Capítulo 3 —No tiene opción
Narrador:
Aylin salió de la galería con pasos vacilantes, abrazando el bolso contra su pecho como si eso pudiera protegerla de la vergüenza que aún le ardía bajo la piel.
Frunció el ceño al ver el coche ne*gro esperándola frente a la entrada. Grande, reluciente, impecable. La puerta del copiloto estaba abierta.
Y él estaba allí. Roman Adler, sentado dentro del vehículo, con las manos sobre el volante, aguardando con la misma calma que usaba para firmar sentencias.
Cuando Aylin se acercó, dudando frente a la puerta abierta, asomó la cabeza apenas para mirar al interior. Roman inclinó el rostro hacia ella, sus ojos oscuros buscándola bajo la tenue luz de la calle.
—Vamos, sube —ordenó con voz baja, pero cortante.
Aylin dudó. Solo un segundo.
—No hace falta que me lleve. Puedo volver sola…
Roman ladeó la cabeza, como si su respuesta le hubiera resultado graciosa.
—No te pregunté.
Ella tragó saliva.
—De verdad, puedo…
—Sube, Aylin.
La forma en que dijo su nombre, tan despacio, tan firme, le recorrió la espalda como una advertencia. Miró la puerta abierta.
—Esto no está pasando… —susurró para sí, pero sus pies avanzaron igual.
Se acomodó en el asiento del copiloto sin atreverse a mirarlo directamente. Aylin entrelazó los dedos sobre las piernas, apretando con fuerza.
El motor rugió suave cuando él encendió el vehículo.
—¿Dónde vives?
Ella se aclaró la garganta antes de decir la dirección en voz baja. Roman no comentó nada. Pero Aylin sintió el silencio cargado. Demasiado largo e incómodo.
—Ya sé que no es el mejor lugar —murmuró después de un minuto, sin poder evitarlo—. No hace falta que diga nada.
Roman mantuvo la vista en la calle.
—No pensaba decir nada.
Ella soltó una risa seca.
—Sí, claro.
Miró por la ventana mientras avanzaban. “Esto es una locura…”, pensó
Apretó los labios, giró la cabeza un segundo para mirarlo de reojo. Abrazó el bolso con más fuerza mientras el coche avanzaba por las calles oscuras. El silencio en el interior era denso, solo interrumpido por el leve ronroneo del motor.
Y en su cabeza, no dejaba de repetirse la misma frase: Estoy perdida. Porque lo estaba. Entró al país de manera ilegal, escapando de un futuro roto que no le ofrecía nada, dejando atrás a su abuela enferma y a su hermano pequeño, del que pronto tendría que hacerse cargo sola. Todo para llegar allí… y terminar en las manos del hombre más peligroso del estado. Roman Adler. El Diablo. El secreto peor guardado, como decían en voz baja quienes sabían demasiado. Una leyenda viva del crimen organizado, aunque nadie pudiera probarle nada. Y ahora ella estaba sentada a su lado.
Sin papeles. Sin salida. Atrapada en una deuda imposible con un hombre que podría destruirle la vida con solo chasquear los dedos.
Apretó los labios, mirando por la ventana como si allá afuera estuviera la respuesta. Pero no. La respuesta estaba al volante. Suspiró, hundiéndose más en el asiento.
—Esto va a terminar muy mal… —susurró sin darse cuenta.
Roman sonrió apenas, pues la había escuchado y, sin apartar la vista del camino, respondió.
—Eso ya lo sé. —Al llegar, Roman detuvo el coche frente a la acera, echó un vistazo rápido a la zona y dejó el motor encendido. —Mañana, a primera hora, enviaré un coche a buscarte —dijo sin mirarla, ajustando levemente el reloj en su muñeca.
Aylin abrió la boca apenas.
—No es necesario. Puedo ir por mis propios medios…
Roman giró la cabeza despacio hacia ella. La observó en silencio durante un largo segundo, hasta que una sonrisa seca, sin rastro de calidez, le curvó los labios.
—Tienes esa mal*dita costumbre de retrucar cada cosa que digo —murmuró, tan bajo que casi sonaba a un pensamiento en voz alta. Ella apretó los labios, pero no respondió. Roman acercó el rostro solo un poco, lo justo para que sus palabras le rozaran como una advertencia. —Limítate a obedecer, Aylin. —El aire entre ellos se tensó, pesado, ineludible. —Y todo irá bien.
