Capítulo 2

Nadia.-

La ira mezclada con el miedo recorría cada rincón de mi sistema, era una sobreviviente y ahora acabaría en manos de un mafioso o sicario lo que fuera este hombre, en ese momento pensé en mis hermanos sobre todo en Aleksi aún me necesitaba, quería alejarlo de la vida que seguramente Andrey mi hermano mayor lo arrastraría.

— Señor Petrov –desvié mis ojos cuando escuché a Niko y maldije para mis adentros, no solo había fastidiado a un jefe mafioso, fastidié al más peligroso, uno de los líderes de la banda criminal más grande, el dragón plateado, Emil Petrov alías “El Dragón” –Yo meto las manos por Nadia, la conozco desde niña, es de mi entera confianza y es muy discreta, aunque su actitud de ahora no lo ¡parezca!

Emil Petrov no dejaba de mirarme fijamente, yo intentaba retarlo, no demostrarle miedo, pero la imagen de mi hermano menor aparecía en mi mente y eso me debilitaba, lo odiaba, juré no volver a ser débil delante de un hombre como este.

— Entonces te mato a ti –movió el arma tan rápido que apenas pude notar su mano moviéndose colocándola en medio de la frente de Nico.

— ¡NO! —grité con mis lágrimas a punto de derramarse – ¡Por favor! –Emil giro su cabeza, pude ver algo de sorpresa en sus ojos, pero solo fue un destello, ya que volvió a su mirada cruel —yo tengo la culpa, el grito de… Ese hombre —señalé el interior de la sala —me exaltó y me asusté fue inevitable para mi tropezar, le pido disculpas, no volverá a pasar —dije con un tono totalmente sumiso, bajé la cabeza, yo sabía que estos gestos funcionaban para hombres como este.

— Veo que ambos están dispuestos a dar la vida por el otro ¡Que tierno! –Soltó con ironía.

— Ella es como mi hermana señor Emil es la única familia que tengo –me sorprendí un poco, no entendí por qué Niko enfatizó la oración de esa manera.

— Les daré una sola oportunidad, si esto vuelve a ocurrir, serán ustedes los que estén en la silla –sentí como se acercó a mí, levantó mi rostro tomándome por el mentón su toque estremeció cada centímetro de mi cuerpo, pero no de miedo fue… una sensación diferente, lo miré fijamente a los ojos, su otra mano me arrebató la botella –Eres una insolente, tienes suerte de tenerlo a él, ahora ¡largo de aquí ambos!

(…)

— Tu turno terminó –entré a la oficina detrás de Niko, lo vi acercarse a su licorera, se sirvió un trago y lo bebió de un sorbo –vete y regresa en dos noches, no te preocupes por tu pago –su voz temblaba y su frente estaba llena de sudor frío.

— Ya nos perdonó y eso es bueno ¿no? –Niko me mira como si estuviera loca.

— ¿No sabes a quién acabas de hacer enojar?

— ¿Emil Petrov? He escuchado de él –me encojo de hombros, restándole importancia –un mafioso más en este país.

— No tienes idea de nada, tu hermano Andrey es una mosca a su lado, vete Nadia –vi la preocupación marcada en sus ojos, decidí no objetar y hacerle caso.

Salí del bar, caminé hasta mi casa, las calles estaban desoladas, pasaba la medianoche, no podía dejar de pensar en ese hombre suplicando, ¡Por dios! Dijo que tenía un hijo, un pequeño que ahora crecerá sin padre, ¡Maldita mafia!

Me limpio una lágrima traicionera, mi padre estaba metido con los araña roja, los rivales del dragón plateado, era un distribuidor de sustancias prohibidas, pero esa mala vida lo alcanzó junto con mi madre, mi hermano mayor Andrey fue reclutado por ellos, quisiera que se dedicara a otra cosa, pero después de morir mis padres, me alejé me fui lejos dejándolo solo con mi hermano menor siempre me lo reprochó hizo lo que pudo con un niño de cuatro años encima.

Lo que mi hermano no saber es que tuve mi castigo por abandonarlos, ese secreto es mi demonio, Andrey piensa que oculto mi cuerpo para no llamar la atención de los mafiosos de Varna, pero solo oculto las marcas de mi pasado.

Me detengo cuando siento que alguien me observa, giro mirando la calle no hay nadie alrededor, mis temores aparecen nuevamente traicionándome, acelero el paso sintiendo un nudo en mi estómago.

Apenas pongo un pie en mi casa, escucho gritos que provienen de la estancia, una de las voces la reconozco perfectamente mi hermano mayor, me acerco lentamente, ambos hombres se giran para verme, el otro hombre es Yuri es el hermano del líder de los Araña Roja.

— ¿Todo está bien? –pregunté a Andrey ignorando a Yuri, odiaba a ese hombre, fue él quien lo reclutó.

— Más te vale que no me estés mintiendo —Yuri amenazó a mi hermano antes de irse pasándome por un lado furioso azotando la puerta con fuerza.

— ¿Qué pasa Andrey? –vi a mi hermano nervioso, no me respondió solo caminó hasta su habitación, lo seguí–. ¿Andrey?

Noto que quita el cuadro que se encontraba guindado sobre su cama dejando visible una caja fuerte, de ella sacó una pequeña caja de madera, tenía una forma cilíndrica.

— Nadia tienes que ocultar esto –pone el cilindro en mis manos, lo miré confundida –nadie puede saber que tienes esto en tu poder, nadie, desde ahora no puedes confiar en ninguna persona.

— ¿Por qué me dices esto Andrey? ¡Me estás asustando! –me mira en silencio.

— Querrán venir por nosotros para recuperar esto –bajo la mirada hacía el cilindro –estoy seguro que eres la única que puedes resolverlo, eres muy lista, Nadia pase lo que pase debes mantenerte a salvo y a Aleksi ¿Ok?

— Pero… Andrey explícame —Él niega con desesperación.

— Busca a nuestro hermano y ocúltate en el pasadizo, no salgan hasta que sea seguro.

— ¿Qué? —mis manos temblaban mientras las lágrimas se deslizaban por mi mejilla, nunca lo había visto así, pero la amenaza de Yuri era clara.

— ¡HAZ LO QUE TE DIGO M*****A SEA! ¡YA! —acunó mi rostro en sus manos dándome un beso cada una de mis mejillas –los amo, nunca lo olvides, en el escondite hay una mochila con lo que necesitas, cumple mis instrucciones al pie de la letra Nadia promételo –cada palabra que decía para mí era como un idioma extraño, no podía entender nada–. ¡PROMETÉMELO HERMANA!

— Está bien, lo prometo —respondí en medio de mis lágrimas.

— ¡Ok! Ve por Aleksi y quédense ahí hasta que no escuchen ni un solo ruido, ve.

Corrí hasta la habitación de Aleksi, mirando el cilindro que llevaba en las manos, desperté a mi hermanito, mientras rodaba el mueble de madera que ocultaba la puerta del pasadizo, tomé de su mano, rodé con fuerza de nuevo el mueble y cerré colocando el candado, esperando lo inevitable.

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