Entre el deber y el deseo

Continuaron caminando a lo largo del río, charlando sobre sus vidas, sueños y esperanzas. Alexander le contó historias de su infancia, de sus travesuras y de su amor por la naturaleza.

Rachel se sentía cada vez más cautivada por él y sus historias.

A su vez, Alexander se sentía fascinado con ella, embelesado por su belleza y con ganas de que ese día nunca acabara. Sin embargo, el estómago de Rachel gruñó, y él rió, haciendo que ella se sintiera apenada.

—Iremos por algo de comer, hemos estado todo el día afuera —le dijo Alexander—. Además, necesitas cambiarte ese vestido mojado. No quiero que te resfríes.

Rachel asintió y ambos se dirigieron hacia el castillo. Ella se cambió de ropa y cuando salió nuevamente de la habitación, se encontró con un sonriente Alexander.

En el comedor, hablaban tranquilamente, mientras Evelyn y Máximo los miraban con frialdad y enojo desde el otro extremo de la sala.

El Alfa Víctor, padre de Evelyn, observaba la escena con preocupación. Sus planes no esta
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