Dejar las cosas claras en público
Rachel permanecía inmóvil, con el corazón acelerado mientras él le hablaba con voz suave, intentando calmarla.

—No te preocupes, Rachel. No fallaste —susurró, acariciando su rostro con ternura—. Muchos novatos no logran transformarse en sus primeras oportunidades. Para eso están las prácticas. —Hizo una pausa, su tono cambiando a uno más duro—. Pero esos que están ahí no son novatos. Deberías haberme esperado, yo te habría guiado.

Rachel lo miró, con un nudo en la garganta, pero antes de que pudiera responder, Alexander suspiró y añadió con determinación:

—Ya tendrás tu oportunidad para demostrarles a todos que eres una loba fuerte, amor —acarició su rostro con ternura—. No te preocupes.

Entonces, sin previo aviso, se inclinó hacia ella, tomando su rostro entre sus manos, y la besó con intensidad.

El calor del beso hizo que Rachel olvidara por un momento la humillación que había sentido, pero pronto se dio cuenta de que todos los presentes estaban observando. Algunos bajaban
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