Noche de pasión

El resplandor de la luna comenzaba a filtrarse por las pesadas cortinas del Castillo Blackmore cuando Alexander sintió unos toques de su puerta, descubriendo a uno de sus criados.

El joven anunció que Rachel estaba despierta y el corazón de Alexander comenzó a latir desbocado al escuchar la noticia.

Sin perder un segundo, se levantó de su escritorio y se dirigió rápidamente a la habitación donde Rachel había estado recuperándose durante un par de días.

La encontró recostada en la cama, con sus ojos abiertos pero tranquilos y una paz aparente en su rostro. A medida que se acercaba, el alivio y la preocupación se mezclaban en su pecho.

Se inclinó hacia ella y depositó un dulce beso en su frente.

—Rachel, amor mío, ¿te sientes mejor? —preguntó con voz suave, y sus ojos buscaron los de ella.

Rachel desvió la mirada, un rastro de vergüenza se asomaba en su expresión.

—Soy una tonta, Alexander. ¿Cómo pude confiar en Evelyn después de todo lo que hemos pasado? —dijo, con su voz quebrándos
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