Capítulo 1 —La escultura
Narrador:
El estruendo cortó el aire. Un golpe seco. Un choque brutal. Un sonido de quiebre que atravesó la opulencia de la galería como un disparo en la oscuridad. Por un segundo, el tiempo se detuvo. El murmullo de conversaciones se apagó.
La música dejó de existir. Todo quedó suspendido en el vacío.
Aylin parpadeó, con la respiración atrapada en su garganta.
Los ojos le ardieron. El corazón bombeaba con tanta fuerza que lo sintió en los oídos. Sus pupilas bajaron. Y ahí estaba. El desastre.
Los fragmentos de cristal relucían cruelmente en el mármol blanco, esparcidos como los restos de un crimen imperdonable.
Había roto algo. Algo importante. Algo que, seguramente, no podría pagar.
El eco del impacto aún vibraba en sus huesos. Los cuchicheos no tardaron en comenzar. Un murmullo bajo, sibilante, creciendo como una ola de veneno.
—Dios… ¿qué fue eso?
—¿Se volvió loca?—¿Sabe siquiera cuánto costaba eso?
Aylin sintió la sangre huirle del rostro.
Sus dedos se crisparon a los costados de su cuerpo, pero no pudo moverse.
El pánico subió por su espalda como un látigo helado. Su respiración era rápida, errática. Su cerebro gritaba que huyera. Pero sus piernas estaban enraizadas en el suelo.
Una estatua entre los restos de otra. Las miradas se clavaban en ella.
Pesadas. Juzgadoras. Cargadas de superioridad disfrazada de asombro.
—¿Quién la dejó entrar aquí?
—Deberían llamar a seguridad. —¿Seguirá de pie mucho tiempo?El aire se volvió sofocante. La presión en su pecho era insoportable.
Un paso. Alguien se movió. Y entonces el mundo cambió.
El aire se volvió más denso, frío, cortante.
Aylin lo sintió antes de verlo.
No era un ruido. No era una palabra. Era una presencia, una sombra que lo devoró todo.
Su estómago se contrajo. Un escalofrío subió por su columna.
Y lentamente, con el terror goteándole en la piel, giró la cabeza.
Y ahí estaba él. Roman Adler. El dueño del lugar. El dueño de todo. Alto. Imponente. Vestido de ne*gro con una elegancia que no necesitaba esfuerzo. No era solo un CEO. No era solo un hombre de negocios. Era un depredador en su propio terreno de caza.
Sus ojos eran oscuros, no vacíos, pero sí oscuros como la tormenta que precede al desastre.
Sus facciones eran esculpidas, afiladas, marcadas por una severidad natural. No tenía que hablar para intimidar. Un abismo impenetrable que no dejaba ver nada, salvo una paciencia inquietante. No había rabia en su expresión. No había furia contenida. Había algo peor. Había un análisis. Roman Adler la estaba viendo. Midiéndola. Como si fuera un insecto atrapado en un frasco.
Aylin sintió que el miedo trepó por su espalda como una garra invisible.
La sala se sentía más pequeña con él dentro. No porque estuviera cerca.
Sino porque su presencia lo ocupaba todo. El aire se volvió espeso.
El murmullo de la gente se transformó en un eco lejano.
Nada existía en ese momento.Solo él.
Y su mirada sobre ella.
Entonces habló. Y su voz fue la peor parte.
—¿Qué hiciste?
El sonido bajo, profundo, desgarró el aire como un cuchillo deslizándose lentamente sobre la piel. No fue un grito. No lo necesitaba. Cada persona en la sala contuvo el aliento.
Aylin sintió el peso de la pregunta aplastándola. Sus labios se separaron, pero no encontró la voz. El pánico la tenía agarrada del cuello.
—Yo… fue un accidente…
Roman bajó la mirada lentamente.
Los restos de la escultura rota seguían ahí, brillando como una humillación esparcida en el suelo.
