La presencia de Alexander era imponente y los ojos de todos estaban volcados hacia él, aún sin saber de su increíble naturaleza más allá de un título de nobleza.
Un joven aprendiz llegó en ese momento, cargando varias cajas y ajeno al intercambio de la pareja, quienes dejaron de hablar de manera abrupta. —Señorita Rachel, aquí está el encargo que me pidió… —alzó la cabeza luego de dejar la mercancía en el suelo, y sus ojos se abrieron en toda su extensión—. Ohhh, santos demonios del infierno. —Jack, cuida tu boca —intervino Rachel. "Sin duda su presencia es un acontecimiento histórico, pero de ahí a que me sienta de esta manera…" —Es el Duque… el… —balbuceaba nervioso el muchacho, sin saber muy bien cómo proceder—. ¿Estoy en un sueño? Porque no recuerdo haberme quedado dormido… —Duque Alexander de Blackmore —se adelantó el hombre, divertido por la actitud del joven—. Muchacho, te me haces algo familiar… «Es aquel chicuelo que salvamos en el bosque, ¿no?» intervino Lyall. «Claro, cómo olvidar su rostro espantado y pálido» dijo Alexander a su lobo, divertido. —U-una vez —dijo Jack nervioso, haciendo reverencias de manera exagerada—. Hacía una entrega, pero fue hace mucho tiempo. «Es un jovencito astuto, no dice nada de lo que realmente pasó» «Juró guardar el secreto» —Bueno, tenía mucho tiempo sin salir del castillo —respondió Alexander—. Hoy decidí hacerlo… y vaya que fue la mejor idea. Miró a la chica y esta no pudo evitar sonrojarse de nuevo, sintiendo que sus piernas temblaban cuando la mirada penetrante de Alexander se apoderaba de la suya. “¿Qué está ocurriendo? Esto no es normal,” pensó, algo asustada. «Debemos marcarla cuanto antes» dijo Lyall por el enlace. «¡¿Estás loco?! Te recuerdo que es humana, su conocimiento sobre nuestro mundo está basado en cuentos de hadas…» «Ella también puede sentir la conexión, sólo mírala» dijo su lobo, casi fuera de sí. «Manda al chico afuera y márcala, es lo que ella quiere» «Calla, no podemos actuar de esa manera sin que salga corriendo despavorida» dijo Alexander, reluctante. «¿Por qué no me dejas estar con mi Mate? ¡Es mi Mate!» Lyall de pronto parecía un niño enfurruñado en un rincón. «Eres imposible» espetó Alexander, cerrando la conexión e ignorando a su lobo. Él también podía sentir una atracción casi desquiciante por aquella criatura de ojos azules y cabellos dorados, pero sentía que su lobo ganaba cada vez más fuerza en su contra y sabía que eso sería contraproducente. Decidió irse de allí muy a su pesar, mientras Lyall refunfuñaba en alguna parte de su cabeza. «Te odio» dijo con tono resentido cuando el duque subió al carruaje. «No lloriquees, tengo un plan» le aseguró Alexander. … —¿Un encargo del castillo de Blackmore? —Rachel miraba incrédula la carta que el hombre le había dado. —Por supuesto será muy bien remunerado, señorita Bennet —le hizo una reverencia formal. “¿Esto qué significa? No puede ser coincidencia,” la joven mordía sus labios, indecisa. —Le daré tiempo para pensar si lo desea, pero el Duque… —el hombre fue interrumpido bruscamente. —Bien, pase en la tarde por mi respuesta —sonrió débilmente, despidiendo al mensajero. Había sentido su corazón dar un vuelco al oír nuevamente de Alexander. El rumor corrió rápidamente por todo el pueblo y muchos comenzaron a decirle que era una suertuda, porque casi nadie tenía la oportunidad de ser invitada al castillo del duque. Así que, azuzada por las palabras de todos, decidió aceptar la propuesta. Sentía su estómago revuelto mientras iba en el carruaje, mirando atenta el amplio bosque y luego las enormes puertas del castillo. —Esto es… impresionante —no pudo evitar decir, ante tan majestuosa vista. «Oh por Dios, ¡ya está aquí!» Lyall daba brincos y estaba más agitado que nunca. El Duque Alexander observaba a la humana con una imperceptible sonrisa, aunque su lobo se daba cuenta de su verdadero sentir. «La extrañaste, no puedes negarlo, no a mí» «¿Sabes? A veces quisiera mi propio espacio» refunfuñó Alexander, incapaz de refutar sus palabras. «Admite que soy yo el que le da más diversión a tu vida» dijo Lyall, divertido. «Calla, aquí viene» dijo Alexander, volcando su atención en la chica delante de él. “No esperaba verlo, aunque quizás sí lo quería…” Rachel interrumpió sus pensamientos al ver el rumbo que tomaban. —A-Alteza… —hizo una reverencia, sintiendo su corazón palpitar alocado. —Hola, Rachel —saludó Alexander, complacido por