Capítulo 4 —Sasha
Narrador:
La mansión Adler imponía desde la entrada.
Aylin bajó del coche con el estómago encogido, repasando mentalmente cada segundo de la noche anterior como si aún pudiera despertarse de aquella locura. Pero no. Estaba allí. De pie frente a un portón inmenso, con jardines que parecían sacados de una revista y una estructura tan elegante como intimidante.
La puerta principal se abrió antes de que pudiera tocar el timbre.
Una mujer mayor, vestida con impecable discreción y gesto serio, la observó con profesionalidad.
—Debe ser Aylin. Buenos días. Soy Amelia, el ama de llaves. Pase, por favor.
Aylin asintió en silencio y cruzó el umbral, sintiéndose diminuta en el recibidor que era más grande que todo su departamento.
—Aguarde en la sala. Avisaré al señor Adler que ya ha llegado.
Aylin dejó el bolso sobre sus piernas mientras se sentaba al borde de uno de los sofás, con las manos entrelazadas, incapaz de decidir si respiraba demasiado fuerte o si debía disimular lo nerviosa que estaba.
La inspección no tardó en llegar.
Una joven apareció desde el otro extremo del salón, caminando con paso despreocupado, pero con la actitud de quien ha visto demasiado para sorprenderse por nada.
Cabello oscuro, largo, desordenado. Jeans rotos. Sudadera enorme y unos auriculares colgando del cuello.
Se detuvo frente a Aylin y la miró de arriba abajo, sin disimulo.
—¿Tú eres la nueva víctima de mi padre?
Aylin parpadeó, desconcertada.
—¿Perdón...?
Pero antes de que pudiera formular la pregunta completa, Amelia regresó.
—Señorita Escalante, por aquí.
Sasha rodó los ojos y desapareció por el mismo pasillo por el que había llegado, dejándola aún más confundida de lo que ya estaba.
Aylin se puso de pie y siguió al ama de llaves sin decir una palabra.
Atravesaron un corredor adornado con obras de arte y puertas cerradas a ambos lados hasta llegar a una de madera oscura, alta e imponente.
Amelia la abrió con un gesto suave.
—Pase. El señor la espera.
Aylin respiró hondo antes de entrar al despacho de Roman Adler.
Detrás de su escritorio, rodeado de documentos y con la mirada concentrada en unos papeles, estaba Roman.
La luz que entraba por los ventanales caía directo sobre él, destacando cada línea de su rostro serio, absorto, como si el resto del mundo no existiera.
Pero existía, ella existía.
Porque apenas escuchó el suave clic de la puerta cerrándose, levantó la vista.
Y la encontró. Los ojos oscuros se clavaron en ella como un ancla. Firmes, fríos, exactos.
Aylin sintió un estremecimiento recorrerle la espalda, como si todo el aire del despacho se hubiera comprimido de golpe.
Por un instante se obligó a sostenerle la mirada, pero fue inútil.
Era imposible. No ante él. No ante esa mirada que parecía desarmarla sin el menor esfuerzo.
Roman dejó el bolígrafo sobre la mesa con precisión, sin apartar los ojos de Aylin.
—Buenos días —saludó, con esa voz grave que no necesitaba alzarse para imponer.
Aylin tragó saliva antes de contestar.
—Buenos días, señor Adler.
Roman hizo un leve gesto con la mano, indicándole que se acercara.
—No te quedes ahí. —Ella avanzó despacio, cada paso sintiéndose más pesado que el anterior, hasta quedar frente al escritorio. Roman apoyó los codos sobre la superficie y entrelazó los dedos, observándola como si analizara cada detalle de su presencia. —Supongo que aún te preguntas qué haces aquí.
Aylin asintió con cautela.
—Sí, señor. No entiendo qué espera de mí exactamente.
Roman ladeó la cabeza apenas, como si le divirtiera su ingenuidad.
—Te recuerdo que me debes una escultura. Una que, según tu misma dijiste, pagarías.
Ella bajó la mirada, mordiéndose el labio inferior.
—Sí… lo recuerdo.
—Perfecto. Entonces esto es simple —continuó él, con absoluta calma—. Desde hoy trabajarás para mí.
