El viento gélido soplaba sobre las tierras del Alfa Morgan, trayendo consigo la sensación de una inminente tormenta. La tierra que había ofrecido como refugio a Evelyn y Máximo se extendía como una fortaleza natural, rodeada de colinas escarpadas y frondosos bosques que parecían impenetrables. Morgan, un Alfa conocido por su frialdad y pragmatismo, se mantenía al margen de las disputas de las manadas vecinas, pero esta vez había roto su política habitual. Por petición de Víctor, su viejo amigo, había aceptado ocultar a su hija y a Máximo en su territorio, impidiendo el acceso a cualquier intruso, incluidos los hombres de Alexander.Evelyn se asomaba por la pequeña ventana de la cabaña que les habían asignado. La vista era opresiva: una interminable extensión de árboles, montañas que parecían tocar el cielo y un silencio sofocante que solo amplificaba su nerviosismo. No había tregua para su mente; la culpa y el miedo se mezclaban con la adrenalina de la huida.—¿Estaremos seguros aqu
Rachel se encontraba de pie en el centro del claro, con el viento acariciando su rostro y el sol filtrándose entre las hojas de los árboles que rodeaban el lugar. Su corazón latía con fuerza, casi en un frenesí, mientras observaba el área destinada para su primera transformación. Era un día crucial, uno que marcaría su lugar en la manada. A su alrededor, los lobos ya transformados la miraban con atención, algunos expectantes, otros con miradas furtivas cargadas de envidia. Rachel podía sentir el peso de las miradas, la presión de la expectativa, pero más allá de todo, la necesidad de probarse a sí misma.Alexander se encontraba a su lado, su presencia era sólida y reconfortante. Había estado apoyándola desde el comienzo, ayudándola con sus entrenamientos, pero ambos sabían que este era un desafío que Rachel debía enfrentar sola. Con una sonrisa suave y una mirada llena de orgullo, Alexander le tomó la mano por un breve momento.—Confía en Zahira —susurró—. Ella siempre ha estado co
En un rincón oscuro y apartado de la fortaleza, se gestaba una conspiración. Gamaliel, aún furioso por el respeto que la loba había ganado entre los suyos, no pensaba quedarse de brazos cruzados. Esa victoria era un golpe a su orgullo y una amenaza directa a sus ambiciones. Convocó a los disidentes del consejo en una sala subterránea, lejos del bullicio de la celebración. Las paredes de piedra eran gruesas y frías, absorbiendo cada murmullo que escapaba de los labios conspiradores. El aire estaba cargado de tensión, y los rostros de los presentes, iluminados por la tenue luz de las antorchas, reflejaban tanto inquietud como resentimiento. Gamaliel, con su semblante endurecido por la amargura, se levantó de su asiento y dejó que su mirada recorriera la sala. Thomas, a su derecha, estaba igual de furioso. La envidia y el rencor habían dejado una huella en su rostro, haciéndolo parecer aún más peligroso. —No podemos permitir que esto continúe —comenzó Gamaliel, con voz firme—. Ra
El viento soplaba frío sobre los vastos campos donde Alexander entrenaba a Rachel. Las primeras luces del amanecer apenas comenzaban a teñir el cielo de tonos púrpura, pero la tensión que se respiraba en la manada ya era palpable. Cada mirada lanzada a Alexander era un recordatorio de lo frágil que era su posición, y peor aún, de cómo se estaba erosionando su autoridad. Él lo sentía con cada paso que daba, cada murmullo que oía cuando pasaba entre los suyos. Sabía que las fuerzas enemigas no sólo eran externas; estaban dentro de su propia casa.Rachel, por otro lado, se esforzaba por seguir el ritmo de Alexander mientras él la guiaba a través de una serie de movimientos diseñados para mejorar su agilidad y fuerza. Los músculos de sus piernas temblaban por el esfuerzo, su respiración era entrecortada, pero lo que más le dolía era la duda que la asfixiaba desde dentro.— No sé si estoy hecha para esto, Alexander —dijo, con una voz quebrada por el agotamiento y la frustración, mientras