Aylin abrió la boca, dispuesta a responder, a replicar aunque fuera en un susurro, pero entonces él la miró. Bastó eso. Esa mirada fija, oscura, cortante como una hoja afilada, para dejarle claro que no quería oír ni una sola palabra más.
Sintió un escalofrío recorrerle la espalda, tragó saliva y bajó la vista. Sin decir nada, giró sobre sí misma y abrió la puerta. Salió del coche con movimientos torpes, sintiendo todavía la presión invisible de su presencia detrás.
Caminó hasta la entrada de su edificio sin mirar atrás. Cuando llegó al umbral, se obligó a abrir la puerta con manos temblorosas. Antes de entrar, por instinto, giró un poco la cabeza.
Roman seguía allí. Detrás del volante, inmóvil, observando. Solo cuando la vio cruzar y cerrar la puerta, encendió el motor.
El rugido del vehículo rompió el silencio de la noche, y sin más, se alejó a toda prisa, perdiéndose entre las luces apagadas de la calle.
Estacionó el coche frente a la galería y apagó el motor con un movimiento preciso. No tardó en bajar y cruzar la entrada con pasos firmes, como si aún sintiera en la piel la presencia de Aylin en el asiento del copiloto.
Dentro, la galería estaba casi vacía. Solo quedaban unos pocos empleados asegurándose de que todo estuviera en orden.
Y Dominic, por supuesto, lo esperaba junto a la escalera que llevaba a la oficina.
—¿Y bien? —preguntó con su tono despreocupado, siguiéndolo mientras subían—. ¿La dejaste en casa sana y salva?
Roman le lanzó una mirada de reojo antes de responder con sequedad:
—Sí. Vive en ese horrendo lugar.
Dominic dejó escapar un silbido bajo.
—Sabía que la dirección sonaba mal, pero no pensé que fuera tan terrible.
Roman no comentó nada más.
Siguió caminando sin prisa, sacó su teléfono y marcó un número mientras empujaba la puerta de su oficina.
Esperó dos tonos antes de escuchar la voz firme al otro lado de la línea.
—Señor Adler.
—Prepara un dormitorio —ordenó sin rodeos—. Mañana se muda la nueva niñera de Sasha.
Dominic arqueó una ceja, apoyándose en el marco de la puerta con los brazos cruzados.
—¿Tan rápido?
Roman guardó el móvil en su bolsillo y lo miró sin expresión.
—Prefiero tener todo listo.
Dominic sonrió con un brillo divertido en los ojos.
—Esto se pondrá interesante. —Roman no dijo nada más. Solo caminó hasta su escritorio y se dejó caer en el sillón de cuero, con la mandíbula tensa y la certeza de que, le gustara o no, Aylin Escalante acababa de cruzar una puerta de la que no podría salir. —¿Y por qué ella? —preguntó al fin, cruzándose de brazos—. No me digas que no podías encontrar a alguien mejor para soportar a Sasha.
Roman alzó la vista desde el móvil que acababa de dejar sobre el escritorio.
—Porque no tiene opción.
Dominic soltó una risa baja.
—Vaya razón.
Roman apoyó los codos sobre la mesa, entrelazando los dedos frente a él.
—No quiero a alguien que renuncie al primer capricho de mi hija ni que venga a decirme cómo debo criarla.
—¿Y Aylin Escalante no te va a discutir?
Roman esbozó una media sonrisa, seca, sin humor.
—Lo hará. Ya empezó. Pero no puede permitirse largar todo y marcharse.
Dominic negó con la cabeza, divertido.
—Te estás divirtiendo demasiado con esto.
Roman no respondió. Solo apoyó la espalda en el respaldo del sillón y dejó que la mirada se perdiera un momento en el ventanal.
—Que se prepare —murmuró sin apartar la vista del horizonte—. Mañana va a descubrir lo que significa realmente estar aquí.
Dominic soltó una risa baja, sacudiendo la cabeza mientras avanzaba hasta quedar frente al escritorio.
—Y pensar que todo esto empezó por esa escultura… —comentó con sorna—. Si supiera que no vale absolutamente nada.
Roman lo miró de reojo, dejando que una sonrisa apenas curvara sus labios.
—Tiene razón —admitió, apoyando el antebrazo sobre el escritorio—. Pero ella no lo sabe.
Dominic rió abiertamente esta vez.
—Qué cabrón eres.
Roman encogió los hombros, como si no le importara en lo más mínimo.