Aylin levantó la vista, insegura.
—Sí, señor, eso me quedó claro ayer... pero sigo sin entender por qué yo.
Roman apoyó la espalda en el sillón, sin apartar los ojos de ella.
—Porque necesito a alguien que no pueda irse al primer capricho de mi hija.
Ella frunció el ceño, sin saber si se sentía ofendida o simplemente atrapada.
—No tengo experiencia con ese tipo de responsabilidades.
Roman dejó escapar una sonrisa breve, apenas un movimiento en los labios.
—No te pregunté si tenías experiencia.
Aylin apretó los labios, reprimiendo la respuesta que amenazaba con escaparsele.
—¿Y qué espera exactamente de mí, señor Adler?
Él la sostuvo la mirada sin titubear.
—Que hagas tu trabajo y no me des motivos para arrepentirme de haberte dado esta oportunidad.
Aylin respiró hondo, buscando las palabras correctas antes de hablar.
—Señor Adler… si quiere puedo colaborar de otra forma. No sé, como cocinera, asistente, lo que necesite… pero niñera… no creo ser la persona adecuada para eso.
Roman la escuchó en silencio, sin una pizca de interés real en su intento por negociar.
—No es una opción —contestó con absoluta calma—. O trabajas como niñera… o me pagas la escultura. —Aylin desvió la mirada, tragando saliva, incapaz de darle la respuesta que él esperaba. Roman se puso de pie sin decir nada más y rodeó el escritorio con la misma seguridad con la que dictaba sentencias. —Sígueme. —Ella lo hizo, aunque cada paso por la mansión se le hacía más pesado que el anterior. Subieron una escalera amplia, cruzaron un pasillo adornado con cuadros imponentes y se detuvieron frente a una puerta blanca, con detalles dorados. Roman golpeó dos veces antes de abrir. Sasha estaba sentada sobre la cama, con un libro en las manos y los auriculares colgando del cuello. —Sasha —dijo Roman, sin más preámbulo—. Te presento a tu nueva niñera.
La adolescente levantó la vista, primero hacia su padre y luego hacia Aylin.
La misma sonrisa irónica de la noche anterior apareció en sus labios.
—Genial… —murmuró, volviendo la atención al libro.
Roman giró sobre sus talones.
—Arréglense.
Sin más, salió de la habitación y cerró la puerta detrás de él, dejándolas solas.
Sasha deslizó los ojos por Aylin de arriba abajo, evaluándola sin disimulo, como si quisiera medir cuánto duraría.
—¿Así que ahora eres mi niñera? —preguntó con sarcasmo, la voz cargada de desdén.
Aylin respiró hondo, intentando sonar amable, tranquila.
—Estoy aquí para ayudarte, Sasha. Podemos llevarnos bien si quieres.
Sasha soltó una risa seca y se dejó caer hacia atrás sobre la cama, apoyando los pies descalzos sobre las sábanas sin preocuparse.
—No necesito que nadie me ayude.
—Bueno, igual estaré aquí. Lo importante es que estés bien, que...
—Mira —la interrumpió sin rodeos, levantando la mirada con fastidio—. Me da igual si te pagan por cuidarme. Puedes cobrar el sueldo sin hacer nada, no pienso quejarme. Solo no me molestes.
Aylin frunció el ceño, sin perder la calma.
—No estoy aquí para incomodarte.
—Perfecto. Entonces no hables demasiado, no me sigas y no intentes hacerte la simpática.
Aylin la observó en silencio, conteniendo la respuesta que amenazaba con escaparse.