Cuando volvió a levantar la vista, su expresión no había cambiado. Pero algo en el aire se volvió más espeso.
—¿Un accidente? —Cada sílaba cayó con un peso imposible.
Aylin sintió las miradas en su nuca, quemándole la piel.
—No lo vi… no fue intencional…
Roman inclinó la cabeza, observándola con una calma inquietante.
—Eso no cambia el resultado.
El murmullo entre los invitados era un susurro venenoso.
Ella tragó saliva. Cada latido de su corazón dolía.
—Lo pagaré.
El silencio que cayó sobre la galería fue brutal. Roman soltó una risa baja, seca, sin humor.
—¿Sí? —Aylin sintió el vértigo apretarle el pecho. Él la miró como si estuviera esperando algo. Algo que ella no podía darle. —¿Cuánto tienes en tu cuenta bancaria? —El calor subió a sus mejillas, pero no de ira. De vergüenza. No tenía que responder. Ambos sabían la respuesta. Roman sonrió de manera letal. —Exacto. —Aylin sintió las piernas fallarle. Esto no estaba pasando, esto no podía estar pasándole. Las miradas se clavaban en su piel, cada una más cruel que la anterior. Entonces Roman habló otra vez. Y cada músculo de su cuerpo se congeló. —Voy a demandarte.
El vértigo la golpeó con una fuerza aterradora. Su respiración se volvió errática.
—No puedo permitirme una demanda…
Roman inclinó apenas la cabeza. Su expresión no cambió.
—Lo imagino.
Las miradas seguían ahí, devorándola, juzgándola. El aire era asfixiante.
—Por favor…
Su propia voz sonó rota. Roman la observó con la paciencia de alguien que ya sabe el final del juego.
—¿Por favor qué?
Aylin sintió un escalofrío treparle por la espalda. No podía respirar, no podía pensar, no podía escapar.
—¿Podría haber otra manera de arreglar esto? —su voz se escabulló timidamente
Roman soltó un suspiro casi perezoso.
—¿Sí?
El tono de burla apenas se asomó en su voz, pero ella lo sintió en cada célula de su cuerpo.
—¿Podría...?
Roman dejó que el silencio se estirara entre ellos, dejando que su desesperación se hiciera más visible.
Entonces, se movió. Antes de que pudiera reaccionar, su mano se cerró sobre su muñeca.
El contacto fue un choque eléctrico. Firme. Inevitable. Aylin sintió el calor de su piel contra la suya. Jadeó.
—Ven conmigo.
No fue una petición. Fue una orden. Su agarre era absoluto. Indiscutible.
—Suélteme…
Roman la ignoró.
Sin esfuerzo, tiró de ella.
Aylin tropezó en sus propios pasos, sintiendo la presión de su mano controlando cada movimiento.
Las miradas la siguieron mientras la arrastraba con él. Humillación pura.
Roman caminó con seguridad implacable, sin prisa, pero sin darle opción de resistencia. El aire a su alrededor se volvió aún más opresivo.
Nadie se atrevió a detenerlos. Nadie osó interponerse en su camino. Roman Adler no pedía permiso. Roman Adler no explicaba sus decisiones. Roman Adler solo tomaba lo que quería. Empujó una puerta lateral con facilidad. Y, sin soltarla, la metió dentro. La puerta se cerró tras ellos. El sonido fue un golpe sordo que marcó su sentencia. Silencio absoluto. Aire caliente. Y ella, atrapada con él.
La habitación era pequeña. La luz tenue proyectaba sombras largas en las paredes. Un escritorio de caoba. Un sofá de cuero. Muy poco aire.
Aylin giró sobre sus talones, sintiendo la piel arder donde él la había tocado.
Demasiado cerca. Su pecho subía y bajaba con la respiración entrecortada.
—¿Qué cree que está haciendo?
Roman no respondió. No de inmediato. Solo la miró. Con paciencia cruel.
—Evitando un escándalo mayor.
