde salimos con los niños al prado, y Mael cambió por un rato para jugar con ellos. Quillan y Sheila no se apartaban de su lado, felices de volver a estar con él, y me encantaba verlos a los tres juntos, corriendo y jugando.Era una faceta de Mael que no conocía, aunque en los últimos meses había tenido sobradas oportunidades de comprobar el irresistible instinto paternal de los lobos. Nunca les importaba si los cachorros eran propios o ajenos. Los protegían con celo, los consentían, los disfrutaban. Y esa tarde, Mael hacía gala de aquel instinto de una forma que me enternecía presenciar.Por la noche, agotados con tanto ejercicio y tanta excitación, los niños apenas alcanzaron a comer dos bocados antes de caer rendidos frente al hogar. Nosotros terminamos de cenar sin apuro, conversando y bromeando del mejor humor del mundo. No importaba cuánto tiempo pasábamos separados, tan p