su actitud—. Me alegro que hayas decidido aceptar la encomienda. —Pues es una enorme paga… —murmuró distraída, aclarando rápidamente con el rostro sumamente rojo—, es… realmente un honor para mí estar aquí. Alexander sonrió y ella retuvo el aliento, reprochándose a sí misma su torpe actuar. Lyall ronroneaba en su mente y enroscaba la cola con deleite, al ver el magnífico espectáculo que era Rachel sonrojada y con ojos brillantes. «Por la diosa Luna, no puede ser más perfecta» chillaba emocionado. «La quiero, la necesitamos, Alexander» «Lo sé» se limitó a responder este, sintiéndose igual. La chica fue conducida al enorme jardín, donde tendría un enorme trabajo por delante al darse cuenta de las inmediaciones del lugar. Amaba su trabajo y las flores, pero no sabía qué llenaba más de emoción su pecho, si darle vida a ese espacio o el tener nuevamente cerca a aquel guapísimo noble.El trabajo se hizo más complicado y la estadía de Rachel tuvo que extenderse tres días más, tiempo en que Alexander y Lyall la contemplaban trabajar en el jardín. «No es casualidad que sea florista, es perfecta en todos los sentidos. Hermosa e inteligente, única» hablaba Lyall con deleite, sintiendo la conexión aún más fuerte.Necesitaba dar el siguiente paso, pero Alexander sentía que eso sería un error.«Es excelente en su trabajo sin dudas, pero pronto terminará su trabajo y tendrá que irse» «Invítala a quedarse a vivir aquí» saltó Lyall con una sonrisa. «¡Es una idea tan genial...!»«Es una pésima idea» terció Alexander.«Tú tampoco vas a aguantar tenerla lejos luego de lo que ha pasado» reprochó su lobo de mal humor. Alexander suspiró, porque sabía que tenía razón. En ese tiempo que Rachel había estado ahí, se habían encontrado varias veces y en todas sintió una terrible necesidad de besarla, de abrazarla y marcarla como suya.Sentía que su instinto animal tomaba cada vez más
Como había previsto, Lucas no había dejado de buscarla como un loco por todos lados. Recorrió cada rincón, interrogando a todas las personas que creían haberla visto, pero nadie parecía saber nada de su paradero.“Es imposible que se la haya tragado la tierra, alguien debe tenerla”, pensó con preocupación.La noche en que desapareció, fue el inicio de una batalla que no se detendría hasta que estuvieran nuevamente juntos. Lo había jurado con ira, teniendo sospechas de dónde podría estar.Por otro lado, la determinación de Rachel se fortalecía con cada día que pasaba en ese castillo. Comenzó a observar todo el lugar y a sus habitantes, aprendiendo sus rutinas y debilidades. Planeaba cada movimiento con cautela, buscando el momento perfecto para escapar.Recordaba con estremecimiento lo que había sentido cuando él había entrado en la habitación, al enterarse de su negativa a recibir alimentos.—¿Por qué no has probado tu comida? —los ojos de Alexander brillaban con una preocupación qu
Rachel sentía que la boca de Alexander quemaba, pero que su respiración era aún peor; como si estuviera envuelta en llamas.Si antes su corazón estaba acelerado, ahora estaba a punto de abandonar su caja torácica.«¡He muerto y llegado al cielo con la diosa Selene!» exclamó Lyall con entusiasmo.Alexander ni siquiera le respondió, las sensaciones que estaba experimentando eran exquisitas y fuera de ese mundo, como si estuviera viajando muy lejos de su cuerpo.Anhelaba sentir más y más de lo que los labios y la piel de su pareja destinada podía ofrecerle.—¡Señor! ¿Está todo bien? —una voz a sus espaldas hizo gruñir a su lobo y también a Alexander, que se apartó de la boca de Rachel muy a su pesar.«Este… hijo de su madre no tiene vida? ¿No duerme? ¡Voy a matarlo!» rugió Lyall poseso de una ira burbujeante.«Por primera vez estoy de acuerdo contigo, maldición» rugió Alexander también.Su actitud hizo a Rachel despertar de su letargo, viendo con ojos muy abiertos el rostro del Duque, en
El chico se removió algo incómodo, al ver la mirada penetrante de Rachel.—Pues verás… soy un invitado especial aquí —alzó la barbilla, orgulloso—. Vine a hacerte compañía.—¿A mí? —ella frunció el ceño—. ¿El duque te mandó llamar? ¿Sabías que estaba aquí? A pesar de la curiosidad y agitación que la embargaban, temía ser escuchada por Alexander, así que tomó la mano de Jack y lo arrastró con ella a donde no pudieran encontrarlos por el momento.—Auch, calma —Jack sobó su brazo, haciendo una mueca—. El duque es un hombre bueno, Rachel. Deberías entenderlo…—¿Sabías que estaba aquí secuestrada? —su voz salió más chillona de lo normal, a causa de la sorpresa—. ¡Jack, esto es un delito! Sentía como una especie de traición de parte de aquel aprendiz que conocía desde hacía bastante tiempo. Le parecía inverosímil que ese chico estuviera de acuerdo con esa locura, aún sabiendo que estaba privada de su libertad y tenía a su novio Lucas.Jack miró el suelo, intentando encontrar las palabras
