Alexander respondió al beso con igual fervor, era difícil para él detenerse cuando ella estaba tan dispuesta a entregarse sin ningún tapujo ni restricciones.Sus manos se tocaban con desesperación y el calor del deseo comenzó a controlarlos, a dejar de ser racionales.«Esta noche será nuestra, hay que marcarla, no me defraudes», pensó Lyall, delirante de deseo.«Si ella me quiere, no podré detenerme más. Será esta noche y será nuestra para siempre», la adrenalina corría por sus venas de solo pensarlo.Alexander y Rachel seguían besándose con ardor, él la deseaba demasiado. Quería que ella le dijera lo que sentía y así arriesgarlo todo en pos del amor. Con un enorme esfuerzo, Alexander la detuvo, pero no de manera brusca ni para que se sintiera rechazada. Besó sus mejillas, luego su nariz y subió hasta su frente. Rachel suspiró, sabiendo que él tenía dudas, pero no pensaba darse por vencida.—Te quiero para mí, Alexander. Te deseo. Por favor, hazme tuya ahora —le rogó con un tono de
—¿Puedo tocarlo? —susurró de manera inocente y Alexander sintió que tendría un orgasmo en ese instante.—Si quieres… —respondió, mojando sus labios, nervioso.Rachel sonrió y asintió, un rubor cubría sus mejillas. Comenzó a acariciar con un dedo y fue agregando otro, yendo de arriba a abajo con movimientos suaves y lentos, algo curiosos y tímidos.—Así… vas muy bien —murmuró él con voz ronca, rota por la excitación.Cada caricia era un estímulo eléctrico que recorría todo el cuerpo de Alexander, llevándolo al borde de la locura. Ella rodeó el falo por completo con toda la mano y Alexander gruñó de placer, conteniéndose un poco más para seguir disfrutando de sus caricias tímidas.—¿Puedo… probarlo? —dijo Rachel titubeante, sintiendo sus mejillas arder.Alexander se sorprendió de su petición y casi pierde el aliento al ver la determinación en su mirada de darle sex’o oral. —Solo si quieres… —apenas podía hablar por la excitación del momento—. Oye, no tienes que…—Sí quiero —respondió
Alexander tenía el cabello revuelto y una expresión de satisfacción plena en su rostro. Rachel, con su cabellera desordenada y un brillo en los ojos, se acurrucó más cerca de él, bostezando suavemente, visiblemente somnolienta.—¿Cómo está tu entrepierna? —preguntó Alexander con tono de preocupación, sus dedos acariciaban suavemente la espalda de Rachel.Ella se sonrojó ante la pregunta, pero sonrió con ternura.—Estoy bien, Alexander. No te preocupes —respondió, sus labios se curvaron en una sonrisa mientras su mano acariciaba el pecho del duque—. No soy tan débil como piensas.Él la miró a los ojos y su expresión se suavizó.—Nunca te consideré débil, Rachel —dijo con voz baja y llena de sinceridad.Rachel, conmovida, se incorporó ligeramente para darle un suave beso en los labios. El ambiente entre ellos era perfecto, casi palpable; el amor que sentían el uno por el otro parecía llenar cada rincón de la habitación.Sentía una profunda conexión con él, una certeza de que su amor era
Rachel se dio cuenta de que el pastel que le dio Evelyn tenía algo raro, pero ya era demasiado tarde: había pasado un trozo por su garganta. El sabor extraño la inquietó, y una sombra de temor se apoderó de su corazón. ¿Estaría envenenado? Con el pánico creciendo en su pecho, corrió en busca de ayuda, encontrándose con uno de los criados en el pasillo.—¡Necesito ayuda! —exclamó Rachel con voz entrecortada—. Creo que me han envenenado.El criado la miró con preocupación evidente, pero su respuesta fue desalentadora.—Lo siento, señora, la mayoría de los lobos están en una reunión de urgencia.—Ve… ve a buscar ayuda —musitó con voz ahogada, sintiendo sus piernas flaquear.El sudor frío comenzó a cubrir la frente de Rachel, mientras el miedo se transformaba en una sensación de calor que le hizo fruncir el ceño. No esperaba esa reacción, pensaba que los síntomas serían diferentes. Justo entonces, Evelyn apareció, con una sonrisa cínica en los labios.—¿Qué me diste en el pastel? —recl
