Cap.4 En la cueva.

Agitado cargando el cuerpo de Karenina llegó a una cueva en la montaña, la dejo un momento en el suelo para tomar su forma humana.

Tenía que quitarle la ropa mojada para que su cuerpo pudiera tomar calor otra vez, la comenzó a desvestir con la mayor calma y cuidado que su mente le permitía pues no le era fácil concentrarse. Agradeció que estuviera inconsciente pues de otro modo no se atrevería a tocarla para ayudarla a quitarse sus prendas que ya estaban hasta rotas.

Aunque no quería verla sin su permiso pero tenía que para también limpiar las heridas de su cuerpo, cuando quitaba cada prenda y descubría más de la tersa y delicada piel de su mujer más se inquietaba. Trataba de mantener la calma, pues moría por tocar esa deliciosa piel y marcarla, le temblaban las manos y se le hacía agua la boca, tragaba saliva con dificultad para acallar sus instintos de morder a su presa.

Finalmente logro terminar de desvestirla, la tomo en brazos y la llevó hasta la cama hecha de pieles de linces boreales con las que también las cubrió, aún necesitaba limpiar sus heridas para evitar la infección para eso requería agua del río, así que volvió a tomar su forma lobuna y salió a buscar con que hacer una fogata para ayudarla a entrar en calor y secar su ropa.

Después de unas horas y bastante esfuerzo Lukyan por fin tenía la fogata encendida y había limpiado las heridas de Karenina. Ahora ella estaba descansando tranquila y el lobo estaba sentado enfrente de la fogata entrando en calor, porque para hacer lo necesario había tomado su forma humana y mojado sus ropas.

Lukyan la observaba dormir y con atención contemplaba los rasgos de su mujer, aún que para él ella ya desprendía su aroma que era inconfundible. 

Tenía el cabello lacio, largo y castaño, piel bonita que se coloreaba de rosa por el frío, ojos que por lo que pudo ver son color avellana y ahora al estar cerrados eran adornados por unas largas pestañas, nariz pequeña, carnosos y rosados labios. Era pequeña, de complexión delgada y figura delineada con hermosos detalles que aún cuando no debía ya había visto y grabado en su memoria, sus piernas bien torneadas y pies pequeños.

Pensó en permanecer en su forma de lobo para cuidar de Karenina y dar rondas de vigilancia en los alrededores, así salió a caminar en busca de una presa pequeña para cocinar y ofrecerle algo de comer a su mujer cuando ella despertara.

Al volver a la cueva con una libre de montaña en el hocico notó que Karenina ya estaba sentada esperando su regreso, al entrar soltó su presa y caminó lentamente para no asustarla como la última vez, al llegar a la fogata se detuvo esperando que ella tuviera la confianza de acercarse a él sin presionarla.

Después de un momento ella se acercó a él y lo comenzó a acariciar, esto lo volvía loco estaba fascinado sintiéndose amado por su mujer que se dejó llevar por su instinto y lamió la cara de su nueva dueña, tan feliz que pedía más amor y ella lo complacía con más caricias eso lo tenía rendido a sus pies.

Al parecer ella lo había reconocido y hasta lo abrazó, empezó a hablarle.

—¡Ay que buen perro muchas gracias!— con tono cariñoso le dijo y lo seguía mimando —¿Dónde está tu dueño eh?.

Esa pregunta lo descolocó como que dueño, su única dueña era ella y nadie más podía ser llamado así. Por esa razón decidió volver a su anatomía humana para poder aclarar el mal entendido.

La reacción de shock de ella y que después de verlo sólo se alejo de él sin hablarle lo tenía muy confundido, porque no le decía nada es que acaso no lo reconocía o peor no gustaba de él, se había decepcionado y por eso su rechazo. Se sintió culpable quizá era que ella aún estaba asustada, así que decidió pedir disculpas por si la había asustado o incluso si no era lo que ella esperaba de su pareja.

Se hincó enfrente de ella y habló pidiendo disculpas, pero Karenina le respondió que no era miedo sólo era confuso y no podía creerlo. Eso tenía sentido para el cómo ella no vivía en la taiga pues no tenía contacto con los hombres lobo, pero ella le cuestionó por cuántos más había como el y le aclaro que toda una manada quienes eran su familia los desendientes de Simeón.

Karenina continuaba con sus preguntas que para Lukyan parecían extrañas pues él asumía que ella sabía de la existencia de su clan, de la manera de la conexión entre sus familias y la promesa ancestral de su compromiso para que ambos se casarán.

Al desesperarse un poco le dijo lo de su pronta boda y ocurrió algo que le resultó muy extraño ella se desmayo, la alcanzó a tomar para evitar el golpe al caer y ahí sin saber que más hacer la volvió a recostar. Se vistió para que cuando despertará poder charlar con calma y cómodamente.

Después de unos minutos la jovencita se volvió a despertar, al verlo intentó volver a ponerse de pie pero Lukyan le pidió no hacerlo

—No hace falta descansa o sí quieres lo que quedó de tu ropa ya está seca podrías vestirte si así lo deseas— hablo con voz baja para no asustarla él sabía que en ocasiones podía sonar muy dominante.

—Si me gustaría vestirme ¿Me ayudarías acercandome mi ropa, por favor?— le respondió tímidamente la joven.

El tomo las prendas y las acomodo para dárselas a su dueña, cuando las dejo a su lado ella lo miro con su rostro y orejas ruborizadas.

—¡Ah descuida te daré la espalda y prometo no mirar!— dijo nervioso pues ya había visto —Puedes vestirte con calma y si lo necesitas pídeme ayuda— agregó amable.

—Gracias eeemmm ¿Cómo te llamas?— preguntó avergonzada la jovencita.

—Mi nombre es Lukyan y tú ¿Cómo te llamas?— ahora él cuestionaba.

—Me llamo Karenina— respondió feliz —¿Así que tú vives aquí?— curiosa volvió a indagar.

—Si con todo mi clan somos más o menos 400 todos juntos— contestó él animado.

—Oh ya veo entonces todos son como tú, vaya que impresionante no imaginé que los cuentos fueran ciertos— decía ella mientras continuaba vistiendo —¿Oye y el resto de mi ropa?— volvió a sonar confundida.

—Aaammm pues se rompió con los golpes de las ramas al engancharse y pues ya no sirve para abrigarte— le informo.

—Ya entiendo, ¿Puedo usar todavía tu cobija para abrigarme?— pidió.

—Claro te lo puedes quedar Karenina— respondió de inmediato.

—Muchas gracias Lukyan a si y ya puedes voltear a verme vamos a platicar— le dijo animándole a continuar.

—Muy bien con mucho gusto Karenina, pero ven acércate al fuego para que te mantengas caliente— le dijo y la tomo en brazos una vez más.

La sentó en una roca plana que él había  acomodado ahí para ella. 

—Mira mientras dormías puse a cocinar está libre ¿Te gustaría comer?— le ofreció.

—Oh eres muy amable, si si me gustaría comer gracias— agradeció con una sonrisa.

Lukyan al verla sólo pudo pensar "perfecta".

—Asi que bueno pues dormiste toda la noche y ya es hora del desayuno además tienes que recuperar fuerzas— le dijo correspondiendo la sonrisa. 


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