Pasión irrefrenable

Alexander respondió al beso con igual fervor, era difícil para él detenerse cuando ella estaba tan dispuesta a entregarse sin ningún tapujo ni restricciones.

Sus manos se tocaban con desesperación y el calor del deseo comenzó a controlarlos, a dejar de ser racionales.

«Esta noche será nuestra, hay que marcarla, no me defraudes», pensó Lyall, delirante de deseo.

«Si ella me quiere, no podré detenerme más. Será esta noche y será nuestra para siempre», la adrenalina corría por sus venas de solo pensarlo.

Alexander y Rachel seguían besándose con ardor, él la deseaba demasiado. Quería que ella le dijera lo que sentía y así arriesgarlo todo en pos del amor.

Con un enorme esfuerzo, Alexander la detuvo, pero no de manera brusca ni para que se sintiera rechazada. Besó sus mejillas, luego su nariz y subió hasta su frente.

Rachel suspiró, sabiendo que él tenía dudas, pero no pensaba darse por vencida.

—Te quiero para mí, Alexander. Te deseo. Por favor, hazme tuya ahora —le rogó con un tono de
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