Los rumores de la traición de Máximo y Evelyn se propagaron como fuego en un campo seco, llenando el aire con una tensión palpable.Los pasillos, usualmente silenciosos y majestuosos, se llenaron de voces nerviosas y pasos apresurados. Evelyn y Máximo corrían por los pasillos, sus rostros descompuestos por el miedo. Cada sombra les parecía una amenaza, cada ruido, el aviso de su inminente captura. Sabían que no tenían mucho tiempo.—¡Esto es culpa tuya! —gritó Máximo, empujando a Evelyn mientras se apresuraban hacia la salida.—¡Cállate! —respondió Evelyn, sin poder ocultar su pánico—. ¡Si no nos movemos más rápido, nos matará!En el exterior, la noche se cernía como un manto oscuro y amenazador. La luna llena iluminaba el terreno, sus rayos pálidos reflejándose en los ojos dorados de los lobos de la manada, que observaban la escena desde la distancia, algunos con desaprobación, otros con una mezcla de miedo y curiosidad.Dentro del castillo, Alexander llegó a la sala principal, do
El resplandor de la luna comenzaba a filtrarse por las pesadas cortinas del Castillo Blackmore cuando Alexander sintió unos toques de su puerta, descubriendo a uno de sus criados. El joven anunció que Rachel estaba despierta y el corazón de Alexander comenzó a latir desbocado al escuchar la noticia. Sin perder un segundo, se levantó de su escritorio y se dirigió rápidamente a la habitación donde Rachel había estado recuperándose durante un par de días.La encontró recostada en la cama, con sus ojos abiertos pero tranquilos y una paz aparente en su rostro. A medida que se acercaba, el alivio y la preocupación se mezclaban en su pecho. Se inclinó hacia ella y depositó un dulce beso en su frente.—Rachel, amor mío, ¿te sientes mejor? —preguntó con voz suave, y sus ojos buscaron los de ella.Rachel desvió la mirada, un rastro de vergüenza se asomaba en su expresión.—Soy una tonta, Alexander. ¿Cómo pude confiar en Evelyn después de todo lo que hemos pasado? —dijo, con su voz quebrándos
Alexander miró a Rachel con seriedad, sus ojos brillaban con determinación. Temía romper su burbuja de felicidad, pero se había prometido a sí mismo no habría más secretos con ella.—Tengo algo que decirte —dijo, saliendo de encima de su cuerpo y rompiendo su unión, soltando un gemido por la sensibilidad.Rachel lo miró con preocupación.—Es respecto a Evelyn y Máximo... y también a Víctor y su manada —dijo Alexander con preocupación.—Esto es mi culpa... —comenzó Rachel con voz temblorosa, pero él la detuvo.—Ya sabía de la obsesión de Evelyn conmigo y no hice nada al respecto porque no te había encontrado a ti —dijo con voz firme—. No tienes por qué echarte la culpa de nada, mi amor.—Me encanta cuando me llamas así —Rachel se emocionó y lo besó con ternura—. Eres mi mayor felicidad, Alexander.—Tú eres todo para mí —susurró, besándola con devoción—. Prometo que voy a protegerte de quién sea, no dejaré que dañen nuestra felicidad por nada del mundo.Estuvieron así unos minutos, entr
Rachel despertó lentamente, parpadeando al sentir el sol filtrándose a través de las cortinas pesadas de la habitación. Escuchó que alguien susurraba su nombre, era suave y persistente, pero cuando se incorporó en la cama, se dio cuenta de que estaba sola. Miró alrededor, con el ceño fruncido en confusión.—¿Alexander? —susurró, pero el silencio fue la única respuesta.Se frotó los ojos, intentando recordar de dónde venía esa voz, y entonces lo recordó: la había escuchado antes, justo antes de probar el pastel que Evelyn le había dado la noche anterior. Su mente empezó a repasar los eventos recientes con rapidez. ¿Estaría Alexander persiguiendo a Evelyn y Máximo? ¿O estaba en otro lugar, ocupado con los problemas que se cernían sobre la manada?La punzada de extrañarlo fue inmediata y fuerte, y se llevó una mano al cuello, donde él la había marcado. Aun podía sentir la conexión con él, como una corriente subterránea de preocupación y amor que la envolvía. Quería estar a su lado, as