El viento frío de la madrugada soplaba entre los árboles, llevando consigo un susurro de desconfianza que parecía envolver a la manada entera. Alexander caminaba a paso lento por el claro, observando a su gente mientras se preparaban para el día. Sabía que algo no estaba bien, que una tormenta se acercaba, pero lo que más le preocupaba no era el peligro externo, sino el veneno que se estaba esparciendo entre los suyos.Dentro de una cabaña cercana, Gamaliel y Thomas se encontraban reunidos, susurrando entre ellos con miradas calculadoras. El ambiente estaba cargado de conspiración, sus voces bajas resonaban con malicia.— La manada está al borde del colapso —comentó Thomas, mirando a Gamaliel con una sonrisa retorcida—. Alexander ha perdido el control, y su debilidad es evidente. Gamaliel asintió, cruzando los brazos mientras paseaba por la habitación.— La clave es sembrar dudas suficientes. Necesitamos que los jóvenes alfas, los más ambiciosos, comiencen a cuestionar su liderazgo
Alexander se quedó en la oscuridad, con sus ojos clavados en la figura de Gamaliel mientras las palabras resonaban en su mente. La traición era evidente, pero lo que más le dolía era la habilidad con la que habían tejido la red a su alrededor. Su instinto le decía que no podía confrontarlos todavía, al menos no de forma abierta. Necesitaba un plan, uno que no sólo expusiera a Gamaliel y Thomas, sino que también restaurara la confianza de la manada en él.Retrocedió en silencio por el pasillo que daba a las cabañas principales, sintiendo el peso de cada paso. Al llegar a la puerta de su cabaña, la abrió con cuidado. Rachel lo esperaba, sentada cerca del fuego, con las piernas cruzadas y una expresión pensativa en su rostro. Estaba agotada después de la batalla, pero la duda seguía latiendo en su mente.— ¿Está todo bien? —preguntó, alzando la mirada cuando lo vio entrar.Alexander cerró la puerta tras él y dejó escapar un suspiro. Su mirada se suavizó al ver a Rachel, pero no podía o
Rachel bajó la vista, reflexionando sobre sus palabras. Sentía la gravedad del momento, el peso de la responsabilidad que ambos compartían. Después de todo, su liderazgo no solo dependía de la fuerza de Alexander, sino también de la confianza de la manada. Y esa confianza, ya debilitada, pendía de un hilo.— Entonces, ¿qué vamos a hacer? —preguntó finalmente.Alexander miró las llamas del fuego que ardía en la chimenea, su mirada fija como si estuviera viendo mucho más allá de las llamas.— Voy a enfrentarlos, pero en el momento adecuado. Cuando toda la manada esté presente, cuando no puedan ocultar su traición —dijo decidido, con una determinación férrea en su mirada—. Y lo haré de una manera en la que no quede duda alguna sobre su culpabilidad.Rachel se acercó, apoyando su mano en su hombro, buscando darle fuerzas.— Confío en ti, Alexander. Sabes lo que haces —mordió su labio con aprensión—. Solo... ten cuidado.**A la mañana siguiente, mientras el sol se levantaba sobre los den
Más tarde ese día, en la plaza central de la manada, Alexander reunió a todos los betas y lobos de confianza. Frente a ellos, Gamaliel y Thomas estaban arrodillados, con las manos atadas a la espalda.El aire estaba cargado de expectación; todos sabían que el momento de justicia había llegado.Alexander se colocó frente a ellos, con la mirada gélida.—Estos dos lobos —comenzó, su voz resonando entre los presentes—, han intentado destruir la manada desde dentro. Han conspirado, manipulado y engañado a sus propios hermanos por pura ambición.Gamaliel levantó la cabeza, su semblante endurecido.—Hice lo que creía correcto para la manada —gruñó—. Alexander, no puedes negar que tus decisiones han sido erráticas. Has mostrado debilidad. Alguien tenía que hacer algo.— ¿Debilidad? —respondió Alexander con frialdad—. Lo único que has mostrado es tu sed de poder. Has puesto en riesgo la vida de todos por tu propio beneficio.— ¡Nos estás llevando a la ruina! —espetó Thomas, intentando liberars
