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Capítulo 7 —Nada como un refresco

Capítulo 7 —Nada como un refresco

Narrador:

Pasaron apenas un par de días y, como Aylin temía, la convivencia con Sasha se transformó en un campo minado.

La adolescente no se esforzaba en ocultar su desdén. Contestaba con ironías, ignoraba cada sugerencia, desaparecía durante horas y dejaba la habitación hecha un caos. Pero Aylin respiraba hondo, contaba hasta diez y seguía... hasta ese día.

Sasha llevaba dos jornadas negándose a bañar.

—No quiero. ¿Y qué? —le dijo encogiéndose de hombros mientras se hundía en el sofá del cuarto, envuelta en una manta que seguramente no veía agua desde que nació.

Aylin intentó mantener la calma, optando por el tono cordial que venía usando desde que llegó.

—Sasha, deberías ducharte. Hace calor y… bueno… es importante.

La adolescente se rió sin levantar la vista del móvil.

—¿Importante para quién? A mí me da igual.

Aylin apretó los labios, aún aferrándose a la paciencia como si de un hilo se tratara.

—Te vas a sentir mejor. Además, no es agradable para los demás.

—¿Para los demás? Pues que los demás se aguanten —respondió Sasha, girándose de espaldas con total indiferencia.

Aylin cerró los ojos por un segundo. Hasta ahí había llegado.

Se levantó del asiento, cruzó la habitación y se plantó frente a Sasha, obligándola a mirarla.

—Suficiente. Te levantas ahora mismo y te duchas.

Sasha frunció el ceño.

—¿Y si no quiero?

Aylin no retrocedió.

—No es opcional. No pienso quedarme aquí aguantando este olor como si fuera normal, y tampoco voy a permitir que andes por toda la casa dejando ese rastro.

La adolescente abrió los ojos, sorprendida por el cambio de tono.

—¿Me vas a obligar?

—Sí —respondió Aylin con total firmeza, sin pestañear.

Sin darle tiempo a reaccionar, tomó la botella de cola que Sasha tenía sobre el escritorio, la destapó con un solo movimiento y, sin más, le vació el contenido entero sobre la cabeza.

El líquido pegajoso resbaló por su cabello, chorreó por su cara y empapó la sudadera mientras Sasha daba un salto, gritando como si la hubieran atacado.

—¡¿Estás loca?! —chilló, sacudiéndose inútilmente—. ¡¿Qué te pasa?!

Aylin dejó la botella vacía sobre el escritorio, tan tranquila como si acabara de regar una planta.

—Ahora sí que tienes una buena razón para ducharte.

Sasha la miraba boquiabierta, incrédula, como si no pudiera creer lo que acababa de pasar.

—¡Voy a decírselo a mi papá!

—Perfecto. Avísale que además de oler mal, estabas paseándote por la casa pegajosa.

La adolescente soltó un gruñido frustrado, pateó una almohada al pasar y salió hecha una furia hacia el baño, refunfuñando todo el camino.

Aylin, mientras tanto, respiró hondo, recogió la manta del sofá y sonrió para sí misma.

Tal vez no estaba tan mal quedarse a vivir en el infierno.

Mientras Sasha se encerraba en el baño, quejándose en voz alta y abría la ducha de mala gana, Aylin se dedicó a recoger el desastre que la adolescente había dejado detrás.

Juntó la manta que olía tan mal que la sostuvo con la punta de los dedos, recogió la ropa tirada por el suelo y hasta las toallas que llevaban días arrumbadas en una esquina.

Sin perder tiempo, bajó al cuarto de lavado y dejó todo en remojo, como si quisiera borrar hasta el último rastro de lo que acababa de soportar.

Cuando regresó al piso de arriba, Sasha ya salía del baño, envuelta en una bata y con el cabello mojado. La miró con furia, mascullando algo entre dientes, pero sin detenerse.

Aylin solo alcanzó a verla desaparecer por el pasillo, camino al despacho de Roman.

Y entonces lo supo. Iba a contarle todo. Respiró hondo y se apoyó contra la pared, cerrando los ojos un instante.

—Bueno... que sea lo que tenga que ser. —susurró para sí misma, preparándose mentalmente para enfrentar al Diablo.