—No vine a ser tu enemiga, Sasha. —La adolescente giró los ojos, dándose la vuelta para quedar de espaldas. —Pero tampoco me importa si no te agrado, estoy aquí y no me iré a ningun lado, lo quieras o no
Capítulo 5 —No traes un manual Narrador:Cuando Sasha finalmente salió de casa, arrastrando la mochila con desgano y rodando los ojos como si el simple hecho de existir ya fuera una carga, Aylin dejó escapar un suspiro discreto.No sabía si alegrarse por el silencio o preocuparse por lo que venía después.Decidió no quedarse quieta. Vagó por la mansión unos minutos, intentando memorizar pasillos que parecían todos iguales, hasta que encontró a Amelia en la cocina, organizando las compras del día con una eficiencia que intimidaba.—Disculpe... —Aylin habló en voz baja, aún sintiéndose una intrusa en cada palabra—. Quisiera saber qué se supone que debo hacer ahora.Amelia levantó la vista solo un segundo, le dedicó un gesto breve y volvió a lo suyo.—El señor quiere verla.Aylin parpadeó.—¿El señor?Amelia asintió con la misma naturalidad con la que habría dicho que afuera llovía.—Dijo que la esperaba en su despacho cuando Sasha se fuera.Aylin sintió un escalofrío, pero se forzó a a
Capítulo 6 —Casas de revistaNarrador:El viaje transcurrió en un silencio denso, cargado de todo lo que ninguno de los dos decía.Roman conducía con la misma seguridad con la que dirigía cualquier cosa en su vida, sin prisa pero sin pausa, como si cada semáforo, cada cruce y cada calle formaran parte de un recorrido que conocía de memoria.Y, en efecto, lo conocía.Recordaba perfectamente el camino hasta aquella zona olvidada, donde las casas parecían a punto de derrumbarse y el asfalto tenía más grietas que promesas rotas.Detrás de ellos, una camioneta ne*gra escoltaba el coche, silenciosa, discreta, pero imposible de ignorar.Cuando Roman detuvo el auto frente al edificio, Aylin se apresuró a bajar, apretando el bolso contra el cuerpo, como si eso pudiera darle algo de protección.Pero Roman también salió.Ella giró sobre sus talones, frenándolo con una mano temblorosa levantada a medias.—Señor Adler, no es necesario que me acompañe… —Roman la observó en silencio, con esa mirada
Capítulo 7 —Nada como un refrescoNarrador:Pasaron apenas un par de días y, como Aylin temía, la convivencia con Sasha se transformó en un campo minado.La adolescente no se esforzaba en ocultar su desdén. Contestaba con ironías, ignoraba cada sugerencia, desaparecía durante horas y dejaba la habitación hecha un caos. Pero Aylin respiraba hondo, contaba hasta diez y seguía... hasta ese día.Sasha llevaba dos jornadas negándose a bañar.—No quiero. ¿Y qué? —le dijo encogiéndose de hombros mientras se hundía en el sofá del cuarto, envuelta en una manta que seguramente no veía agua desde que nació.Aylin intentó mantener la calma, optando por el tono cordial que venía usando desde que llegó.—Sasha, deberías ducharte. Hace calor y… bueno… es importante.La adolescente se rió sin levantar la vista del móvil.—¿Importante para quién? A mí me da igual.Aylin apretó los labios, aún aferrándose a la paciencia como si de un hilo se tratara.—Te vas a sentir mejor. Además, no es agradable para
Capítulo 8 —Un buen padreNarrador:Aylin salió del despacho con el vaso vacío en la mano y la respiración contenida.Seguía sin entender en qué momento había pasado de prepararse para ser despedida, humillada y probablemente deportada... a terminar brindando con whisky con Roman Adler, como si aquella locura hubiera sido digna de aplausos.El eco de su risa seguía retumbando en su cabeza. Ese hombre no dejaba de descolocarla.Recorrió el pasillo hasta la cocina, buscando algo que la ayudara a aterrizar.Llegó a la cocina aún con el pulso acelerado, intentando procesar lo imposible. Creyó que entraría al despacho para recibir su sentencia final, y salió con un whisky en el cuerpo y la aprobación del mismísimo Diablo.Cuando cruzó la puerta, Amelia levantó la vista de los tomates que estaba picando y le dedicó una sonrisa amplia, casi cómplice.—Así que sobreviviste —comentó, como si ya supiera perfectamente a qué había ido.Aylin dejó el vaso sobre la encimera y se apoyó con ambas man
