La esencia del destino

Una semana antes…

El aire nocturno había estado lleno de tensión y peligro, cuando el Alfa Alexander detectó un olor inusual en el viento. 

Su aguda percepción le indicó que se trataba de un cazador, pero había algo más en el aroma, algo que despertó una emoción indescriptible en su ser. 

El perfume era delicioso, exquisito, pero a la vez lejano y apenas perceptible. ¿Podría ser su Mate?

«Tiene que ser ella, su olor es único» afirmó su lobo, Lyall.

«Estamos demasiado lejos, quizás estás confundido» dudó Alexander.

«Hey, no digas eso, yo soy el del super olfato aquí» espetó Lyall ofendido, cerrando la conexión.

Alexander suspiró.

Por muchos años fue un ser atormentado por su soledad y el vacío que sentía en su corazón sin su pareja a su lado. 

Había liderado con sabiduría y justicia a su manada, pero a pesar de todo su poder y riqueza y ser un Duque respetado por los humanos, no podía ignorar la falta que le hacía su compañera destinada. 

—¡He detectado a cazadores! —advirtió a su manada.

Intrigado y guiado por su instinto, el Alfa convocó a sus hombres y se adentraron en el bosque hacia la fuente de aquel inconfundible olor.

El Beta Thomas era un lobo astuto y ambicioso, comenzaba a mostrar signos de descontento con el liderazgo de su Alfa.

Por supuesto, intentaba ocultar sus pensamientos de Alexander, pero en su corazón continuaba ansiando ser el líder, incluso pensaba en desafiarlo.

En ese momento se quedó paralizado al ver el gran número de cazadores que salían a su encuentro, más de lo que habían calculado minutos atrás. 

«Mierda, son demasiados» Lyall estaba más alerta que nunca.

«Podremos con ellos, ya verás» animó Alexander.

«Ella está aquí» le advirtió, sintiendo aquel olor acrecentarse.

De alguno de esos cazadores provenía aquel exquisito olor de su Mate.

«No puede ser ella, todos son cazadores hombres» dijo Alexander, haciendo que Lyall frunciera el ceño.

«Es imposible, juro que es su olor» gruñó de manera obstinada, seguro de sus instintos.

«Debe haber una explicación para eso, vamos a investigar» dijo Alexander tratando de seguir en la lucha.

Thomas apenas se había recuperado de su asombro. Alexander, al verlo de esa manera, lo increpó con fiereza.

—¿Eres parte de esta manada o no? —sus palabras lo irritaron, pero decidió adelantarse y así posicionarse al lado derecho de su líder, como debía ser.

El Beta no dudó en luchar junto a su Alfa y compañeros de manada, demostrando su ferocidad y habilidades innatas. 

Las órdenes del Alfa eran rápidas y certeras, cada uno con su misión asignada comenzaron a avanzar y tener éxitos en su defensa.

—¡Eso es, Beta! —alabó el Alfa cuando logró herir a dos de los cazadores.

—¡Me las pagarás! —Gruñó el cazador líder, atacando con ansias, pero sin lograr alcanzar su objetivo.

Alexander comenzó a moverse con destreza frente a su enemigo, quien, cegado por la ira, no medía bien sus ataques y rápidamente fue neutralizado.

Al final de la feroz batalla, la manada Luna Creciente emergió victoriosa. Aunque la amenaza externa había sido neutralizada, el peligro interno seguía latente. 

Thomas contempló a su Alfa, asombrado por su valentía, y una chispa de respeto nació en su interior. 

Con la luna descendiendo en el horizonte, la pelea terminada y la victoria asegurada, Alexander y su manada se retiraron del campo de batalla y regresaron al castillo.

—¡Excelente trabajo! Pero aún no estamos a salvo. Necesitamos permanecer alertas —instruyó mientras entraban a Blackmore.

Pensativo y lleno de determinación confrontó al Beta, dejando salir su aura de Alfa para obligarlo a decir la verdad.

—Beta Thomas, tus acciones recientes me preocupan. Tu lealtad debe estar conmigo y con la manada —dijo con una mirada firme.

Avergonzado pero sin perder su ambición, Thomas trató de justificar sus acciones, aunque el peso del poder Alfa hacía que todo su cuerpo se doblegara a decir la verdad.

—Alfa, tu concentración se vio comprometida en un ataque letal —respondió con voz vacilante—. Sin embargo, también vi tu destreza y fortaleza, así que prometo mantener mi lealtad hacia ti y la manada.

Con una mirada llena de ferocidad y confianza, Alexander estableció límites claros y recordó a todos los presentes la importancia de mantener la unidad.

Mientras la manada absorbía las palabras de su Alfa, el aroma de su Mate todavía flotaba en el aire, recordando que el destino de cada lobo estaba conectado, incluido el del Beta Thomas.

Alexander sabía que esa ambición era algo a lo que debía prestar atención, pero también comprendía que debía encontrar a su verdadera alma destinada.

Esa era la clave de la unidad en su manada.

Que su esencia haya estado presente entre los cazadores que enfrentaron lo llenaba de dudas y confusión, pero no iba a detenerse hasta entender la razón.

"Debo encontrarla como sea", pensó Alexander, siendo seguido por su manada de cerca.

«Bien dicho, finalmente estamos de acuerdo en algo» alabó Lyall a través del enlace.

Así, con determinación en su mirada, se preparó para enfrentar los desafíos que se avecinaban, tanto dentro como fuera de sus fronteras, sin perder de vista su objetivo de encontrar el amor que le había sido negado por tanto tiempo.

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