—¿Mayor que arrastrarme hasta aquí como si fuera un saco de papas?
Roman esbozó una media sonrisa.
—No, pero sí menor que llamar a seguridad y verte salir esposada. —El golpe de realidad la dejó sin aire. Aylin apretó los labios, tragándose el temblor en su garganta. —Voy a demandarte.
Su tono fue sereno. Frío. No estaba amenazando. Estaba anunciando un hecho.
El pánico volvió a tomarle el pecho.
—No puede hacer eso, no tengo dinero…
Roman inclinó la cabeza.
—Eso es más que obvio.
Aylin sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Cada palabra de él sonaba inapelable. Cada segundo en esa sala hacía que el aire se volviera más denso.
—Por favor… —Su propia voz fue un susurro ahogado.
Roman la observó con la paciencia de un cazador.
—¿Por favor qué?
Aylin sintió los labios temblar.
—Tiene que haber otra forma…
Roman soltó un suspiro casi perezoso.
—¿Sí, tu crees que la hay? —El tono de burla apenas se asomó en su voz, pero ella lo sintió en cada célula de su cuerpo. Roman dejó que el silencio se estirara entre ellos, dejando que su desesperación se hiciera más visible. —¿Qué estabas haciendo aquí?
Aylin parpadeó. La pregunta la tomó desprevenida.
—¿Perdón?
—Este no es tu ambiente. No pareces alguien que pertenezca aquí.
Aylin sintió un escalofrío.
—Fue un error…
Roman levantó una ceja con burla sutil.
—¿Un error?
—Me equivoqué de dirección. Tenía una entrevista de trabajo y confundí la dirección.
El silencio entre ellos fue afilado. Por alguna razón, sus palabras parecieron divertirlo. Una sombra de sonrisa cruzó su rostro.
—Curioso.
Aylin sintió los latidos en sus oídos.
—¿Qué…?
Roman se inclinó apenas. Lo suficiente para que su aliento rozara su mejilla.
—Al final, tal vez si haya una manera de pagarme —los ojos de Aylin se desorbitaron y él rió sabiendo que ella pensaba lo peor —Podría ofrecerte un trabajo.
El mundo pareció tambalearse bajo sus pies.
—¿Un… qué?
Roman la observó. Su calma era peligrosa.
—Necesito a alguien que cuide a mi hija.
El aire se volvió más denso. Aylin sintió su piel erizarse.
—¿A su hija…?
Roman asintió lentamente.
—Tiene trece años.
Aylin sintió vértigo.
—No sé nada sobre adolescentes.
Roman no parpadeó.
—Aprenderás.
Aylin tragó saliva con dificultad.
La trampa se cerró en su mente.
—No voy a aceptar…
—Si no lo haces, me aseguraré de que no consigas trabajo en ningún lado. —Aylin sintió su mundo derrumbarse. Roman inclinó la cabeza. Paciencia de cazador. —Decide.
Ella cerró los ojos. Exhaló.
—Está bien.
Roman sonrió como un depredador que acaba de cerrar la trampa.
—Bienvenida a tu nueva vida.
Y Aylin supo que acababa de cometer el peor error.