Sasha llegó al despacho de Roman como una tromba, sin tocar, sin avisar, empujando la puerta con fuerza.

Roman levantó la vista del portátil, arqueando una ceja al verla entrar con el cabello empapado y la bata mal ajustada.

—¿Qué pasa ahora? —preguntó, sin apuro, como si su sola presencia ya le molestara.

Sasha se plantó frente al escritorio, cruzando los brazos y apuntando con el dedo hacia la puerta, como si Aylin estuviera allí mismo.

—¡Tu niñera me vació una botella de cola en la cabeza!

Roman parpadeó despacio, como si le costara procesar lo que acababa de oír.

—¿Qué?

—¡Que me tiró refresco encima! ¿Vas a hacer algo o qué?

Roman apoyó los codos sobre el escritorio, entrelazó las manos y la miró fijamente, como si buscara detrás de sus palabras la historia completa.

—¿Y por qué hizo eso?

—Porque no quería ducharme —respondió ella con total descaro, como si fuera lo más lógico del mundo.

Roman dejó escapar una risa breve, seca, incrédula.

—¿Y no querías ducharte?

—No me apetecía.

—Ajá... —Roman asintió, reclinándose en la silla—. Pues parece que encontró una solución bastante efectiva.

Sasha lo miró boquiabierta, como si esperara otra reacción.

—¿Qué? ¿Vas a defenderla?

Roman soltó una sonrisa ladeada, fría.

—Digamos que prefiero que apestes menos. Si ella consiguió que te metas en la ducha, me parece que ha logrado lo que muchas no.

Sasha bufó, frustrada, y giró sobre sus talones.

—Increíble.

—Ah, Sasha... —la llamó Roman antes de que cruzara la puerta. Ella se detuvo, sin mirarlo. —La próxima vez, dúchate sola y ahórrate el espectáculo.

Sasha salió del despacho pateando el aire, furiosa, mientras Roman volvía a su portátil con una sonrisa apenas visible, pensando que, tal vez, Aylin estaba resultando más útil de lo que había imaginado. 

Aylin caminó hacia el despacho de Roman con el estómago encogido. Sabía perfectamente que Sasha ya le había contado todo y, por más que intentara serenarse, la idea de enfrentar a Roman Adler después de vaciarle una botella de cola en la cabeza a su hija la tenía al borde del colapso.

Golpeó suavemente y, al escuchar el permiso, entró.

Roman la recibió con una mirada directa, dejando a un lado el móvil que tenía entre manos.

—¿Es cierto lo que me contó Sasha? —preguntó de inmediato, sin rodeos, sin preámbulo alguno.

Aylin apretó las manos frente al cuerpo, manteniendo la vista fija en el suelo por un instante antes de atreverse a hablar.

—Sí, señor Adler... pero puedo explicarle. Ella llevaba días sin ducharse, la habitación estaba insoportable y no había forma de que entrara al baño. Intenté hablarle, insistirle, ser paciente, pero… bueno, perdí la calma. No quería faltarle el respeto, ni a usted ni a ella, simplemente...

Roman se puso de pie de golpe, haciendo que Aylin se callara al instante.

Pero lo que no esperaba fue escucharlo reír. Y no una risa breve y seca, sino una carcajada auténtica, de esas que parecían casi imposibles en alguien como él.

—Increíble… —murmuró entre risas mientras se dirigía a la licorera. Sirvió dos whiskys, como si fueran viejos amigos en plena celebración, y le tendió uno a Aylin. Ella lo miró con los ojos muy abiertos, sin saber si debía aceptarlo. —Relájate, Aylin —dijo Roman, dándole el vaso—. Estuvo brillante. Muy creativa. Adoré la solución que encontraste.

Aylin lo tomó con torpeza, aún procesando lo que escuchaba.

—¿No está… enojado?

Roman bebió un trago lento antes de sonreír con calma.

—Enojado estaría si hubieras dejado que esa mocosa siguiera haciendo lo que quiere. Créeme… si logras domar a Sasha, te ganarás mi respeto.

Aylin apenas pudo ocultar la sorpresa.

—Gracias... señor Adler.

—De nada. Ahora bebe. Te lo mereces.

Y por primera vez desde que puso un pie en aquella casa, Aylin sintió que tal vez, solo tal vez, sobreviviría a todo esto.

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