El viento frío de la madrugada soplaba entre los árboles, llevando consigo un susurro de desconfianza que parecía envolver a la manada entera. Alexander caminaba a paso lento por el claro, observando a su gente mientras se preparaban para el día. Sabía que algo no estaba bien, que una tormenta se acercaba, pero lo que más le preocupaba no era el peligro externo, sino el veneno que se estaba esparciendo entre los suyos.Dentro de una cabaña cercana, Gamaliel y Thomas se encontraban reunidos, susurrando entre ellos con miradas calculadoras. El ambiente estaba cargado de conspiración, sus voces bajas resonaban con malicia.— La manada está al borde del colapso —comentó Thomas, mirando a Gamaliel con una sonrisa retorcida—. Alexander ha perdido el control, y su debilidad es evidente. Gamaliel asintió, cruzando los brazos mientras paseaba por la habitación.— La clave es sembrar dudas suficientes. Necesitamos que los jóvenes alfas, los más ambiciosos, comiencen a cuestionar su liderazgo
El corazón de Rachel dio un enorme vuelco, al darse cuenta de la peligrosa situación en la que estaba envuelta.Había entrado en esa habitación sin siquiera imaginar lo que le esperaba.La enorme mano de Alexander estaba puesta sobre su boca, luego de que la sorpresa inicial la hiciera soltar un grito que rompió la quietud de la fría noche.—Shhhh, tranquila —susurró el hombre en su oído, haciéndola sentir miles de escalofríos por todo su cuerpo.Nunca antes habían estado tan juntos, y las sensaciones que esta cercanía les provocaba, hacía que uno de ellos siguiera adelante firme en sus planes, aunque estos fueran una completa locura.Rachel sentía que su piel se quemaba con su contacto, el corazón le latía alocado y tenía la garganta seca.Se removió inquieta y él le hizo una seña de que la iba a soltar.—¿Qué quiere de mí? —dijo un poco más calmada, dando un paso atrás—. Eso que dijo antes…Alexander soltó un suspiro, sabiendo que sería difícil que ella entendiera.—Lo que escuchast
Una semana antes…El aire nocturno había estado lleno de tensión y peligro, cuando el Alfa Alexander detectó un olor inusual en el viento. Su aguda percepción le indicó que se trataba de un cazador, pero había algo más en el aroma, algo que despertó una emoción indescriptible en su ser. El perfume era delicioso, exquisito, pero a la vez lejano y apenas perceptible. ¿Podría ser su Mate?«Tiene que ser ella, su olor es único» afirmó su lobo, Lyall.«Estamos demasiado lejos, quizás estás confundido» dudó Alexander.«Hey, no digas eso, yo soy el del super olfato aquí» espetó Lyall ofendido, cerrando la conexión.Alexander suspiró.Por muchos años fue un ser atormentado por su soledad y el vacío que sentía en su corazón sin su pareja a su lado. Había liderado con sabiduría y justicia a su manada, pero a pesar de todo su poder y riqueza y ser un Duque respetado por los humanos, no podía ignorar la falta que le hacía su compañera destinada. —¡He detectado a cazadores! —advirtió a su mana
La quietud del castillo Blackmore se quebró cuando Alexander, impulsado por aquel olor irresistible y a su deseo de dar con su paradero, decidió salir después de dos largos años de reclusión. La noticia se extendió como la pólvora entre los criados, quienes quedaron atónitos ante la inesperada decisión. —¿Escucharon eso? El Duque va a salir hoy —dijo uno de ellos con asombro.—¿Salir? No lo hace desde hace años. ¿Qué ha cambiado? —respondió otro, con los ojos entrecerrados en incredulidad.—Según los rumores, algo sucedió aquella noche, en la lucha contra los cazadores —dijo uno con seguridad, asegurando que era de buena fuente.—¿Los cazadores? ¿Qué tienen que ver? —¿Su compañera es una cazadora? —Eso sería complicado.—Quizás buscan hacer una alianza.—Eso jamás sería posible —atajó otro de ellos.Tantas cosas se decían, que nadie sabía con certeza la verdadera razón de su cambio, pero estaban atentos a cada uno de sus movimientos.«¿Listo para averiguar a dónde lleva ese exquis