Rachel se dio cuenta de que el pastel que le dio Evelyn tenía algo raro, pero ya era demasiado tarde: había pasado un trozo por su garganta. El sabor extraño la inquietó, y una sombra de temor se apoderó de su corazón. ¿Estaría envenenado? Con el pánico creciendo en su pecho, corrió en busca de ayuda, encontrándose con uno de los criados en el pasillo.—¡Necesito ayuda! —exclamó Rachel con voz entrecortada—. Creo que me han envenenado.El criado la miró con preocupación evidente, pero su respuesta fue desalentadora.—Lo siento, señora, la mayoría de los lobos están en una reunión de urgencia.—Ve… ve a buscar ayuda —musitó con voz ahogada, sintiendo sus piernas flaquear.El sudor frío comenzó a cubrir la frente de Rachel, mientras el miedo se transformaba en una sensación de calor que le hizo fruncir el ceño. No esperaba esa reacción, pensaba que los síntomas serían diferentes. Justo entonces, Evelyn apareció, con una sonrisa cínica en los labios.—¿Qué me diste en el pastel? —recl
Los rumores de la traición de Máximo y Evelyn se propagaron como fuego en un campo seco, llenando el aire con una tensión palpable.Los pasillos, usualmente silenciosos y majestuosos, se llenaron de voces nerviosas y pasos apresurados. Evelyn y Máximo corrían por los pasillos, sus rostros descompuestos por el miedo. Cada sombra les parecía una amenaza, cada ruido, el aviso de su inminente captura. Sabían que no tenían mucho tiempo.—¡Esto es culpa tuya! —gritó Máximo, empujando a Evelyn mientras se apresuraban hacia la salida.—¡Cállate! —respondió Evelyn, sin poder ocultar su pánico—. ¡Si no nos movemos más rápido, nos matará!En el exterior, la noche se cernía como un manto oscuro y amenazador. La luna llena iluminaba el terreno, sus rayos pálidos reflejándose en los ojos dorados de los lobos de la manada, que observaban la escena desde la distancia, algunos con desaprobación, otros con una mezcla de miedo y curiosidad.Dentro del castillo, Alexander llegó a la sala principal, do
El resplandor de la luna comenzaba a filtrarse por las pesadas cortinas del Castillo Blackmore cuando Alexander sintió unos toques de su puerta, descubriendo a uno de sus criados. El joven anunció que Rachel estaba despierta y el corazón de Alexander comenzó a latir desbocado al escuchar la noticia. Sin perder un segundo, se levantó de su escritorio y se dirigió rápidamente a la habitación donde Rachel había estado recuperándose durante un par de días.La encontró recostada en la cama, con sus ojos abiertos pero tranquilos y una paz aparente en su rostro. A medida que se acercaba, el alivio y la preocupación se mezclaban en su pecho. Se inclinó hacia ella y depositó un dulce beso en su frente.—Rachel, amor mío, ¿te sientes mejor? —preguntó con voz suave, y sus ojos buscaron los de ella.Rachel desvió la mirada, un rastro de vergüenza se asomaba en su expresión.—Soy una tonta, Alexander. ¿Cómo pude confiar en Evelyn después de todo lo que hemos pasado? —dijo, con su voz quebrándos
Alexander miró a Rachel con seriedad, sus ojos brillaban con determinación. Temía romper su burbuja de felicidad, pero se había prometido a sí mismo no habría más secretos con ella.—Tengo algo que decirte —dijo, saliendo de encima de su cuerpo y rompiendo su unión, soltando un gemido por la sensibilidad.Rachel lo miró con preocupación.—Es respecto a Evelyn y Máximo... y también a Víctor y su manada —dijo Alexander con preocupación.—Esto es mi culpa... —comenzó Rachel con voz temblorosa, pero él la detuvo.—Ya sabía de la obsesión de Evelyn conmigo y no hice nada al respecto porque no te había encontrado a ti —dijo con voz firme—. No tienes por qué echarte la culpa de nada, mi amor.—Me encanta cuando me llamas así —Rachel se emocionó y lo besó con ternura—. Eres mi mayor felicidad, Alexander.—Tú eres todo para mí —susurró, besándola con devoción—. Prometo que voy a protegerte de quién sea, no dejaré que dañen nuestra felicidad por nada del mundo.Estuvieron así unos minutos, entr
