El resplandor de la luna comenzaba a filtrarse por las pesadas cortinas del Castillo Blackmore cuando Alexander sintió unos toques de su puerta, descubriendo a uno de sus criados. El joven anunció que Rachel estaba despierta y el corazón de Alexander comenzó a latir desbocado al escuchar la noticia. Sin perder un segundo, se levantó de su escritorio y se dirigió rápidamente a la habitación donde Rachel había estado recuperándose durante un par de días.La encontró recostada en la cama, con sus ojos abiertos pero tranquilos y una paz aparente en su rostro. A medida que se acercaba, el alivio y la preocupación se mezclaban en su pecho. Se inclinó hacia ella y depositó un dulce beso en su frente.—Rachel, amor mío, ¿te sientes mejor? —preguntó con voz suave, y sus ojos buscaron los de ella.Rachel desvió la mirada, un rastro de vergüenza se asomaba en su expresión.—Soy una tonta, Alexander. ¿Cómo pude confiar en Evelyn después de todo lo que hemos pasado? —dijo, con su voz quebrándos
Alexander miró a Rachel con seriedad, sus ojos brillaban con determinación. Temía romper su burbuja de felicidad, pero se había prometido a sí mismo no habría más secretos con ella.—Tengo algo que decirte —dijo, saliendo de encima de su cuerpo y rompiendo su unión, soltando un gemido por la sensibilidad.Rachel lo miró con preocupación.—Es respecto a Evelyn y Máximo... y también a Víctor y su manada —dijo Alexander con preocupación.—Esto es mi culpa... —comenzó Rachel con voz temblorosa, pero él la detuvo.—Ya sabía de la obsesión de Evelyn conmigo y no hice nada al respecto porque no te había encontrado a ti —dijo con voz firme—. No tienes por qué echarte la culpa de nada, mi amor.—Me encanta cuando me llamas así —Rachel se emocionó y lo besó con ternura—. Eres mi mayor felicidad, Alexander.—Tú eres todo para mí —susurró, besándola con devoción—. Prometo que voy a protegerte de quién sea, no dejaré que dañen nuestra felicidad por nada del mundo.Estuvieron así unos minutos, entr
Rachel despertó lentamente, parpadeando al sentir el sol filtrándose a través de las cortinas pesadas de la habitación. Escuchó que alguien susurraba su nombre, era suave y persistente, pero cuando se incorporó en la cama, se dio cuenta de que estaba sola. Miró alrededor, con el ceño fruncido en confusión.—¿Alexander? —susurró, pero el silencio fue la única respuesta.Se frotó los ojos, intentando recordar de dónde venía esa voz, y entonces lo recordó: la había escuchado antes, justo antes de probar el pastel que Evelyn le había dado la noche anterior. Su mente empezó a repasar los eventos recientes con rapidez. ¿Estaría Alexander persiguiendo a Evelyn y Máximo? ¿O estaba en otro lugar, ocupado con los problemas que se cernían sobre la manada?La punzada de extrañarlo fue inmediata y fuerte, y se llevó una mano al cuello, donde él la había marcado. Aun podía sentir la conexión con él, como una corriente subterránea de preocupación y amor que la envolvía. Quería estar a su lado, as
Rachel se mordió el labio, frustrada, pensando que quizás estaba perdiendo la cabeza."Tal vez me he sugestionado con lo de la marca", pensó, intentando convencerse. "O alguien está tratando de jugarme una mala pasada."Sacudió la cabeza con fuerza, tratando de despejarse. No quería seguir pensando en eso. Terminó de vestirse rápidamente, ajustando el cinturón de su vestido con manos temblorosas, y se dirigió al salón. Cuando finalmente salió de la habitación para encontrarse con él, cada paso que daba era firme y seguro.Al llegar, notó que la mesa estaba elegantemente puesta para una cena. La vista le arrancó una sonrisa, recordando las innumerables veces que había cenado allí, con el corazón en la garganta, consciente de la intensa presencia de Alexander.—Nunca imaginé que acabaría así... —murmuró para sí misma, mientras se acercaba a la mesa.Se sentía diferente ahora. Aquella aprensión inicial había desaparecido, reemplazada por un amor profundo y una conexión que no podría hab