Capítulo 2 —Yo soy quien mandaNarrador:—Permanece aquí. Vendrá alguien a tomar tus datos. —le ordenóAylin parpadeó, aún aturdida.—No. Volveré mañana.Roman inclinó la cabeza apenas, con la paciencia de alguien que ya conoce la respuesta.—No. Te quedarás.Aylin sintió su cuerpo tensarse.—No tengo por qué…No terminó la frase. Antes de que pudiera reaccionar, sus manos firmes se cerraron sobre sus hombros. El contacto la sacudió como un golpe eléctrico. El calor de su piel traspasó la tela de su ropa. Sus ojos la atraparon. Impenetrables. Demasiado cerca. Su respiración se volvió errática. El aire caliente chocó contra su mejilla. Se inclinó apenas. Solo un poco. Lo suficiente para que sintiera la amenaza en su proximidad.—Vas a obedecer. —Aylin abrió la boca, pero el nudo en su garganta le impidió hablar. El perfume de él la envolvió, amaderado y oscuro, como un veneno que se infiltraba en su sistema. Y luego, sin previo aviso, la empujó, con la firmeza exacta para que cayera se
Capítulo 3 —No tiene opciónNarrador:Aylin salió de la galería con pasos vacilantes, abrazando el bolso contra su pecho como si eso pudiera protegerla de la vergüenza que aún le ardía bajo la piel.Frunció el ceño al ver el coche ne*gro esperándola frente a la entrada. Grande, reluciente, impecable. La puerta del copiloto estaba abierta.Y él estaba allí. Roman Adler, sentado dentro del vehículo, con las manos sobre el volante, aguardando con la misma calma que usaba para firmar sentencias.Cuando Aylin se acercó, dudando frente a la puerta abierta, asomó la cabeza apenas para mirar al interior. Roman inclinó el rostro hacia ella, sus ojos oscuros buscándola bajo la tenue luz de la calle.—Vamos, sube —ordenó con voz baja, pero cortante.Aylin dudó. Solo un segundo.—No hace falta que me lleve. Puedo volver sola…Roman ladeó la cabeza, como si su respuesta le hubiera resultado graciosa.—No te pregunté.Ella tragó saliva.—De verdad, puedo…—Sube, Aylin.La forma en que dijo su nombr
Capítulo 4 —SashaNarrador:La mansión Adler imponía desde la entrada.Aylin bajó del coche con el estómago encogido, repasando mentalmente cada segundo de la noche anterior como si aún pudiera despertarse de aquella locura. Pero no. Estaba allí. De pie frente a un portón inmenso, con jardines que parecían sacados de una revista y una estructura tan elegante como intimidante.La puerta principal se abrió antes de que pudiera tocar el timbre.Una mujer mayor, vestida con impecable discreción y gesto serio, la observó con profesionalidad.—Debe ser Aylin. Buenos días. Soy Amelia, el ama de llaves. Pase, por favor.Aylin asintió en silencio y cruzó el umbral, sintiéndose diminuta en el recibidor que era más grande que todo su departamento.—Aguarde en la sala. Avisaré al señor Adler que ya ha llegado.Aylin dejó el bolso sobre sus piernas mientras se sentaba al borde de uno de los sofás, con las manos entrelazadas, incapaz de decidir si respiraba demasiado fuerte o si debía disimular lo
Capítulo 5 —No traes un manual Narrador:Cuando Sasha finalmente salió de casa, arrastrando la mochila con desgano y rodando los ojos como si el simple hecho de existir ya fuera una carga, Aylin dejó escapar un suspiro discreto.No sabía si alegrarse por el silencio o preocuparse por lo que venía después.Decidió no quedarse quieta. Vagó por la mansión unos minutos, intentando memorizar pasillos que parecían todos iguales, hasta que encontró a Amelia en la cocina, organizando las compras del día con una eficiencia que intimidaba.—Disculpe... —Aylin habló en voz baja, aún sintiéndose una intrusa en cada palabra—. Quisiera saber qué se supone que debo hacer ahora.Amelia levantó la vista solo un segundo, le dedicó un gesto breve y volvió a lo suyo.—El señor quiere verla.Aylin parpadeó.—¿El señor?Amelia asintió con la misma naturalidad con la que habría dicho que afuera llovía.—Dijo que la esperaba en su despacho cuando Sasha se fuera.Aylin sintió un escalofrío, pero se forzó a a