—No habría aceptado de otra manera.
Dominic se recostó contra la silla frente al escritorio, mirándolo con diversión.
—No sé quién va a sufrir más con esto, si ella… o Sasha.
Roman giró la silla ligeramente, mirando hacia el ventanal con calma absoluta.
—Ya lo veremos.
Capítulo 4 —SashaNarrador:La mansión Adler imponía desde la entrada.Aylin bajó del coche con el estómago encogido, repasando mentalmente cada segundo de la noche anterior como si aún pudiera despertarse de aquella locura. Pero no. Estaba allí. De pie frente a un portón inmenso, con jardines que parecían sacados de una revista y una estructura tan elegante como intimidante.La puerta principal se abrió antes de que pudiera tocar el timbre.Una mujer mayor, vestida con impecable discreción y gesto serio, la observó con profesionalidad.—Debe ser Aylin. Buenos días. Soy Amelia, el ama de llaves. Pase, por favor.Aylin asintió en silencio y cruzó el umbral, sintiéndose diminuta en el recibidor que era más grande que todo su departamento.—Aguarde en la sala. Avisaré al señor Adler que ya ha llegado.Aylin dejó el bolso sobre sus piernas mientras se sentaba al borde de uno de los sofás, con las manos entrelazadas, incapaz de decidir si respiraba demasiado fuerte o si debía disimular lo
Capítulo 5 —No traes un manual Narrador:Cuando Sasha finalmente salió de casa, arrastrando la mochila con desgano y rodando los ojos como si el simple hecho de existir ya fuera una carga, Aylin dejó escapar un suspiro discreto.No sabía si alegrarse por el silencio o preocuparse por lo que venía después.Decidió no quedarse quieta. Vagó por la mansión unos minutos, intentando memorizar pasillos que parecían todos iguales, hasta que encontró a Amelia en la cocina, organizando las compras del día con una eficiencia que intimidaba.—Disculpe... —Aylin habló en voz baja, aún sintiéndose una intrusa en cada palabra—. Quisiera saber qué se supone que debo hacer ahora.Amelia levantó la vista solo un segundo, le dedicó un gesto breve y volvió a lo suyo.—El señor quiere verla.Aylin parpadeó.—¿El señor?Amelia asintió con la misma naturalidad con la que habría dicho que afuera llovía.—Dijo que la esperaba en su despacho cuando Sasha se fuera.Aylin sintió un escalofrío, pero se forzó a a
Capítulo 6 —Casas de revistaNarrador:El viaje transcurrió en un silencio denso, cargado de todo lo que ninguno de los dos decía.Roman conducía con la misma seguridad con la que dirigía cualquier cosa en su vida, sin prisa pero sin pausa, como si cada semáforo, cada cruce y cada calle formaran parte de un recorrido que conocía de memoria.Y, en efecto, lo conocía.Recordaba perfectamente el camino hasta aquella zona olvidada, donde las casas parecían a punto de derrumbarse y el asfalto tenía más grietas que promesas rotas.Detrás de ellos, una camioneta ne*gra escoltaba el coche, silenciosa, discreta, pero imposible de ignorar.Cuando Roman detuvo el auto frente al edificio, Aylin se apresuró a bajar, apretando el bolso contra el cuerpo, como si eso pudiera darle algo de protección.Pero Roman también salió.Ella giró sobre sus talones, frenándolo con una mano temblorosa levantada a medias.—Señor Adler, no es necesario que me acompañe… —Roman la observó en silencio, con esa mirada
Capítulo 7 —Nada como un refrescoNarrador:Pasaron apenas un par de días y, como Aylin temía, la convivencia con Sasha se transformó en un campo minado.La adolescente no se esforzaba en ocultar su desdén. Contestaba con ironías, ignoraba cada sugerencia, desaparecía durante horas y dejaba la habitación hecha un caos. Pero Aylin respiraba hondo, contaba hasta diez y seguía... hasta ese día.Sasha llevaba dos jornadas negándose a bañar.—No quiero. ¿Y qué? —le dijo encogiéndose de hombros mientras se hundía en el sofá del cuarto, envuelta en una manta que seguramente no veía agua desde que nació.Aylin intentó mantener la calma, optando por el tono cordial que venía usando desde que llegó.—Sasha, deberías ducharte. Hace calor y… bueno… es importante.La adolescente se rió sin levantar la vista del móvil.—¿Importante para quién? A mí me da igual.Aylin apretó los labios, aún aferrándose a la paciencia como si de un hilo se tratara.—Te vas a sentir mejor. Además, no es agradable para