—¿Elara? —murmuró Rachel, sintiendo una mezcla de alivio y confusión. La bruja era una aliada, alguien en quien ambos confiaban, pero su llegada no anunciada en un momento tan delicado era inusual, por decir lo menos.Alexander asintió lentamente, sus ojos ámbar reflejaban un rastro de intriga.—Llévala a la sala de recepción —ordenó, su voz era firme aunque tranquila—. Estaremos allí en unos minutos.El criado hizo una reverencia y salió de la habitación tan rápido como había llegado. Rachel miró a Alexander, buscando alguna explicación en su expresión, pero él solo se limitó a apretar su mano de forma tranquilizadora.—Elara debe tener una razón importante para venir sin previo aviso —dijo él, levantándose de la mesa y ayudando a Rachel a ponerse de pie—. Vamos a ver qué ocurre.Rachel asintió, tratando de calmar la creciente inquietud en su pecho. Juntos, caminaron por los pasillos de la mansión hacia la sala de recepción, donde la bruja esperaba.Elara estaba de pie junto a la ch
El claro estaba envuelto en una suave luz plateada, como si la luna misma hubiese decidido bendecir con su presencia ese momento tan crucial. Rachel, con el corazón latiendo frenéticamente en su pecho, observaba la figura etérea de la diosa Luna. Cada fibra de su ser estaba llena de expectación y temor, pero la necesidad de respuestas la impulsaba a seguir adelante, a pesar de la incertidumbre que la devoraba por dentro.—¿Por qué no puedes ayudarme? —preguntó con un nudo en la garganta, su voz temblaba con la mezcla de desesperación y esperanza—. Tiene que haber una solución para nosotros, por favor.La diosa Luna, imponente y serena, bajó la mirada hacia ella, sus ojos resplandecieron con una sabiduría antigua e insondable.—Sí, hay una solución —respondió con una calma que contrarrestaba la agitación de Rachel.Por un instante, la esperanza floreció en el pecho de Rachel como una chispa en la oscuridad.—Entonces… dame una loba —pidió, con su voz cargada de emoción, casi rogando.
Rachel tomó una profunda bocanada de aire, tratando de calmar su corazón acelerado. Comenzó a relatarle todo lo que la diosa Luna le había contado, con una voz que fluctuaba entre la incredulidad y la euforia. Le habló de su verdadera naturaleza, de cómo no era una simple humana sino la hija de un alfa poderoso y una beta. Mientras hablaba, Alexander sintió que su propio mundo se tambaleaba. Las revelaciones eran tan sorprendentes que, por un momento, casi no podía creer lo que estaba escuchando.—Yo… estaba tan preocupada porque tú habías vivido tanto tiempo y yo… solo era una humana —dijo Rachel con la voz quebrada—. Pero ahora tengo la oportunidad de despertar a mi loba. Y tú… tú debes ayudarme.Alexander la miró, su expresión pasó de la sorpresa a la determinación en pocos segundos.—¿En qué podría ayudarte? —preguntó suavemente, acariciando su mejilla con ternura.Rachel cerró los ojos por un momento, disfrutando del toque reconfortante antes de responder.—Debo entrenar como l
Mientras caminaban bajo la luz de la luna, Elara comenzó a relatar la historia de los padres de Rachel. La bruja describió cómo había conocido a los padres de Rachel años atrás, dos lobos poderosos que habían luchado valientemente contra un ataque de vampiros. Conscientes del peligro inminente, habían buscado a Elara para pedirle que colocara un hechizo protector sobre su hija, una medida desesperada para asegurarse de que, si ellos no sobrevivían, su pequeña niña fuera encontrada por alguien bueno que pudiera cuidarla.Rachel escuchaba en silencio, con los ojos llenos de lágrimas. La historia era triste, pero también sentía un inmenso orgullo por el coraje de sus padres. Sabía que, aunque no los había conocido, ellos le habían dado un regalo invaluable: la oportunidad de vivir, de luchar, de encontrar su propio camino. La mano de Alexander apretó la suya con fuerza, como si intentara transferirle todo el consuelo y el apoyo que él podía ofrecer.—Tus padres fueron valientes, Rach