Capítulo 9 —Tiene carácter y es lindaNarrador:Dominic entró al despacho sin tocar, como siempre, y se dejó caer en la silla frente a Roman, que revisaba unos informes, aunque claramente tenía la cabeza en otra parte.—Me llegó el rumor... —empezó Dominic, sonriendo de lado —¡Dime que es cierto, te lo ruego!Roman levantó la vista con calma.—Depende de qué rumor hables.—Que Aylin le vació una botella de cola encima a Sasha.Roman dejó los papeles a un lado y soltó una carcajada seca, breve, pero cargada de satisfacción.—Es cierto. La Sasha entró al despacho hecha una furia, casi tirando la puerta abajo para venir a acusarla como si hubiera cometido el peor de los delitos.Dominic soltó una risa más abierta, negando con la cabeza.—¿Y no la echaste? —sonrió —Pensé que no durarían ni una semana antes de que la mandaras de vuelta a donde fuera que la encontraste.Roman giró el vaso de whisky entre los dedos, con gesto pensativo, aunque la diversión aún le bailaba en la mirada.—Estab
Capítulo 10 —Adiós mamáNarrador: Sasha se quedó inmóvil frente a la entrada del cementerio, mirando las rejas ne-gras como si fueran una barrera imposible de cruzar.—¿Esto es una broma? —murmuró, sin apartar la vista del portón, como si no pudiera creer que realmente estuvieran allí.Aylin negó suavemente con la cabeza, manteniendo la voz tranquila.—No, Sasha. Vine a traerte.La adolescente la observó de reojo, desconfiada, como si intentara descifrar qué había detrás de todo eso.—¿Por qué harías algo así?—Porque pensé que te gustaría. Nadie debería impedirte visitar a tu madre.Sasha tragó saliva, pero no respondió. Solo bajó la mirada, cruzándose de brazos como si quisiera protegerse del propio temblor que le nacía por dentro.Aylin le señaló un pequeño puesto que había justo a la entrada, donde varias coronas y ramos coloridos estaban exhibidos.—Ve a comprarle flores. Las que quieras.—¿Y tú?—Voy a la administración a confirmar exactamente dónde está la tumba. No tardaré na
Capítulo 11 —La puerta peligrosaNarrador:Cuando el coche cruzó las rejas de la mansión y comenzó a avanzar por el largo camino de entrada, Sasha iba recostada contra la ventanilla, en completo silencio.No había vuelto a decir una palabra desde que dejaron el cementerio, como si el regreso significara también levantar de nuevo esas barreras que, por un breve momento, habían caído.Pero antes de que el coche se detuviera frente a la puerta principal, Sasha se giró hacia Aylin.La miró seria, con los ojos aún enrojecidos, pero esta vez con un rastro de nerviosismo que Aylin no le había visto nunca.—No le digas a mi papá... —pidió en voz baja—. Por favor.Aylin frunció ligeramente el ceño.—¿Que fuimos al cementerio?Sasha asintió.—Sí. No le va a gustar. Ni un poco.Aylin dudó un segundo, pero terminó asintiendo.—Está bien. No diré nada.Sasha respiró aliviada y asintió también, como si se sintiera segura por primera vez en mucho tiempo.—Gracias… de nuevo.Aylin le dedicó una leve
Capítulo 12 —Tentarse con el infiernoNarrador:Aylin se acomodó mejor en la banca, como si de pronto el aire se hubiera vuelto más denso entre ellos.—¿De verdad puedo preguntar? —insistió, con cautela, sin dejar de observarlo.Roman asintió lentamente, con esa media sonrisa que parecía desafiarla sin palabras.—Adelante. Sorpréndeme.Ella mordió el borde de su labio inferior, dudando apenas un segundo antes de soltar:—¿Cómo era ella?Roman no necesitó que dijera por quién preguntaba, ni su nombre, lo supo de inmediato.Miró hacia el cielo, como si buscara respuestas entre las estrellas. Se pasó una mano por la nuca y soltó un suspiro profundo antes de hablar.—Miranda... era complicada. Difícil de describir. Demasiado joven cuando llegó a mi vida. Demasiado salvaje para quedarse.Aylin bajó la vista a su taza, sin querer presionar, pero cada palabra de él parecía escurrirse cargada de algo más oscuro, más doloroso.—Sasha la extraña mucho —susurró, como si no pudiera evitar decirlo