Capítulo 8 —Un buen padreNarrador:Aylin salió del despacho con el vaso vacío en la mano y la respiración contenida.Seguía sin entender en qué momento había pasado de prepararse para ser despedida, humillada y probablemente deportada... a terminar brindando con whisky con Roman Adler, como si aquella locura hubiera sido digna de aplausos.El eco de su risa seguía retumbando en su cabeza. Ese hombre no dejaba de descolocarla.Recorrió el pasillo hasta la cocina, buscando algo que la ayudara a aterrizar.Llegó a la cocina aún con el pulso acelerado, intentando procesar lo imposible. Creyó que entraría al despacho para recibir su sentencia final, y salió con un whisky en el cuerpo y la aprobación del mismísimo Diablo.Cuando cruzó la puerta, Amelia levantó la vista de los tomates que estaba picando y le dedicó una sonrisa amplia, casi cómplice.—Así que sobreviviste —comentó, como si ya supiera perfectamente a qué había ido.Aylin dejó el vaso sobre la encimera y se apoyó con ambas man
Capítulo 9 —Tiene carácter y es lindaNarrador:Dominic entró al despacho sin tocar, como siempre, y se dejó caer en la silla frente a Roman, que revisaba unos informes, aunque claramente tenía la cabeza en otra parte.—Me llegó el rumor... —empezó Dominic, sonriendo de lado —¡Dime que es cierto, te lo ruego!Roman levantó la vista con calma.—Depende de qué rumor hables.—Que Aylin le vació una botella de cola encima a Sasha.Roman dejó los papeles a un lado y soltó una carcajada seca, breve, pero cargada de satisfacción.—Es cierto. La Sasha entró al despacho hecha una furia, casi tirando la puerta abajo para venir a acusarla como si hubiera cometido el peor de los delitos.Dominic soltó una risa más abierta, negando con la cabeza.—¿Y no la echaste? —sonrió —Pensé que no durarían ni una semana antes de que la mandaras de vuelta a donde fuera que la encontraste.Roman giró el vaso de whisky entre los dedos, con gesto pensativo, aunque la diversión aún le bailaba en la mirada.—Estab
Capítulo 10 —Adiós mamáNarrador: Sasha se quedó inmóvil frente a la entrada del cementerio, mirando las rejas ne-gras como si fueran una barrera imposible de cruzar.—¿Esto es una broma? —murmuró, sin apartar la vista del portón, como si no pudiera creer que realmente estuvieran allí.Aylin negó suavemente con la cabeza, manteniendo la voz tranquila.—No, Sasha. Vine a traerte.La adolescente la observó de reojo, desconfiada, como si intentara descifrar qué había detrás de todo eso.—¿Por qué harías algo así?—Porque pensé que te gustaría. Nadie debería impedirte visitar a tu madre.Sasha tragó saliva, pero no respondió. Solo bajó la mirada, cruzándose de brazos como si quisiera protegerse del propio temblor que le nacía por dentro.Aylin le señaló un pequeño puesto que había justo a la entrada, donde varias coronas y ramos coloridos estaban exhibidos.—Ve a comprarle flores. Las que quieras.—¿Y tú?—Voy a la administración a confirmar exactamente dónde está la tumba. No tardaré na
Capítulo 11 —La puerta peligrosaNarrador:Cuando el coche cruzó las rejas de la mansión y comenzó a avanzar por el largo camino de entrada, Sasha iba recostada contra la ventanilla, en completo silencio.No había vuelto a decir una palabra desde que dejaron el cementerio, como si el regreso significara también levantar de nuevo esas barreras que, por un breve momento, habían caído.Pero antes de que el coche se detuviera frente a la puerta principal, Sasha se giró hacia Aylin.La miró seria, con los ojos aún enrojecidos, pero esta vez con un rastro de nerviosismo que Aylin no le había visto nunca.—No le digas a mi papá... —pidió en voz baja—. Por favor.Aylin frunció ligeramente el ceño.—¿Que fuimos al cementerio?Sasha asintió.—Sí. No le va a gustar. Ni un poco.Aylin dudó un segundo, pero terminó asintiendo.—Está bien. No diré nada.Sasha respiró aliviada y asintió también, como si se sintiera segura por primera vez en mucho tiempo.—Gracias… de nuevo.Aylin le dedicó una leve