Rachel despertó lentamente, parpadeando al sentir el sol filtrándose a través de las cortinas pesadas de la habitación. Escuchó que alguien susurraba su nombre, era suave y persistente, pero cuando se incorporó en la cama, se dio cuenta de que estaba sola. Miró alrededor, con el ceño fruncido en confusión.—¿Alexander? —susurró, pero el silencio fue la única respuesta.Se frotó los ojos, intentando recordar de dónde venía esa voz, y entonces lo recordó: la había escuchado antes, justo antes de probar el pastel que Evelyn le había dado la noche anterior. Su mente empezó a repasar los eventos recientes con rapidez. ¿Estaría Alexander persiguiendo a Evelyn y Máximo? ¿O estaba en otro lugar, ocupado con los problemas que se cernían sobre la manada?La punzada de extrañarlo fue inmediata y fuerte, y se llevó una mano al cuello, donde él la había marcado. Aun podía sentir la conexión con él, como una corriente subterránea de preocupación y amor que la envolvía. Quería estar a su lado, as
Rachel se mordió el labio, frustrada, pensando que quizás estaba perdiendo la cabeza."Tal vez me he sugestionado con lo de la marca", pensó, intentando convencerse. "O alguien está tratando de jugarme una mala pasada."Sacudió la cabeza con fuerza, tratando de despejarse. No quería seguir pensando en eso. Terminó de vestirse rápidamente, ajustando el cinturón de su vestido con manos temblorosas, y se dirigió al salón. Cuando finalmente salió de la habitación para encontrarse con él, cada paso que daba era firme y seguro.Al llegar, notó que la mesa estaba elegantemente puesta para una cena. La vista le arrancó una sonrisa, recordando las innumerables veces que había cenado allí, con el corazón en la garganta, consciente de la intensa presencia de Alexander.—Nunca imaginé que acabaría así... —murmuró para sí misma, mientras se acercaba a la mesa.Se sentía diferente ahora. Aquella aprensión inicial había desaparecido, reemplazada por un amor profundo y una conexión que no podría hab
—¿Elara? —murmuró Rachel, sintiendo una mezcla de alivio y confusión. La bruja era una aliada, alguien en quien ambos confiaban, pero su llegada no anunciada en un momento tan delicado era inusual, por decir lo menos.Alexander asintió lentamente, sus ojos ámbar reflejaban un rastro de intriga.—Llévala a la sala de recepción —ordenó, su voz era firme aunque tranquila—. Estaremos allí en unos minutos.El criado hizo una reverencia y salió de la habitación tan rápido como había llegado. Rachel miró a Alexander, buscando alguna explicación en su expresión, pero él solo se limitó a apretar su mano de forma tranquilizadora.—Elara debe tener una razón importante para venir sin previo aviso —dijo él, levantándose de la mesa y ayudando a Rachel a ponerse de pie—. Vamos a ver qué ocurre.Rachel asintió, tratando de calmar la creciente inquietud en su pecho. Juntos, caminaron por los pasillos de la mansión hacia la sala de recepción, donde la bruja esperaba.Elara estaba de pie junto a la ch
El claro estaba envuelto en una suave luz plateada, como si la luna misma hubiese decidido bendecir con su presencia ese momento tan crucial. Rachel, con el corazón latiendo frenéticamente en su pecho, observaba la figura etérea de la diosa Luna. Cada fibra de su ser estaba llena de expectación y temor, pero la necesidad de respuestas la impulsaba a seguir adelante, a pesar de la incertidumbre que la devoraba por dentro.—¿Por qué no puedes ayudarme? —preguntó con un nudo en la garganta, su voz temblaba con la mezcla de desesperación y esperanza—. Tiene que haber una solución para nosotros, por favor.La diosa Luna, imponente y serena, bajó la mirada hacia ella, sus ojos resplandecieron con una sabiduría antigua e insondable.—Sí, hay una solución —respondió con una calma que contrarrestaba la agitación de Rachel.Por un instante, la esperanza floreció en el pecho de Rachel como una chispa en la oscuridad.—Entonces… dame una loba —pidió, con su voz cargada de emoción, casi rogando.