La Promesa con mi Alfa.
La Promesa con mi Alfa.
Por: Karen Selene Jiménez García
Cap.1 Encuentro.

Desperté de a poco en poco con pesadez en mis párpados y con una sensación de mareos en mi cabeza. Sin la menor idea de dónde estaba y sin recordar bien lo que había pasado.

Trataba de abrir por completo mis ojos y enfocar bien mi vista, estaba algo oscuro todo el lugar sólo era iluminado por la luz que desprendía el fuego de una pequeña fogata que se encontraba encendida ahí. Parecía que la encendieron para mantener más cómodo el lugar, comencé a tener más conciencia y note que estaba en una cueva o algo así.

De golpe me di cuenta de que estaba desnuda, sin nada de ropa rápidamente intenté tomar algo para no ser vista y sólo me cubría el cuerpo una cobija de piel suave y muy abrigadora con un pelaje de color blanco con manchas grises. Al buscar con la mirada en los alrededores dónde podría estar mi ropa note que la cobija no era solo una, si no más bien me habían acomodado una cama improvisada para que pudiera descansar.

Después de pasar la impresión de notar mi desnudez, sentí de inmediato un fuerte dolor que recorría todo mi cuerpo. Tenía marcas delatando que estaba golpeada en múltiples lugares y con heridas no muy graves en mi piel, mi cabello mojado y sin rastro alguno de sangre.

Eso significa que alguien me rescató, me trajo aquí, me desvistió, limpió mi cuerpo y heridas, me acomodo está cama y me puso a descansar aquí.

Mire que había encendido la fogata para secar mi ropa que obvio estaría mojada y la de alguien más que al parecer era un hombre. No pude evitar sentir una mezcla extraña entre la gratitud y la vergüenza por todo lo que había hecho esa amable  persona por mi.

Intentando saber quién me había ayudado tanto para agradecerle por todo, tome fuerza para levantarme pero me resultó demasiado doloroso y difícil, estaba muy lastimada como para no sentir molestia alguna pero no era insoportable el dolor. Mi esfuerzo no resultó inútil me pude sentar en la cama y me envolví en la cobija para mantenerme caliente y así me quedé para esperar con paciencia el regreso de quién me había salvado la vida.

Lo único que podía hacer era tratar de recordar cómo había llegado aquí y porque estaba tan lastimada. Cuando de repente escucho que algo se acerca y me pongo alerta aunque duela si es necesario tendré que defenderme.

Me puse de pie sosteniendo la cobija, entonces ví como un animal muy grande se encamina hacia adentro de la cueva. Con pasos lentos pero pesados demostrando que no tenía prisa alguna se acercó más y más a mi, cuando estuvo frente a la fogata lo ví claramente entero de las patas a la cabeza.

Era un lobo gris, pero no era uno normal o por lo menos yo no había visto uno tan grande. Su presencia me intimidaba pues era un gran perro, pero no parecía querer hacerme daño así que en realidad no estaba asustada. Cómo el lobo me miraba fijamente sin moverse me sentí a salvó, de una forma que no podría explicar me sentía muy cómoda junto a él.

Lo observé para notar todos sus detalles característicos para poder diferenciarlo de su manada, además de su resaltante tamaño, lo que más me llamó la atención fue su pelaje completamente blanco eso era muy extraño pues se supone debería también ser gris.

Me ganó la curiosidad y me acerque a él, entonces ví sus intensos ojos que eran peculiares pues tenían heterocromia un ojo era azúl muy claro y el otro era color avellana y ese par de ojos era inconfundible. En ese instante tuve un recuerdo  muy vivido de cuando era una niña de 10 años.

Flashback.

Estaba caminando tomada de la mano de mi abuelita, nos detuvimos enfrente de un hombre muy alto y de aspecto rudo que nos estaba esperando acompañado de un niño. Ellos charlaban de cosas de adultos que parecían muy importantes pero que yo no entendía.

Cuando me asome para que me viera aquel señor también pude ver a ese niño parado viéndome y sin pensar dije:

—¡Mira abuelita el niño tiene los ojos como el lobo que me encontré en el bosque!.

Entonces mi abuelita me reprendió por decir esa clase de cosas, pero yo no lo dije para hacer notar del mal modo los ojos del niño. Sólo estaba segura que ese par de ojos era irrepetible y que no estaba equivocada ese niño me miraba igual que aquel lobo que me había encontrado en el bosque y con el que había jugado toda la tarde en la nieve muy feliz.

Entonces al recordar a ese niño de aquella noche y ahora estar viendo a ese lobo grande con la mirada idéntica enfrente de mi me quedé en shock, casi podría jurar que estaba segura de mi suposición y al mismo tiempo yo misma me juzgaba loca tenía una lucha interna en mi mente que no podía acallar.

Sin pensarlo más camine lentamente hasta estar enfrente de él, quien no se movía ni un centímetro solo dejo que yo llegara hasta donde estaba. Estando de frente levanté mi mano derecha que era la que estaba libre y despacio intenté tocarlo, pero me daba miedo pues no dejaba de ser un feroz y salvaje lobo, que tal si yo lo sólo estaba loca y ese animal no me reconocía y me atacaba para que no lo tocará.

Él lobo blanco bajo su cabeza para que yo pudiera tocarlo más fácil y así deje de temblar, ahora estaba segura de que el era el mismo lobo de hace años. Pero yo no lo recordaba tan grande aunque son recuerdos de la infancia pueden estar equivocados.

Él lobo parecía disfrutar de mis caricias y pedir más y más, frotaba su cara en mi mano y para darle gusto solté mi cobija y lo acaricie con mi mano izquierda también. Esto lo puso más feliz ví como meneaba más su larga y peluda cola, después frotaba su rostro en el mío y me empezó a lamer con emoción toda mi cara dejándome llena de baba.

Así estuvimos varios minutos el lamiendo mi cara y yo acariciando detrás de sus orejas, bajo su hocico, bese su frente y lo abrace como pude trataba de demostrarle que lo recordaba y mi gratitud pues imaginaba que su dueño había sido quien me ayudó.

Por costumbre le hable a aquél lobo cómo le hablaba a mi perro.

—¡Ay que buen perro muchas gracias!— con tono cariñoso le dije y lo seguía mimando —¿Dónde está tu dueño eh?.

Inmediatamente el lobo dejo de juguetear, se quedó quieto viéndome como cachorro y bajando las orejas y la cola. Después se alejo de mi agachó la mirada y comenzó a cambiar de forma, lentamente tomaba más la figura de un hombre joven, alto, de complexión musculosa y grande, con el cabello algo largo y blanco, piel pálida y por fin levantó la mirada efectivamente ese par de ojos que ví en el niño y reconocí en él como lobo eran los mismos.

Me quedé muy impresionada lo que acababa de pasar se supone que no debería de ser posible, no podía moverme no podía creerlo.

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