El corazón de Rachel dio un enorme vuelco, al darse cuenta de la peligrosa situación en la que estaba envuelta.Había entrado en esa habitación sin siquiera imaginar lo que le esperaba.La enorme mano de Alexander estaba puesta sobre su boca, luego de que la sorpresa inicial la hiciera soltar un grito que rompió la quietud de la fría noche.—Shhhh, tranquila —susurró el hombre en su oído, haciéndola sentir miles de escalofríos por todo su cuerpo.Nunca antes habían estado tan juntos, y las sensaciones que esta cercanía les provocaba, hacía que uno de ellos siguiera adelante firme en sus planes, aunque estos fueran una completa locura.Rachel sentía que su piel se quemaba con su contacto, el corazón le latía alocado y tenía la garganta seca.Se removió inquieta y él le hizo una seña de que la iba a soltar.—¿Qué quiere de mí? —dijo un poco más calmada, dando un paso atrás—. Eso que dijo antes…Alexander soltó un suspiro, sabiendo que sería difícil que ella entendiera.—Lo que escuchast
Una semana antes…El aire nocturno había estado lleno de tensión y peligro, cuando el Alfa Alexander detectó un olor inusual en el viento. Su aguda percepción le indicó que se trataba de un cazador, pero había algo más en el aroma, algo que despertó una emoción indescriptible en su ser. El perfume era delicioso, exquisito, pero a la vez lejano y apenas perceptible. ¿Podría ser su Mate?«Tiene que ser ella, su olor es único» afirmó su lobo, Lyall.«Estamos demasiado lejos, quizás estás confundido» dudó Alexander.«Hey, no digas eso, yo soy el del super olfato aquí» espetó Lyall ofendido, cerrando la conexión.Alexander suspiró.Por muchos años fue un ser atormentado por su soledad y el vacío que sentía en su corazón sin su pareja a su lado. Había liderado con sabiduría y justicia a su manada, pero a pesar de todo su poder y riqueza y ser un Duque respetado por los humanos, no podía ignorar la falta que le hacía su compañera destinada. —¡He detectado a cazadores! —advirtió a su mana
La quietud del castillo Blackmore se quebró cuando Alexander, impulsado por aquel olor irresistible y a su deseo de dar con su paradero, decidió salir después de dos largos años de reclusión. La noticia se extendió como la pólvora entre los criados, quienes quedaron atónitos ante la inesperada decisión. —¿Escucharon eso? El Duque va a salir hoy —dijo uno de ellos con asombro.—¿Salir? No lo hace desde hace años. ¿Qué ha cambiado? —respondió otro, con los ojos entrecerrados en incredulidad.—Según los rumores, algo sucedió aquella noche, en la lucha contra los cazadores —dijo uno con seguridad, asegurando que era de buena fuente.—¿Los cazadores? ¿Qué tienen que ver? —¿Su compañera es una cazadora? —Eso sería complicado.—Quizás buscan hacer una alianza.—Eso jamás sería posible —atajó otro de ellos.Tantas cosas se decían, que nadie sabía con certeza la verdadera razón de su cambio, pero estaban atentos a cada uno de sus movimientos.«¿Listo para averiguar a dónde lleva ese exquis
La presencia de Alexander era imponente y los ojos de todos estaban volcados hacia él, aún sin saber de su increíble naturaleza más allá de un título de nobleza.Un joven aprendiz llegó en ese momento, cargando varias cajas y ajeno al intercambio de la pareja, quienes dejaron de hablar de manera abrupta.—Señorita Rachel, aquí está el encargo que me pidió… —alzó la cabeza luego de dejar la mercancía en el suelo, y sus ojos se abrieron en toda su extensión—. Ohhh, santos demonios del infierno.—Jack, cuida tu boca —intervino Rachel."Sin duda su presencia es un acontecimiento histórico, pero de ahí a que me sienta de esta manera…"—Es el Duque… el… —balbuceaba nervioso el muchacho, sin saber muy bien cómo proceder—. ¿Estoy en un sueño? Porque no recuerdo haberme quedado dormido…—Duque Alexander de Blackmore —se adelantó el hombre, divertido por la actitud del joven—. Muchacho, te me haces algo familiar…«Es aquel chicuelo que salvamos en el bosque, ¿no?» intervino Lyall.«Claro, cómo