El ambiente se sentía inusualmente pesado, Rachel podía intuir que era una de esas noches extrañas donde el castillo parecía estar poseído.Miró a Alexander con disimulo, notando la evidente tensión en su cuerpo, aunque este trataba de ocultarlo con todas sus fuerzas.—Creo que debería ver lo que ocurre allá afuera —habló él luego de unos segundos, haciendo ademán de levantarse—. No tardaré, volveré a tiempo para…—¿Es algo malo? Parecen ser animales en el bosque —lo interrumpió Rachel, sintiendo de pronto que su pecho se oprimía—. Puede ser peligroso…Se detuvo de pronto, porque no quería sonar preocupada y menos por él, pero lo cierto era que no le gustaba la idea de que Alexander se acercara a bestias salvajes.—Estamos preparados para este tipo de situaciones —dijo él con tono impasible, ocultando su alegría al notar la preocupación de Rachel—. Pueden continuar cenando. Si me disculpan…Sin más preámbulo salió del lugar, seguido por la mirada de Rachel, quien tragó saliva cuando e
—Alteza… —musitó Rachel, intentando alejarse de esa enorme mano que le quemaba la piel.Un gruñido salió de la garganta del hombre, intensificando sus sensaciones.—No seas tan formal conmigo, Rachel —su tono de voz le pareció más grave—. Trátame como a tu igual, como a un hombre…—No puedo hacer eso —se negó ella de manera obstinada, sintiendo que era una barrera que no podía traspasar—. Si ya se siente mejor, lo mejor es que…—Ven, siéntela —tomó la temblorosa mano de la chica, que soltó un jadeo al sentir que la herida estaba casi cerrada—. Te dije que no iba a necesitar sutura.—Es imposible… —Rachel frunció el ceño y se olvidó momentáneamente que la mano de Alexander todavía sostenía la suya—. Yo la vi y parecía muy abierta.Tarde se dio cuenta del movimiento que hizo el duque, haciendo que su grácil cuerpo cayera sobre él, sintiendo choques eléctricos recorrerla al sentir su caliente respiración.—Tiene fiebre… —susurró ella, aunque incapaz de apartarse.—No, tengo ganas de ti —
El castillo de Blackmore estaba sumido en una agitación sin precedentes.Los pasos de Rachel eran rápidos y torpes, pero no se atrevió a mirar atrás. Su corazón desbocado retumbaba en sus oídos, y las palabras que había escuchado momentos antes no dejaban de rondar su mente.“Mate… he visto esa palabra antes. ¿Dónde? Sé que significa algo…”Su respiración dolía con cada bocanada de aire. No sabía a dónde estaba corriendo, pero en medio de la confusión en el castillo y la oscuridad de la noche, el rumbo era lo de menos.“¿Cómo pude dejarme llevar de esa forma? Nunca me había pasado antes, la cordura parece abandonarme con cada minuto que permanezco en este lugar. Tengo que salir, tengo que escapar de aquí.”Tumultos y estruendos comenzaron a escucharse en el bosque, y Rachel se preguntó por una fracción de segundo qué ocurría. Parecía una noche muy agitada en todos los sentidos.Un aullido agudo y tormentoso resonó en el aire, helándole la sangre. Era un sonido lastimero que encogió su
Lyall estaba devastado, su cuerpo temblaba de dolor y no podía evitar aullar de manera estruendosa y dolorosa por la pérdida de su Mate.Por su parte, Alexander sentía el peso de la culpa aplastar su pecho. Se dijo que ella había huido abrumada por las sensaciones que había experimentado con él en aquella habitación.“No debí presionarla de esa manera, acorralarla así solo fue contraproducente,” pensó con rabia de sí mismo.Al momento de saber de su desaparición, había perdido el control y ahora Lyall, su forma lobuna, merodeaba los alrededores del castillo.Su estado de agitación casi rozaba la crisis.«Hay que encontrarla, tenemos que ir tras ella» pensó Lyall, comenzando a correr. Pero Alexander lo detuvo.«Los cazadores… han penetrado el castillo. Si ellos la encuentran, podrán usarla para destruirnos.»«¡Lo estaremos si no está a nuestro lado!» protestó Lyall con voz rota, su corazón dolía con cada latido. «No puedo perderla, no dejes que eso pase.»«No lo haré, vamos a buscarla»