Capítulo 6 —Casas de revistaNarrador:El viaje transcurrió en un silencio denso, cargado de todo lo que ninguno de los dos decía.Roman conducía con la misma seguridad con la que dirigía cualquier cosa en su vida, sin prisa pero sin pausa, como si cada semáforo, cada cruce y cada calle formaran parte de un recorrido que conocía de memoria.Y, en efecto, lo conocía.Recordaba perfectamente el camino hasta aquella zona olvidada, donde las casas parecían a punto de derrumbarse y el asfalto tenía más grietas que promesas rotas.Detrás de ellos, una camioneta ne*gra escoltaba el coche, silenciosa, discreta, pero imposible de ignorar.Cuando Roman detuvo el auto frente al edificio, Aylin se apresuró a bajar, apretando el bolso contra el cuerpo, como si eso pudiera darle algo de protección.Pero Roman también salió.Ella giró sobre sus talones, frenándolo con una mano temblorosa levantada a medias.—Señor Adler, no es necesario que me acompañe… —Roman la observó en silencio, con esa mirada
Capítulo 7 —Nada como un refrescoNarrador:Pasaron apenas un par de días y, como Aylin temía, la convivencia con Sasha se transformó en un campo minado.La adolescente no se esforzaba en ocultar su desdén. Contestaba con ironías, ignoraba cada sugerencia, desaparecía durante horas y dejaba la habitación hecha un caos. Pero Aylin respiraba hondo, contaba hasta diez y seguía... hasta ese día.Sasha llevaba dos jornadas negándose a bañar.—No quiero. ¿Y qué? —le dijo encogiéndose de hombros mientras se hundía en el sofá del cuarto, envuelta en una manta que seguramente no veía agua desde que nació.Aylin intentó mantener la calma, optando por el tono cordial que venía usando desde que llegó.—Sasha, deberías ducharte. Hace calor y… bueno… es importante.La adolescente se rió sin levantar la vista del móvil.—¿Importante para quién? A mí me da igual.Aylin apretó los labios, aún aferrándose a la paciencia como si de un hilo se tratara.—Te vas a sentir mejor. Además, no es agradable para
Capítulo 8 —Un buen padreNarrador:Aylin salió del despacho con el vaso vacío en la mano y la respiración contenida.Seguía sin entender en qué momento había pasado de prepararse para ser despedida, humillada y probablemente deportada... a terminar brindando con whisky con Roman Adler, como si aquella locura hubiera sido digna de aplausos.El eco de su risa seguía retumbando en su cabeza. Ese hombre no dejaba de descolocarla.Recorrió el pasillo hasta la cocina, buscando algo que la ayudara a aterrizar.Llegó a la cocina aún con el pulso acelerado, intentando procesar lo imposible. Creyó que entraría al despacho para recibir su sentencia final, y salió con un whisky en el cuerpo y la aprobación del mismísimo Diablo.Cuando cruzó la puerta, Amelia levantó la vista de los tomates que estaba picando y le dedicó una sonrisa amplia, casi cómplice.—Así que sobreviviste —comentó, como si ya supiera perfectamente a qué había ido.Aylin dejó el vaso sobre la encimera y se apoyó con ambas man
Capítulo 9 —Tiene carácter y es lindaNarrador:Dominic entró al despacho sin tocar, como siempre, y se dejó caer en la silla frente a Roman, que revisaba unos informes, aunque claramente tenía la cabeza en otra parte.—Me llegó el rumor... —empezó Dominic, sonriendo de lado —¡Dime que es cierto, te lo ruego!Roman levantó la vista con calma.—Depende de qué rumor hables.—Que Aylin le vació una botella de cola encima a Sasha.Roman dejó los papeles a un lado y soltó una carcajada seca, breve, pero cargada de satisfacción.—Es cierto. La Sasha entró al despacho hecha una furia, casi tirando la puerta abajo para venir a acusarla como si hubiera cometido el peor de los delitos.Dominic soltó una risa más abierta, negando con la cabeza.—¿Y no la echaste? —sonrió —Pensé que no durarían ni una semana antes de que la mandaras de vuelta a donde fuera que la encontraste.Roman giró el vaso de whisky entre los dedos, con gesto pensativo, aunque la diversión aún le bailaba en la mirada.—Estab